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Izarra por el mundo: La isla sin agua

El “Kick’em Jenny se eleva 1300 metros sobre el suelo marino y su cráter está a 160 metros de profundidad. El peligro que representa, se debe a las burbujas de gas que despide por su chimenea. Las mismas, al salir a la superficie bajan la densidad del agua y podrían provocar el hundimiento de una embarcación.

En 5 horas de ceñida, llegamos a Carriacou, la segunda isla en tamaño, perteneciente a Grenada. Fondeamos en el centro de la bahía Tyrrel en 6 metros de agua transparente. Nos rodeaban cientos de veleros de todos los colores.

La geografía es ondulada pero no tiene grandes elevaciones y la vegetación es halofita y xerofita: plantas adaptadas a la sal, el calor y la falta de agua. Las cabras dominan los parches verdes desmontados. Lo más increíble de la isla es que a pesar de no tener agua subterránea potable ni ningún rio, arroyo o espejo de agua dulce permanente, está habitada desde hace 2500 años.

Los primeros pobladores fueron los Arawaks, provenientes del río Orinoco en Venezuela. Llegaron en canoas hechas con troncos ahuecados. Ciento cincuenta años antes de la llegada de los europeos, este pueblo fue desplazado por los belicosos indios Caribes quienes le dieron el nombre a la isla: Kayryouacou, “Tierra de arrecifes”. Actualmente, todas las casas tienen canaletas y tanques para recolectar agua de lluvia. En el varadero donde está la oficina de inmigraciones, hay un muelle donde venden agua y combustible. La gente local es simpática y tranquila. No hay inseguridad.

Nos reencontramos con nuestros amigos del Vito Dumas, de quienes nos habíamos despedido en Ilha Grande 8 meses antes. Junto a sus hijos y otros niños, Aquiles y Ulises disfrutaron de jugar todos los días pasando de un barco al otro, simulando batallas de piratas en las tablas inflables y explorando playas y manglares. Día de por medio jugábamos al fútbol descalzos, con un grupo de navegantes de diferentes nacionalidades y edades.

Para compensar las horas sedentarias en el cockpit, cumplíamos rigurosamente con dos tiempos de 45 minutos aproximadamente, bueno, no tan rigurosos. La puesta del sol, marcaba la hora del tercer tiempo, beer o’clock, que disfrutábamos en unas mesas dispuestas en la entrada al supermercado, con vista a la bahía.

Nuestra estadía, coincidió con el carnaval, que se festeja de una manera muy distinta que en Brasil. El primer festejo al que fuimos se celebra al amanecer. Nos despertamos a las 5 de la mañana, desembarcamos con el bote y tomamos una van-colectivo a Hillsborough, el pueblo principal. Cuando llegamos, aún de noche, nos encontramos con un espectáculo inesperado. Casi toda la gente se estaba embadurnando el cuerpo con aceite de motor usado. Los más moderados usaban pinturas. Los más fervorosos, conocidos como Jab jab lucían cascos con cuernos de cabra o de vaca, enormes cadenas en torno al cuello y a algunos les asomaban de la boca los tentáculos de un pulpo crudo o el cuerpo de un lagarto, previamente eviscerados. Todo muy impresionante.

La música era atronadora. El baile en la calle siguió hasta que el sol estaba tan alto que el aceite quemado se hizo sentir en la piel y todos se zambulleron en el mar. En la playa, las botellas de detergente pasaban de mano en mano y unos limpiaban la espalda de otros. Un pequeño desastre ambiental.

La fiesta de J’ ouvert, “El comienzo del día” tiene su origen en 1783 cuando se introduce el carnaval en la isla de Trinidad. Los esclavos, al ser excluidos de las fiestas de máscaras de sus dueños, hacían su propia celebración, mezclando sus propios rituales y folklore con una burla a sus amos.

Hoy día los Jab Jab representan al diablo y celebran la emancipación de la esclavitud. Al medio día, todos se van a descansar y nosotros, muertos de sueño, volvimos a los barcos.  Esa misma noche seguiría el festejo con la fiesta de la luz. Para contrastar la onda, todos lucían ropa colorida y accesorios fluorescentes o con luces. La música Soca inundaba la isla y el baile duró mucho más de lo que nosotros aguantamos. Al día siguiente, en el extrañísimo horario de las 8 de la mañana, celebran el Shakespeare Mas, exclusivo de Carriacou. Los competidores se disfrazan con máscaras y enormes atuendos coloridos bajo los cuales tienen esponja protectora. El desafío consiste en recitar fragmentos del clásico escritor inglés y el que se equivoca recibe un golpe con un palo que tiene su contrincante y la gente se desarma de risa. El último día de Carnaval, el festejo es muy similar al brasileño, con plumas y atuendos diminutos y todo ocurre de día y en un ambiente familiar.

Entre tanto snorkel en aguas cristalinas, caminatas de exploración, playas de arena blanca, fogones en la playa, fiestas de la Grenada Sailing Week y el infaltable fútbol, se nos fue un mes sin darnos cuenta.

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