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Los viajes de Sir Francis Drake

TERCERA PARTE – Por Guillermo Rodríguez

El 15 de septiembre de 1568 la escuadra de John Hawkins y Francis Drake fondeó en la isla de San Juan de Ulúa –ubicada frente al puerto de Veracruz, en el actual México– para efectuar reparaciones luego de que un ciclón azotara a los navíos a poco de emprender el retorno a Inglaterra. La intención de Hawkins y Drake era realizar los arreglos antes de la llegada de la poderosa Flota de Nueva España, cuyo arribo era inminente. Al confundir a los barcos ingleses con la vanguardia de la armada española, el gobernador de Veracruz junto a otros funcionarios coloniales se a-

cercó al grupo de naves para darles la bienvenida. Hawkins los recibió con cortesía y les informó que no podrían regresar a tierra firme hasta que no se completaran las reparaciones de su escuadrilla. A continuación bloqueó el puerto. Sin embargo, los intrusos controlaron por poco tiempo la situación. Al amanecer del día 17, los ingleses divisaron en el horizonte una docena de embarcaciones aproximándose. Se trataba de una avanzada de la Flota española. De inmediato Hawkins requisó todas las piezas de artillería disponibles y emplazó baterías a lo largo de la costa de la isla. Pero el plan del contrabandista era negociar una tregua hasta que su flotilla estuviera preparada para cruzar el océano. Para ello envió a un oficial español como emisario. A bordo de uno de los galeones hispánicos viajaba Martín Enríquez de Almansa, el recién nombrado virrey de Nueva España. Al final, el representante del rey Felipe II autorizó a los extranjeros a reacondicionar sus navíos en el puerto de Veracruz. Hawkins, por su parte, liberó a algunos de sus rehenes y permitió el ingreso de la Flota a la bahía.

No obstante, más allá de los buenos modales de la diplomacia, Enríquez tramaba el ataque a la escuadra inglesa. Así, al alba del día 21, tropas españolas abordaron los barcos de Hawkins y Drake. Al mismo tiempo, desde la isla, las fuerzas locales comenzaron a disparar sus cañones sobre las naves forasteras. Los ingleses repelieron el asalto de la infantería, soltaron las amarras y el combate se concentró en el poder de fuego de la artillería naval. El “Angel” fue hundido mientras que el “Swallow”, el “Gratia Dei” y una de las carabelas portuguesas quedaron inutilizados. Sólo el “Judith”, el buque de Drake, continuaba intacto. Entretanto, el “Jesus of Lübeck” de Hawkins estaba desarbolado y con daños de consideración. El corsario ordenó evacuar la carraca y trasbordar la tripulación, las provisiones y el tesoro al “Minion” y al “Judith”. Pero la acción se interrumpió cuando los españoles enviaron un brulote contra el navío averiado. Por la tarde, después de varias horas de batalla, los disparos cesaron. Los dos barcos ingleses –muy sobrecargados– se ubicaron fuera del alcance de los cañones. Cuando amaneció, sólo el estropeado “Minion” estaba anclado en la entrada de la bahía. Drake y el “Judith” habían desaparecido. En su libro “Una declaración fidedigna del problemático viaje del señor John Hawkins a las regiones de Guinea y las Indias Occidentales” (1569), Hawkins escribió: “De este modo logramos escapar en el ‘Minion’ y el ‘Judith’, una pequeña barca de 50 toneladas, la nave que esa misma noche nos abandonó en la peor de las adversidades”. Drake atracó en Plymouth el 20 de enero de 1569 –Hawkins hizo lo mismo un par de semanas más tarde—y enseguida se reunió con William Hawkins para ponerlo al tanto de los percances de la expedición. El naviero solicitó la intervención de la reina Isabel I para obtener una reparación. Cautelosa en su relación con el Imperio español, la soberana rechazó el pedido.

En 1570 las relaciones entre Inglaterra y España se habían deteriorado. El gobernador español en los Países Bajos, el duque de Alba, reprimía la rebelión política y religiosa de la mayoría protestante contra Felipe II, una causa que la monarquía inglesa apoyaba. Ese año, mientras Isabel se inclinaba por la prudencia diplomática, Drake inició su guerra personal contra España. Financió de su propio bolsillo su próximo viaje y partió de Plymouth rumbo al Caribe junto a medio centenar de tripulantes en dos embarcaciones: el “Swan” de 25 toneladas y el “Dragon” de 50. El objetivo de la misión: el reconocimiento de las costas caribeñas para identificar, atacar y saquear las poblaciones españolas en la región. Drake advirtió la vulnerabilidad del denominado “Camino del oro”, la senda de 80 kilómetros que atravesaba el istmo de Panamá entre el mar Caribe y el océano Pacífico. La plata y el oro extraídos en las minas del Alto Perú (en los actuales Bolivia y Perú) eran embarcados hasta la ciudad de Panamá (sobre el océano Pacífico). Desde allí eran transportados a lomo de mula a través de la montaña y la selva hasta el puerto de Nombre de Dios (sobre el mar Caribe). En ese lugar los metales preciosos se almacenaban hasta la llegada de la Flota de Tierra Firme y su posterior envío a Sevilla. Con esta información, Drake volvió a Inglaterra, consiguió inversores, reclutó marineros y volvió a zarpar a comienzos de 1571, esta vez sólo con el “Swan” y treinta hombres a bordo. Alcanzó Panamá en febrero donde se enteró de que un corsario francés, Nicholas des Isles, lo había precedido en la ofensiva. Des Isles había incorporado como guía a un “cimarrón”, un esclavo fugitivo que condujo a los galos por el curso del río Chagres hasta un pueblo llamado Venta Cruces. Cuando estaban organizando el asalto, el africano desertó. Des Isles decidió volver río abajo. Los piratas pudieron huir pero el incidente alertó a los españoles. Drake no se acobardó y al cabo de unos pocos días había atacado dos navíos mercantes que se dirigían a Nombre de Dios. Luego se trasladó hasta Venta Cruces donde no encontró ni oro ni plata pero sí textiles de lujo que cargó en las bodegas del “Swan”. Durante las siguientes semanas el corsario inglés despojó a una docena de buques de transporte.

España sabía ahora con quién estaba tratando en el Caribe: “el Draque” o “el Dragón”. Cuando Drake arribó a Plymouth con el “Swan” más otros dos barcos abarrotados de mercancías (y algo de plata y oro), el valor del botín equivalía al doble de las ganancias obtenidas por Hawkins en sus tres travesías esclavistas. (Continuará).

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