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Una vieja lata oxidada

Por Ezequiel Sundblad

La Gauchita soltó amarra y junto a Flor y Santi escuchamos a otros dos pasajeros comentar despectivamente “Mira esa Vieja Lata toda oxidada”; segundos más tarde nos vieron descender a los tres de esa “LATA” y se quedaron duros, no sabían adonde meterse jajaja.

Ni nos molestamos en contestar que esa lata es el Ypake y que tiene más millas navegadas de las que ellos dos juntos y su barquito resplandeciente alguna vez tendrá.

Nos reímos un rato y la anécdota pasó.

Un poco de historia.

El Ypake se comenzó a construir por el gallego Jesús en Benavidez, para un cliente en el año 2000. Luego de la crisis del 2001 se paró el proyecto y quedó congelado hasta el 2007 en que lo encontramos abandonado en el jardín de una quinta.

Era sólo un casco pelado sin quilla ni timón. Lo llevamos al astillero de Francisco Gigena y sus hijos donde, en tres meses de duro trabajo en conjunto  hicimos las modificaciones que tenía en mente y así en julio del 2008 lo botamos en el Club de Veleros Barlovento.

Junto a mi mujer Florencia Vicini y nuestros hijos Santiago, Josefina y Pilar, además de nuestro labrador Max y la gata Sofía zarpamos en febrero del año 2010 desde el CVB, sin rumbo fijo ni idea de hasta donde llegaríamos, un crucero de prueba de tres meses durante el 2009 nos había dejado contentos con el rendimiento del barco, e  hicimos los últimos retoques y preparativos durante el verano 2009/2010.

Con Flor la idea era ir subiendo la costa de Brasil lentamente, buscando buenas meteos para  que las chicas de siete y doce años al momento de zarpar,  se fueran aclimatando y aprendiendo a navegar.

Lentamente mejoramos el barco y lo fuimos equipando  a medida que hacíamos norte.

La costa uruguaya paso rápidamente, luego llegó la primera navegada oceánica y los primeros mareos de las chicas. Cuando llegamos a Rio Grande do Sul fue algo que no podíamos creer,  nos gustó tanto Rio Grande que nos quedamos un mes y medio.

Subiendo, tuvimos nuestro primer problema serio, un error en el diseño del Skeg (problema sufrido por muchísimos Roberts 370) nos obligó a repararlo en San Francisco do Sul y luego, gracias a la cortesía de el Iate Clube de Joinville pudimos sacar el barco a tierra donde soldé y terminé de reforzar el Skeg y nunca más nos dio problemas.

La costa brasilera es enorme y con más de cinco mil kilómetros de largo no se termina nunca, pasamos Angra y sus islas paradisíacas, visitamos Rio de Janeiro, Cabo Frio, Buzios, Salvador, Fortaleza y de ahí luego, de nueve meses llegamos a Guyana Francesa, de ahí el salto al Caribe, arribamos a Tobago y más tarde a Trinidad.

En Chaguaramas, Trinidad pudimos conseguir cosas usadas a super buen precio para equipar el barco un poco más, sacamos nuevamente el Ypake a tierra para controlar como seguía el Skeg y darle una pintada al fondo.

Los chicos hacían el colegio a distancia con el SEADEA del Ministerio de Educación y disfrutaban del Caribe a full con amigos de otras familias navegantes que íbamos conociendo.

Lentamente subimos Granada, St. Vincent, Dominica, Guadalupe, Antigua y de ahí a St. Marteen.

En el camino nos encontramos con algunos argentinos como Aurora Canesa en el Shipping o Poli en el Foro, conocimos a Ximena y Erick además de tantos otros gringos navegantes.

Pero podemos contar con los dedos de la mano los barcos argentinos que nos cruzamos en todo el viaje.

De St. Marteen zarpamos rumbo a Bermuda donde nos quedamos un mes y seguimos a Newport, en Rhode Island.

Santi había sido contratado por un Swan 80 en St. Marteen y estaba en Newport trabajando, así que por ese motivo decidimos visitarlo.

El paso del Huracán Irene nos obligó a protegernos en Kikamuit River y luego las chicas fueron invitadas a ir al cole en Hamilton; al final, la visita de una semana terminó siendo de seis meses.

Cuando nuestra estadía se terminaba en USA, tuvimos nuestra navegada más dura del viaje. Seis tormentas y nueve días para recorrer las seiscientas millas entre Newport y Bermuda nos dejaron con ganas de que la próxima vez que se nos acabe la visa, que nos metan presos, pero no volvemos a navegar en invierno con doce grados bajo cero de temperatura y tormentas fuertísimas con olas de todos lados atravesando la corriente del golfo, ¡¡nunca más!!

Para reponernos del terrible cruce, nos tomamos tres meses en Bermuda hasta que las condiciones fueran más que ideales para la travesía del Atlántico, resultando los diez y seis días perfectos, una larga navegada en popa, con orejas de burro con un barco haciendo entre siete y ocho nudos casi sin movimiento gracias a la corriente que nos ayudaba.

Arribamos a la isla de Flores en el norte del Archipiélago de Azores, más tarde fuimos a Faial pasamos por San Miguel y seguimos rumbo a La Coruña!

¡¡Otros ocho días y estábamos en el continente europeo!! Cuando dejábamos el faro de Hércules al través y llegábamos al puerto no lo podíamos creer, habíamos zarpado sin destino fijo, ni idea de cuánto tiempo nos tomaríamos y tres años más tarde estábamos en Europa con nuestra casa a cuestas.

El Ypake nos cuidada y nosotros a él, a medida que le íbamos tomando confianza y aprendiendo sus límites, nos sentíamos cada vez más cómodos.

Los chicos iban creciendo y el tiempo pasaba.

Un barco de acero necesita atención permanente y por más que parezca una lata oxidada (jejeje) con un poco de cariño y unas latas de pintura queda como nuevo.

Así fue que gracias a la buena onda de Michelle, Dora y su hijo Benoit Vielet que nos acogieron como hijos en su casa, sacamos el Ypake a tierra en Francia sobre el río Gironde y en tres meses de trabajo lo dejamos como nuevo.

Nuevamente los tiempos de estadía se vencían y decidimos irnos a Irlanda, que está fuera del tratado Schengen.

Cruzamos el Golfo de Vizcaya y llegamos a Glandore, una bahía con dos castillos lindísimos, muy cerca del famoso Faro Fastnet.

Estando en Kingsale, Santiago, que estaba trabajando en Argentina, tuvo un accidente y se cayó desde veinte metros del mástil por la falla de un ingerido nuevo.

Retornamos de urgencia a Buenos Aires dejando el Ypake junto a Max y la tortuga Manuelita en manos de nuestros amigos en Kingsale.

Seis meses pasamos sufriendo mientras San se recuperaba lentamente.

Volvimos toda la familia a Irlanda y decidimos seguir rumbo Norte, navegamos a Escocia y ahí atravesamos nuestros primeros canales, el Crinan Canal primeramente, luego el Caledonian Canal que pasa por el Loch Ness y la experiencia nos encantó.

Como el verano venía lindo y el tiempo seguía corriendo para el Ypake dentro de la eurozona, fue que desde Inverness navegamos el Mar del Norte hasta Noruega.

Recorrimos algunos fiordos y pueblos espectaculares pero, como el otoño avanzaba empezamos a bajar lentamente.

Fuimos a Dinamarca, Suecia y entramos a Alemania en Haltenau, por el Kiel canal pasamos al río Elba y desde Cuxaven nos fuimos a Holanda.

En Lauerzog entramos al sistema de canales con el mástil arriba de Holanda, fuimos recorriendo pueblitos mágicos como salidos de cuentos.

Al arribar a la ciudad de Hoorn pensamos en quedarnos a pasar el invierno, pero como venía muy suave optamos por seguir bajando y llegar a Francia antes de que se congelaran los canales.

En el sur de Holanda, en la ciudad de Terneuzen bajamos el mástil y lo pusimos sobre cubierta.

Atravesamos Bélgica rápidamente, cosa de la que nos arrepentimos después ya que nos encantó.

Entramos a Francia en Mortagne du Nord cerca de Dunkerke.

Atravesamos montañas por los canales, a veces las autopistas nos pasaban por abajo y las vías de los trenes por encima, una cosa increíble la ingeniería de los canales, algunos del mil setecientos y tanto.

Así un día arribamos a París y fue otro momento increíble, ¡llegar con tu barco y amarrarte a doscientos metros de la torre Eiffel ! Increíble…

A través del canal du Loing, luego el canal lateral al Loire, el canal du Centre el río Somme y finalmente el Rhone,  pasamos a través de Francia y llegamos al Mediterráneo.

Nos llevó nueve meses para llegar del Mar del Norte al Mediterráneo.

En Navy Service, en Port Saint Louis du Rhone subimos el mástil y salimos al Med.

Fuimos costeando Francia hasta Porquerolles y de ahí saltamos a Córcega, viramos la Giraglia y arribamos a Cala Santa Maria en Córcega, uno de nuestros lugares favoritos. Luego el salto a Elba para conocer Porto Ferraio, donde estuvo preso Napoleón.

Le siguió la Toscana Italiana, visitamos la zona de Monte Argentario, Santo Steffano, Cala Galera, Porto Ercole y algunos más.

La muerte de Ale, el hermano de Flor nos golpeó fuerte y fue lo que marcó el punto de retorno. Desde ahi fue todo un tobogán de bajada y lo que había sido años para subir fueron rápidos meses en el regreso.  Desde Italia volvimos vía Córcega a las Baleares, Menorca, Mallorca e Ibiza pasaron rápido, un toque en Cartagena con sacada a tierra para cambiar la bocina del eje. Llegamos a Gibraltar para salir del Med y navegar hasta la isla La Graciosa en el Archipiélago de Canarias.

Visitamos algunas islas y desde Gran Canaria comenzamos el segundo cruce del Atlántico con escala en el Archipiélago de Cabo Verde. Una semana en Mindelo y con un buen meteo zarpamos a Brasil.

Dieciseis días más tarde arribábamos a Maceio, tocando nuevamente el continente Sudamericano.

Costeamos Brasil, llegamos a Uruguay y en marzo del año 2015 arribamos a San Isidro, luego de más de cinco años navegando.

Durante el viaje sólo regresamos una vez, cuando fue el accidente de Santiago y sólo por seis meses, el resto del tiempo estuvimos siempre embarcados.

Comenzamos con los tres  y terminamos sólo con las chicas.

Santiago tenia diecisiete años al zarpar y estando en St. Marteen comenzó su vida en veleros y nos sigue visitando a bordo donde estemos navegando.

Hoy vive en el Ypake y realiza trabajos en diversos barcos con Ypake Velas.

Josefina zarpó con doce años y realizó todo el viaje con nosotros, hoy estudia y trabaja en Bolzano, Italia y también nos visita a bordo de vez en cuando.

Pilar tenía siete años y ya lleva la mayor parte de su vida embarcada, este año termina el secundario que sigue estudiando a distancia en el SEADEA del Ejército Argentino.

Max estuvo siete años embarcado y vivía feliz hasta que luego de un par de meses en casa un conductor borracho lo atropelló.

La lata oxidada nos llevó a salvo y cuidó de nosotros por treinta y cinco mil millas (35000 nm). Visitamos treinta y dos países.

Hoy el Ypake tiene su merecido descanso y un poco de óxido en su lomo, digamos que se lo ganó.

Cuando subí el Quijote en solitario, de Ushuaia a Mar del Plata amarré al lado del Bastardo de los Mena y me dio mucha lástima ver el estado en el que se encuentra, pero fue una emoción conocer ese barco que tan bien cuidó de sus dueños durante su vuelta al mundo.

Así que la próxima vez que vean un velero oxidado, piensen antes de opinar.

Por donde habrá navegado este barco…

barcos@barcosmagazine.com

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