EDICIÓN IMPRESA: PSICOLOGÍA – Resiliencia o capacidad de superación
El concepto de resiliencia proviene de la física y alude a la propiedad de los metales de resistir fuertes presiones recuperando su forma original.
Con el tiempo su uso se ha extendido a distintos ámbitos, desde la física y aplicado hasta el ecoambientalismo, pasando por la psicología y la sociología entre otras. No pretendo precisar y delimitar los conceptos dentro de cada marco teórico sino alumbrar algunas diferencias en el uso del término “resiliencia” y en los efectos de su uso en la subjetividad humana.
Es posible que la proliferación de esta expresión resurja como un modo de nombrar una salida de la angustia de lo desesperante ante lo inesperado: accidentes ambientales, guerra, pandemia, cambios económicos.
“Fisis” viene del griego y significa naturaleza. El objeto de estudio de la física es comprender la naturaleza y tratar de ordenar el amplio campo de los fenómenos tal y como aparecen ante la observación humana.
Para la física, la resiliencia es una propiedad de los metales y, aunque nuestra subjetividad vale oro, no estamos hechos de metal, y menos aún de hierro. Por eso la diferenciamos de la resiliencia psicológica que es un proceso y no una propiedad.
Por su parte la psicología, estudia el comportamiento individual entendido como las interacciones de adaptación del individuo con su medio.
En este momento histórico no necesitamos de esa adaptación al medio, porque ya conquistamos el fuego y tantas otras cosas y sin embargo…
Por eso diferenciamos de la psicología al psicoanálisis, cuyo objeto de estudio es el inconsciente y la potencia deseante que el inconsciente provoca. El psicoanálisis no consiste en que las personas se adapten a la realidad sino que la resistan, cuestionandolá y cuestionando los ideales de la cultura que generan malestar y tienden a sofocar su potencia creadora.
Cuando una exigencia de superación se vuelve obligatoria, cuando esta exigencia es producto de la idealización del “tú puedes”, de ganar y no perder, de tener y ser más, más exitoso o más poderoso, como reza la autoayuda, tendríamos que estar advertidos de ser aplastados por lo mortífero que nos habita. Encuentro con lo mortífero que la palabra acota y para eso, hablamos de estas diferencias.
El rendimiento utilitario y los éxitos son ideales del sistema social que calan hondo en nuestro anhelo de ser aceptados y amados, pero ¿a qué costo?.
Es habitual ver en los deportistas de alto rendimiento una guerra interna entre lo mortífero y lo vital. Son felices en su disciplina a pesar de algunas veces lesionar su cuerpo. El placer de responder al éxito es para algunos de ellos más fuerte que el dolor, y a veces hasta el dolor mismo les resulta placentero, lo que nos permite pensar cómo se entrelazan dinámicamente en nosotros la vida y la muerte. Sometidos a una exigencia superyoica que pide más renuncias y sacrificios, resulta más fácil verlo en los otros o allá lejos, que en nosotros mismos. Aunque nos horroriza la muerte, la llevamos con nosotros intrincada a cada paso.
La adversidad es parte de la vida y la capacidad de superación implica un trabajo de elaboración de aquello que ocurrió y nos marcó, relativo a la historia de los objetos de amor y de deseo. Son procesos de pérdidas y elaboración de duelos, que propiciarán el encuentro con lo nuevo y en muchos casos, el reencuentro con aquel deporte, desde un lugar renovado, más vital y potente. La adversidad es azarosa y frente a ella, cada sujeto responderá, se desarmará y rearmará desde ese posicionamiento subjetivo singular de acuerdo al trabajo que haga con su alma. A ello se debe la práctica del psicoanálisis.
La capacidad de superación de lo inesperado o adverso, radica en esa decisión singular que necesariamente ha de pasar por la pérdida, la angustia y el deseo. Cuando hablamos de deseo, no nos referimos a los anhelos, sino a ese movimiento vital que agita el alma y fluye creativamente, a eso llamamos deseo.
cecilia.lavalle@gmail.com
Psicóloga UBA- Psicoanalista