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EDICIÓN IMPRESA – ROBERTO NARDINI / ALBERTO CANCELAR, NACE UNA LEYENDA

Roberto Nardini y Alberto Cancelar ya son leyenda. Sus vidas fueron un tributo a la motonáutica y al trabajo. Dejaron su huella. Ya son leyenda, y los vamos a extrañar.

1991 en la ciudad de Paraná; A la derecha, Roberto Nardini, en el centro, Alberto Cancelar, nuestros queridos Loco y Chucho; a la izquierda, otro grande que ya no esta más con nosotros y, seguramente, estará ahora junto a ellos: Buby Kern, piloto offshore y amigo del equipo.

En muchas notas me he jactado de trabajar con segundas y terceras generaciones de constructores náuticos. He escrito reportajes amenos, transcribiendo partes de historias que compartí en vida con los mismos entrevistados. Fueron grandes momentos para mi pues pude plasmar en la escritura y alguna foto testigo a quienes hacen que la náutica siga viva.

Pero, nobleza obliga, el paso del tiempo y la segura muerte que nos tocará a todos, me pone en la obligación de despedir a quienes fueron en vida gente de nuestra náutica, gente que conocí en situaciones diversas y gente con la cual he construido una buena relación; debo confesarles que esta tarea se me está tornando muy difícil, pues cada vez con más frecuencia debo despedir a aquellos que en vida fueron excelentes conocidos, personas que inspiraban respeto y admiración por sus cualidades de vida y trabajo.
Pero esta vez les pido una licencia: hoy debo despedir a dos amigos; olvidaré por una vez el formalismo y las cuestiones épicas de una buena nota, las fechas precisas y el recuerdo de cada paso que han dado para ser quienes llegaron ser…. lo dejaré para otro momento, pues su partida casi en forma simultánea me han dejado totalmente devastado.
Hablar de Roberto Nardini y Alberto Cancelar es asombrosamente especial. Conocidos por todo el ambiente motonáutico, han marcado a fuego sus nombres, fundidos en una sigla que consagró una marca: Autonáutica NyC (de Nardini y Cancelar). Para llegar a esa sociedad hay mucha historia de trabajo realizada en forma individual, para finalmente unificar sus ideas e iniciar una firma emblemática de la motonáutica argentina. Ambos estaban vinculados a la reparación y venta de embarcaciones y, por supuesto, a las regatas a motor. Los gomones fueron su primer desafío; corría 1982 y así empezó la historia en la tradicional esquina de Av. Pte. Perón y H. Dunnat, en San Fernando; Roberto hacía la mecánica de los botes Ferramar y Alberto los servicios y ventas, especializándose en los gomones de regata en su gran mayoría.

Roberto Nardini era un incansable laburante de la motonáutica, sin límites. En la foto, con su galera con cuernos, yendo al Paraná aguas arriba un día antes de la partida de los 1000 km del Delta, con unos 600 litros de combustible para abastecernos en carrera sin detenernos a toda la categoría NyC 550 cm3. Por muchos años, todo el equipo de regatas era también quien asistía en la seguridad de las regatas de offshore de Argentina. Absolutamente nadie puede callar ni desconocer lo que estos dos magos hicieron oportunamente por la náutica y la motonáutica en nuestras aguas.

Crecieron en forma comercial, profesional y deportiva con la misma vertiginosidad de cada regata en la que participaban o creaban. Realizaron travesías desde Cataratas a Buenos Aires cuando no existía la represa de Yaciretá; la bajada del Río Viedma, el Leona, Lago Argentino, Río Santa Cruz hasta el Atlántico, de la Cordillera al mar. Compitieron en todos los 1000 km del Delta, y en 1991 hicieron el astillero NyC, desde donde salieron cientos de embarcaciones semirrígidas, en especial las NyC 550, categoría monomarca propia que daba colorido y profesionalismo en todas las fechas motonáuticas, en la que humildemente pude ser parte.

Derecha: Junto a Alberto competimos en los 1000 km del Delta en 1992, y conseguimos el primer lugar. Alberto era un excelente piloto, pensante, muy prolijo. En la foto, previo al botado de nuestro bote en el Club Náutico Rosario (Diciembre 1992) para largar la segunda etapa.

Roberto Nardini era “el loco”, apodo totalmente adecuado para una persona bohemia ciento por ciento, con gran expertiz en la mecánica, y con un bagaje de historias propias, respuestas y comentarios desopilantes que dejaban a cualquiera sin respuesta, y en la mayoría de las veces, con una sonrisa o carcajada. El “Loco” era un personaje locuaz. Amado por muchos y no querido por otros en el ambiente; Roberto no tenía medias tintas ni ese dejo de diplomacia. Decía las cosas como le salían. Le gustaban las aventuras, las regatas de largo aliento, su experiencia y sus anécdotas en las bajadas del rio Ebro, en España fueron increíbles. Roberto disfrutaba de las salidas, la navegación, las carreras, la buena mesa y las reuniones. Era feliz en ese campo. Cuando se terminaba la acción, refunfuñaba como un chico que lo mandan a dormir temprano, se convertía en una persona arisca y allí empezaba, en forma automática a programar otra regata, prueba o salida, para volver a ser el mismo. Eran como dos personas en una. Podría escribir mil notas de anécdotas que rayan en el delirio, divertidas y otras para pensar.
Alberto era su contrapunto. “Chucho” para los amigos, era quien moderaba las situaciones, quien llevaba el ordenamiento de la empresa. No eran dos almas gemelas, pero las sociedades muchas veces así funcionan. Alberto fue mi amigo. Con él compartíamos más tiempo dándo forma al astillero y a los modelos propios que comercializaban, en las aprobaciones y parte técnica. Teníamos grandes charlas, incluso la última que compartimos que nunca jamás olvidare en mi vida. Alberto compitio en categoria Turismo, OE, Gomones, Semirrigidos y en Offshore. Hasta no hace mucho, aun recordábamos esos tiempos. Ambos acordamos ser agradecidos de la vida por haber podido hacer, en los años pasados cosas que nos gustaban, en referencia a las regatas: la vida nos permitió ese privilegio, el de los dioses, el de navegar.
Roberto y Alberto decidieron abrir su negocio y seguir por caminos diferentes. Alberto siguió con el astillero hasta el día de hoy, asistido por su “Sol” más amado, su hija. Roberto, con más años a cuestas, siguió con algunas ventas, reparaciones y otras locuras, pero su salud comenzó a jugarle en contra. El 6 de septiembre el “loco” decidió zarpar. Alberto también estaba navegando una tormenta desigual, capeando duros temporales con su salud. Hace apenas un par de días, el 19, Alberto tomó el timón de su última travesía. Ambos socios y amigos de antaño no supieron de su destino común.
Si pudiera escribirles a ellos lo que siento en este momento desde este lugar especial donde estoy, le agradecería al Loco por lo que aprendí de náutica a su lado; por la diversión constante y las anécdotas que me quedan grabadas en mi mente, y pedirle disculpas por las veces que no entendí que era una persona que necesitaba afecto constante; por no poder hacerle entender que la vida tiene responsabilidades que se deben cumplir y que no podíamos todos estar atados a la diversión eterna e infinita. Muchos te quisimos a nuestra manera y lo haremos siempre. Y a vos Alberto… un gracias eterno por una honesta amistad, por tanto laburo juntos y esas discusiones técnicas que nos sacaban de eje… pero sobre todo por algo que convenimos en nuestra última charla: “hicimos todo lo que pudimos, pero bastante de lo que quisimos”.
Sería bueno intentar olvidar la tristeza y aprender de otras culturas a despedir a nuestros seres queridos celebrando su pasaje por la vida. Honrar su existencia, transmitiendo lo bueno que ellos hicieron, evocando todos y cada uno de los buenos momentos logrados a través del paso del tiempo. Conservo en mis retinas las mejores historias: estas fotos, mi tributo.
Roberto y Alberto, los extrañamos: Y sean nuestro faro cuando nos toque partir.

barcos@barcosmagazine.com

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