Un equipo de la Universidad de Alejandría ha descubierto recientemente la proa de un barco mercante hundido hacia 1765. La popa y la parte central ya habían sido halladas en 1994 por un grupo de arqueólogos estadounidenses, pero hasta ahora no se habían podido localizar los últimos restos de la nave. En base a las excavaciones ya realizadas en el lugar, los investigadores esperan encontrar en el futuro restos de los productos comerciales que transportaba.
Entre los arrecifes de coral que rodean la isla de Sadana, en la costa oriental de Egipto, han aparecido a lo largo del tiempo numerosos restos de diversos naufragios, pero la mayoría han sido saqueados. Bajo la dirección de Emad Khalil, los buzos del Centro de Arqueología Marítima de Alejandría llevan desde 2017 investigando los restos encontrados en la zona y ahora, por fin, han localizado la parte que faltaba de un barco hallado a trozos varios años atrás, tal y como ha informado el propio Ministerio de Antigüedades de Egipto.
Entre los objetos rescatados hasta el momento hay partes del casco, numerosos fragmentos de cerámica e incluso algunas botellas de licor. Al mismo tiempo, los arqueólogos han llevado a cabo un mapa fotogramétrico de los restos para poder obtener una imagen tridimensional del buque, que se ha dejado in situ para su conservación.
Tráfico comercial
A mediados del siglo XVIII, el Mar Rojo era una zona muy concurrida. Se trataba del principal punto de contacto entre Asia y África y formaba parte de la famosa Ruta de la Seda, en la que se intercambiaban mercancías e ideas entre Europa, el mundo islámico y el Lejano Oriente. Las naves partían de Egipto cargadas con grano, legumbres y hierro, para regresar con todo tipo de productos exóticos obtenidos en los mercados de Arabia. A este intercambio se le añadía el de los miles de peregrinos religiosos que acudían cada año a La Meca a bordo de estos mismos barcos como alternativa a las caras y lentas caravanas.
En el pecio no se han hallado cañones, lo que hace suponer a los investigadores que no se aventuraría por el peligroso Océano Índico, infestado en aquella época de piratas. Si bien se encontraron algunos mosquetes, estos pertenecerían a algún pasajero o marinero, y no servirían de gran cosa en un combate naval.
La ruta se iniciaba en puertos de la China meridional como Cantón, en los que se adquiría seda y la afamada porcelana Qing de color blanquiazul para revenderla por los mercados de Asia. A continuación, los barcos recalaban en la India, donde se podían comprar mercancías con buen rendimiento económico a bajo precio. Estos incluían, entre otros, las especias, el algodón y los frutos tropicales. La Península Arábiga era otra escala importante, pues en sus bazares abundaban el café y las resinas aromáticas como el incienso. La ruta terminaba en Egipto, desde cuyo puerto de Alejandría se exportaban estos productos por el Mediterráneo y más allá.
Un rico mercante
Gracias a las campañas de excavación llevadas a cabo entre 1995 y 1998 los arqueólogos descubrieron que el navío iba cargado de productos en el momento de estrellarse contra la barrera de coral y hundirse, seguramente a causa de alguna tormenta. Su destino era Suez (en la punta norte del Mar Rojo), y habría partido o bien del puerto de Yeda (cerca de La Meca) o de la ciudad de Moca en Yemen, un importante nexo comercial. Los comestibles formaban el grueso de la carga: café de Arabia, especias indias (pimienta, coriandro, cardamomo y nuez moscada), ostras, e incluso frutas como uvas, higos, aceitunas y cocos de las islas Seychelles. Al mismo tiempo, la bodega también contenía una importante cantidad de incienso, empaquetado en bolsas de piel para su comercialización. En el barco vivían también algunos animales, destinados a alimentar la tripulación y los pasajeros, concretamente se han hallado huesos de oveja, cabra y aves de corral.
Además, como explican desde la Unesco, el barco es muy distinto a otras naves de este periodo, lo que implicaría no solo un vínculo comercial intensivo entre Oriente y Occidente, sino también las diferentes tradiciones navales de la época. «Es un ejemplo único de intercambio cultural y económico a lo largo de la Ruta Marítima de la Seda» apuntan desde la organización internacional.
Por: Francesc Cervera