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Los viajes de Francis Drake – Segunda Parte

Por Guillermo Rodriguez

En 1545 los españoles descubrieron el yacimiento de plata más importante de América, el cerro Rico, junto a la ciudad de Potosí (en la actual Bolivia). Al año siguiente se hallaron las vetas de plata de Zacatecas, en México. En 1566, cuando Francis Drake llegó por primera vez al Caribe, las minas americanas de plata producían en gran escala. Así, desde los puertos de Veracruz (México), Nombre de Dios y Portobelo (Panamá), y Cartagena de Indias (Colombia), el oro y la plata del Nuevo Mundo eran enviados mediante flotas armadas –la llamada Flota de Indias o del Tesoro Español– a La Habana (Cuba) y de allí en un convoy con escolta a Sevilla. Cada año partían de la península ibérica dos escuadras en dirección a América: la Flota de Nueva España con destino a México y la Flota de Tierra Firme rumbo a Sudamérica. Más de medio centenar de naos y galeones transportaban los productos –alimentos, vestimenta, vino, aceite, herramientas—que las colonias necesitaban. La Flota de Nueva España amarraba en Veracruz. A esa ciudad llegaban por tierra desde Acapulco las mercancías provenientes de las Filipinas traídas por el Galeón de Manila. La Flota de Tierra Firme desembarcaba en Nombre de Dios para luego marchar a Cartagena donde pasaba el invierno y en primavera regresar al puerto panameño para recoger los metales preciosos acarreados desde Perú. Ya mencionamos aquí que las riquezas americanas estaban reservadas para España por el Tratado de Tordesillas de 1494. Ingleses, franceses y holandeses desafiaron esa exclusividad atacando los navíos de la Flota del Tesoro para apoderarse de su carga de plata y oro. Sin embargo, como el sistema de convoyes escoltados resultó eficaz para enfrentar la amenaza de la piratería, los corsarios y piratas comenzaron a atacar las poblaciones españolas en tierra firme, en general poco fortificadas y mal equipadas para la defensa. Francis Drake fue uno de los primeros en emplear esta táctica.

Cuando Drake retornó en septiembre de 1567 de su primera travesía esclavista se encontró con su primo y mentor John Hawkins ocupado en los preparativos de una nueva expedición. La aventura de Drake por África y el mar Caribe a las órdenes del capitán John Lovell había sido un fracaso: el gobernador de Río de la Hacha (en la actual Colombia) se negó a otorgarle a Lovell una licencia para vender sus cautivos africanos. Como en el anterior viaje de Hawkins, la reina Isabel I aportó para el nuevo proyecto del naviero la vieja carraca “Jesus of Lübeck” (en la que Drake serviría como primer oficial) a la que sumó la carraca “Minion” de 300 toneladas. Por su parte, Hawkins alistó otros cuatro barcos: “William and John”, “Swallow”, “Judith”  y “Angel”. En octubre zarpó de Plymouth la escuadrilla con una tripulación de cuatrocientos hombres. La soberana inglesa le aseguró al embajador de España en Londres que la misión oficial de la flota era la búsqueda de yacimientos de oro en tierras africanas. En realidad se trataba de capturar esclavos en África para vender en las posesiones españolas del Caribe. No obstante, la empresa no resultó como Hawkins esperaba. El propio Hawkins lo contó en su libro “Una declaración fidedigna del problemático viaje del señor John Hawkins a las regiones de Guinea y las Indias Occidentales” publicado en 1569. Ni bien partió de Inglaterra, una tempestad se abatió sobre las naves a la altura del cabo Finisterre. Al final, las embarcaciones –que se habían dispersado– se reunieron en las islas Canarias donde efectuaron reparaciones. Dos semanas después, la escuadra alcanzó el cabo Blanco, en la costa africana, donde Hawkins atacó varios buques negreros portugueses y los despojó de su botín humano. Allí el inglés se apropió de una carabela –llamada “Gratia Dei”– y la puso al mando de Drake en su primer comando naval. Más tarde, Hawkins apresó otros dos navíos que agregó a su flotilla, atacó una aldea en la península de Cabo Verde y un poblado en Sierra Leona hasta que, con cuatrocientos cincuenta cautivos hacinados en sus bodegas, puso proa hacia América.

Tras siete semanas de navegación la escuadrilla arribó al mar Caribe en marzo de 1568. Hawkins se dirigió al puerto de Borburata (en la actual Venezuela) donde el marino comprendió de inmediato que su método habitual de demostración de fuerza y negociación no iba a funcionar en esta ocasión. A pesar de ofrecerle un soborno el gobernador del lugar, éste le negó la licencia para vender su cargamento de esclavos. La plaza estaba bien protegida como para intentar un ataque por lo que Hawkins levó anclas para probar suerte en Río de la Hacha. Considerando el trato dispensado a la expedición de Lovell por las autoridades de la ciudad, Hawkins mandó a las naves “Angel” y “Judith” (esta última capitaneada por Drake) en misión de reconocimiento. Los hispánicos, alertados por la guarnición de Borburata, recibieron a los barcos ingleses a cañonazos. Los buques se retiraron fuera del alcance de la artillería, bloquearon el puerto y aguardaron la llegada del resto de la flota. En cuanto Hawkins atracó le envió un mensaje al gobernador solicitándole permiso para comerciar. El funcionario rechazó el pedido. Hawkins bombardeó el fuerte, despachó una tropa de doscientos hombres, ocupó el poblado, se apropió del tesoro y tomó algunos rehenes. Al gobernador no le quedó otra opción que negociar con el corsario. Hawkins accedió a restituir el tesoro (menos un monto en concepto de rescate por los prisioneros) y obtuvo el consentimiento para vender doscientos esclavos. El trámite fue más sencillo en la próxima escala. Bastó una pequeña exhibición de fuerza para que las autoridades del pueblo de Santa Marta (en la actual Venezuela) aceptaran la “oferta” del inglés. Con la “carga” vendida y con la temporada de huracanes aproximándose, Hawkins decidió emprender el regreso a Inglaterra. A poco de partir, un ciclón alcanzó a la escuadra y provocó daños de consideración en varios navíos. El sitio más cercano para realizar los arreglos era la isla de San Juan de Ulúa –donde se alzaba la fortaleza mejor pertrechada de México–, junto a la ciudad de Veracruz. Con toda probabilidad, el peor lugar para un pirata enemigo de España.

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