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CANESTRARI. La leyenda continua

“A punto de cumplir 75 años de vida, Canestrari  Hnos. se identifica con tres generaciones íntimamente ligadas a la motonáutica, los emprendimientos y servicios náuticos. Pero esta familia es mucho más que un apellido convertido en marca propia: son, literalmente un gran equipo de trabajo, querido y respetado por todo el ambiente. A través de dos notas, conoceremos esta historia de vida increíble.

Texto y fotos: Gustavo Revel

Cada visita al astillero Canestrari me gratifica porque cuando hablo con Daniel (Canestrari) siempre tenemos algún tema adicional para recordar o compartir. Todos los diálogos siempre son amenos, a veces participado con alguno de sus hijos Gabriel y Sebastián o con Diego Ávila, su sobrino entrañable que es parte del equipo. Es bueno componer tiempo y espacio para empezar esta nota.  En el año 1945, los hermanos Ernesto y José Canestrari iniciaron su propio taller que en poco tiempo se convirtió en astillero. Ambos hermanos tuvieron dos hijos cada uno: Ernesto fue el padre de Daniel y Delia, una encantadora mujer que hoy ya no está con nosotros, y José, “Pepe” para todos, fue en vida padre de Norberto y Mabel. A través del tiempo, hijos y nietos se integraron a esta empresa familiar que creció con infinito trabajo y sacrificio, en una historia de vida que espero poder expresar en mi mejor relato  todo el afecto que siento por cada uno de sus integrantes, en especial de aquellos con los que compartimos la pasión de las regatas a motor e infinitos momentos de experiencias y anécdotas que hoy son, sin dudas, los mejores recuerdos de mi juventud. 

Es tanto lo que hay para contar, que opté por hacer dos notas: una de la historia del astillero y otra de la guardería (la otra parte de la empresa) que transcurrieron siempre en forma paralela. Daniel es quien casi siempre estuvo en el astillero y a quien dedico esta nota, y en recuerdo también a Ernesto y Delia, a quienes, junto a Pepe tuve el privilegio de conocer.

La guardería, que está en manos de Norberto, Mabel y la tercera generación, me contarán su parte de esta gran historia de vida en el próximo número.

Barcos: Daniel, quisiera que nos cuentes de tus inicios en el astillero, cuando tu papá Ernesto y tu tío Pepe te integraron al mismo…

Daniel Canestrari: Cuando dejé de estudiar, a los 15 años me fui a trabajar. Yo quería trabajar en los barcos. Siempre iba al astillero, que en esa época estaba en la calle Zuviría y Santa Lucía, Tigre. Mis papás (siempre refiere así al padre y al tío) hacían barcos y lanchas de madera, y a mí me gustaba la mecánica. Por supuesto, al dejar de estudiar mi papá quería matarme y no quería que trabaje en el astillero porque decía que iba a ser muy fácil para mí e iba a ser un vago. Entonces empecé a trabajar en la isla, a un astillero, el de Tozzoli, en el río Espera. Te hablo de 1965…

Barcos: ¿Cuál fue tu primera tarea y cómo evolucionaste hasta empezar en el astillero familiar?

DC: El primer día que fui a trabajar me preguntaron ¿en qué te gustaría trabajar? Trabajar con los fuera de borda -respondí-, eso es lo nuevo. Entonces me señala uno de 3.5 hp, Johnson, y me dice que lo saque. Yo estaba entusiasmado… pero me dijo que tome un tablón de madera que estaba al costado y que lo ajuste a mano para reparar el fondo de una lancha. Sus palabras fueron simples: primero hay que empezar por el fondo de la lancha, después viene lo demás. Así aprendí, desde muy abajo. Trabajé unos meses en los barcos de madera y mis primeras armas en la mecánica. Fue muy intenso: tomar la lancha colectiva para ir al astillero todos los días… aprender con los oficiales a reparar motores, los cascos y repetir al día siguiente.

Barcos: Finalmente llegaste al astillero familiar…

DC: Canestrari fabricaba barcos de madera de 13 y 14 metros; un barco de ese tipo se hacía en dos años aproximadamente; también se construían y reparaban lanchas, cambio de motores -en esa época se instalaban motores Perkins gasoleros, y la demanda era muy sostenida-. Se hacía de todo un poco: tanques, electricidad, herrajes, timones, todo se diseñaba allí y todos sabían hacer un poco de todo. Había un tornero, un mecánico, algunos carpinteros… después de esos meses de trabajo en la isla, pude convencer a papá de ir a trabajar con él y con mi tío.

Barcos: Poco a poco el astillero fue creciendo… ¿qué recordás de esa época? 

DC: Por esa época, funcionaba también Canestrari Compañía, otra sociedad que era distribuidora de las lanchas Avan, modelos en plástico que se fabricaban en Pilar y nosotros le instalábamos los motores. Con el tiempo, Avan tuvo problemas internos y empezamos a fabricar las embarcaciones en plástico nosotros… esa fue la transición de la madera al plástico, básicamente todo nuevo… era allá por el 67. Ahí surge con más fuerza Canestrari Hermanos y se consolida, y Canestrari Compañía se fue disolviendo.

Barcos: Ubicame donde estaban los galpones…

DC: Canestrari Hnos. estaba en el mismo galpón; Canestrari Compañía y la distribución de lanchas ya estaba en la guardería, ya que esos terrenos los tuvimos desde siempre. Allí se armaban las lanchas, en un galpón y por los 70 se armó la guardería… te cuento más: cuando hice el servicio militar y tenía franco iba a trabajar a la guardería, a manejar el autoelevador que había y las primeras lanchas de clientes, y si entraba una nueva, había que hacerle la cama a medida…

Barcos: Canestrari Hnos. astillero y Guardería consolidados… inicio de los 70… ¿cómo sigue esto?

DC: Lo último de madera fue en 1976, un barco que se exportó a Venezuela. El país estaba en llamas, el incendio de la guardería Río Reconquista, las amenzas de que nos iban a hacer volar todo… teníamos un galpón de guardería y uno donde teníamos el barco de madera para exportar además de algunas reparaciones. En el galpón de Zuviría mis padres hicieron una nueva sociedad, Delta Motors, que era distribuidora de motores Perkins y se le cambiaban motores a camiones y camionetas, pasando de nafteros a diesel, furor en esos tiempos. Era otra unidad de negocios. Finalmente pudimos enviar el barco con muchísimo trabajo y temor.

Barcos: ¿Cómo nace la pasión por las regatas a motor, esa adicción a las carreras motonáuticas y el apellido Canestrari tan arraigado a ellas? 

DC: Bueno, creo que fue en el 65 a partir de Canestrari Compañía, empezando a armar las lanchas para correr de Avan. Primero fueron las 400V con motores fuera de borda Perkins 40, motores rústicos que no andaban. Después empezaron a instalar los motores Wes Benz (lo que luego sería Chrysler y posteriormente Force) y bueno, ya estábamos metidos. Avan trae al país los fuera de borda italianos Carniti, siendo importador oficial Canestrari Compañía y distribuidor oficial. Luego, Avan copia una lancha italiana que denominó Avan 505 y hace unas embarcaciones para ir a correr las Seis Horas de Milán, yendo a correr mi tío Pepe, Bordiga y con dos italianos de Carniti, Pier Luigi Carniti y Angelo Vassena. Iban ganando la carrera y tuvieron un inconveniente, quedando segundos. Creo que ese es el inicio de la pasión y el amor a los fierros hasta tu último día. Después seguí yo, en 1967 corriendo de acompañante en una categoría de turismo (CT, DT etc. hasta 700 cm3).

Barcos: ¿Dónde corrían y cuantas categorías había?

DC: Las categorías eran hidroplano, mojarras y turismo, en cinco divisiones, pero con una concurrencia increíble. Las regatas eran en el lago de Palermo. Correr en Palermo a los 17 años era sentirse especial. Se llenaba de gente y, si sacabas un buen puesto salías en la primera plana del diario El Mundo, foto y resultado. Además, había un montón de señoritas que miraban las carreras… (risas). También participé de las Seis Horas de Argentina compartiendo una lancha con Angelo Vassena. En el 74 fui a correr por primera vez a Francia las 24 hs Rouen junto a García Monte y Jorge Di Fiore. Siempre estuve conectado a las regatas, esos años eran increíbles. Teníamos un nivel de igual a igual con cualquiera. 

Barcos: Hablame de Canestrari-Mariner.

DC: Posterior a los Carniti empezamos a trabajar con motores Johnson, que los representaba Casa Stewart en el país. En el 77, Johnson hace una presentación de los nuevos modelos de la temporada, en el City Hotel. El americano a cargo del evento hablaba muy mal de una nueva marca de motores, de los Mariner: que era una mezcla de japonés con americano, porque hasta 60 hp eran Yamaha y más de 60 hp eran Mercury y bueno, el tío Pepe, ni lerdo ni perezoso, salió de allí y mandó un telex a Brundswick para pedir la representación. Aceptaron, pero por razones de seguridad por la guerrilla en Argentina, el contrato se firmó en Montevideo.

Barcos: Rescatame sólo tres cosas de todo lo que me contaste… sólo tres.

DC: Las regatas son apasionantes, pero el astillero surgió cuando dejamos de correr, pues nos llevaba tiempo –donde dejas de producir- y dinero –donde dejas de invertir. Si no lo vivís no lo podes creer. Trabajé desde muy chico y sé perfectamente, no lo olvido, lo que es ganarse el mango. También recuerdo que mi viejo tenía una Estanciera. Cuando traía una lancha para probar yo me escondía atrás del asiento para ir y, cuando se daba cuenta, además de decirme de todo porque mi vieja estaría intranquila, me ponía a limpiar la sentina de la lancha como castigo. Yo te puedo asegurar que conocí cada parte del barco, ensuciándome y renegando, lavando la estopa con agua y detergente para reutilizarla… eso lo traduzco en sacrificio y aprender a querer tu trabajo, lo que elegiste como parte de tu vida.

Barcos: ¿Recordás cómo fue el traspaso del astillero hacia tu persona por parte de tu papá y tío? 

DC: Fue paulatino. Primero andaba con el servicio de los Mariner y por el país vendiendo motores. En la fábrica había un encargado, Roberto Frogle, muy buena persona. Y recuerdo que yo había ido al Boat Show de Chicago en octubre; al volver, estaba en casa y me avisan que Roberto había fallecido. Así que tuve que ir a hacerme cargo del astillero, año 1986. En esa época el astillero estaba en Don Torcuato, ya que la guardería había crecido mucho. Cambiamos de lugar un par de veces debido a los problemas coyunturales del país. Canestrari Hnos. funcionó como una sola unidad de negocio pero en el 2000, cuando la economía comenzaba a implosionar, elegimos dividir la empresa en dos unidades de negocio administrativamente, astillero y guardería: allí el astillero dio un paso adelante porque hicimos un gran esfuerzo para modernizarnos y mejorar la producción, en modelos y calidad.

Barcos: Vamos a la tercera generación. Ahora se empiezan a involucrar ustedes…

Gabriel Canestrari: Recuerdo que papá estaba desarrollando el modelo 215, y en el 2001 debimos relegar el proyecto terminado hasta 2006, porque la economía había colapsado. Pero en ese período trabajamos en mejorar la calidad de nuestras matrices. 

Sebastián Canestrari: Así fue pero me gustaría aportar que papa nos traía a la fábrica desde chicos, los sábados. Mientras él preparaba la lancha de carrera, nosotros jugábamos con las máquinas y más de una vez nos llevaba a la salita porque nos cortábamos con la sierra. Entonces, nos cortaba la luz y nosotros insistíamos con la sierra, dando vueltas la rueda a mano y cortando madera por tramos, pero nos lastimábamos los dedos con la rueda. Lo volvíamos loco… te imaginas.

DC: Sí, me volvían loco (risas).

GC: Todos los veranos, desde tercer año venía al astillero a ayudar, en lo que sea. Al recibirme trabajaba con Germán Barbot vendiendo embarcaciones en La Lucila; luego, en ese mismo lugar seguí trabajando con Huergo, y en el 2005 Daniel (ambos hijos le dicen Daniel a su padre) me convocó a trabajar aquí con el proyecto 315. 

SC: Igual que mi hermano, desde tercero venía al astillero y hacía algo parecido. Apenas terminé me vine. Pasé por varios lugares, limpié, plástico, mecánica, carpintería, instalaciones etc. Mientras, estudiaba profesorado de educación física, estaba en ventas, en la guardería hacía mantenimiento y probaba las lanchas.

Barcos: Ambos sabían bien todos los secretos de la producción y la puesta a punto del producto terminado…

GC: Sí, también junto a mi hermano cuando le pedíamos hacer una lancha para nosotros, Daniel nos decía “háganlo ustedes” y punto, teníamos que construirla nosotros, casi sin ayuda. Transpiramos la camiseta… (risas).

Barcos: Diego, vos sos la contracara, porque estabas con tu papá en la guardería…

Diego Ávila: Sí, mi papá (Guillermo) era el encargado de la guardería y siempre estaba junto a él. Me apasionaban las lanchas y ahí estaba entre ellas todo el día, ayudando a los chicos a taparlas, ponerlas en marcha, en herrería, mantenimiento en fin, variado. También trabajé un tiempo con Aldo Zulián, aprendiendo mecánica. Un día, mi tío me ve barriendo en el playón de la guardería, traía una 215 y me pregunta qué estaba haciendo… y al toque me ofrece venir, no lo dudé. Empecé en el pañol y ahora tengo varias tareas, las que disfruto mucho.

Barcos: Ahora, pregunta para los tres. En poco tiempo, este señor (Daniel) será una visita, pues merece descansar y disfrutar un poco más relajado, y el mando queda delegado en ustedes, cada uno en lo que mejor sabe hacer: quiero saber de sus expectativas y sus proyectos…

GC: Lo que yo veo de lo que fue mi abuelo hasta Daniel, generacionalmente fue otra estructura: el abuelo y el tío Pepe manejaban la empresa a su manera, se hacía eso y punto. Y si alguien aportaba una idea, casi siempre se descartaba o la hacían pero en silencio; era seguramente un tema generacional.

SC: Afortunadamente Daniel es muy abierto, no es tan lineal, él confía en los tres y entendemos si hace un aporte o una corrección de rumbo, o nos aconseja otra cosa. Sentimos que va delegando pero sí sabemos que esto le apasiona. No creo que se desligue nunca y eso nos pone feliz, porque estará siempre con nosotros.

DA: Daniel sigue opinando sobre los modelos a construir, ese es un mérito que le admiro porque siempre eligió lo que el mercado necesitaba…

Barcos: La Canestrari 215 fue un antes y un después en el astillero…

DA: Yo creo que sí, antes estaba el Bakota, un casco que, reformado era de los 70 y que nos dio muy buenas ventas. Con la 215 cambiamos por algo de los 90.

GC: Estamos trabajando muy fuerte para mejorar los productos en calidad y nuevos modelos. A través de la enseñanza que nos inculcaron, tenemos una buena oportunidad de seguir en la misma línea, en nuestra línea. Lo que más aprendimos es seguir adelante y, ante la adversidad, pisar a fondo.

SC: Estamos contentos, entre los tres nos llevamos bien y cada uno hace su trabajo. No hay conflictos, y eso es fabuloso.

DC: Lo mejor que veo en ellos, es que le ponen el pecho a los problemas, no lo patean para adelante. Lo solucionan en el acto. Nuestra generación dilataba los problemas. Ellos lo encaran y buscan la solución en el momento, sin vueltas. También están muy presentes con el personal, los escuchan y tratan de ayudarlos.

DA: El personal es muy bueno, son parte del equipo. Mis primos están pendientes de ellos porque saben que son parte de nuestra empresa, nuestra familia.

SC: Estamos con varios proyectos en mente… pero saldrán en forma progresiva mientras las cosas  mejoren. Queremos exportar, queremos crecer, pero iremos paso a paso.

La charla se fue cerrando no antes de recordar alguna regata, entrega de premios, accidentes en alguno de los infinitos lugares que la motonáutica nos convocaba. Tuve la posibilidad de ver a estos tres jóvenes correr en las categorías Junior, haciendo sus primeras experiencias en regatas, cuando tenían 10 o 12 años. Hoy timonean, con igual profesionalismo lanchas y una parte de una gran empresa. Y otra vez quedé sorprendido por el paso de la gente a través del tiempo. En mi pasaje de vida, creo ser afortunado de conocer a esta familia, a quien considero imprescindible, sea por su simpleza, su sacrificio, su infinito trabajo o por su generosidad. Ellos han logrado ser protagonistas indiscutibles de la historia de nuestra motonáutica.

barcos@barcosmagazine.com

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