EDICIÓN IMPRESA – Psicología: ¿Qué lugar tiene el reconocimiento en el ser humano?
¿Para qué quiere el hombre ser reconocido?
Lo que hay en juego en el reconocimiento, es lo que llamamos “sentimiento de sí”, propio de la constitución fundamental de la subjetividad y de la existencia.
Es lo que busca el pequeñito en la mirada de su madre, cuando su prematuración aún le impide sentir su cuerpo como propio.
La recuperación del sentimiento de sí a través del reconocimiento de otro resulta indispensable, ya sea por situaciones en las que la subjetividad no está aún constituída, o porque se va precarizando hacia el final de la vida.
Lo vemos cuando irrumpimos en la soledad un poco extraviada de los adultos mayores, y advertimos en su rostro la emergencia de un brillo vital. Lo hemos visto también en pandemia, al acercarnos a la persona confinada en una internación prolongada, esa alegría del encuentro ante la mirada de un otro que le devuelve el reconocimiento y sentimiento de su propia existencia.
La búsqueda de aprobación y la cultura de la mirada que promueven las redes nos lleva a interrogarnos. Parecería que si no nos dan “likes”, no existimos. ¿Es tan así?.
La subjetividad de la que hablamos se va desplegando entre una madre deseante de su niño, y un niño que se afirma en ese deseo materno, en movimientos repetidos y alternantes de alienación y separación. Pero es sobre el trasfondo de un vacío, de una falta, y no sólo de la fusión entre ambas partes, que ese niño será un sujeto deseante.
El niño necesita ser reconocido en su diferencia para ese otro que es incompleto y por eso lo deseó y puso su cuerpo, su amor y su lenguaje, para llegar a estar vivo realmente en un deseo propio, un deseo progresivamente autónomo e independiente de su madre. La necesidad de “likes” tan presente en estos días, es parte de un momento de separación que no sólo se da en los adolescentes, y es parte de los rodeos de la vida. Partimos del carácter irreversible de enajenación o alienación pero también de separación y soledad para poder reconocernos en nuestra propia vitalidad.
Qué ocurre cuando los niños nos piden que contemos el cuento que ya hemos contado, y se enojan cuando no lo contamos igual. Se enojan porque hay allí una falta, una diferencia, y querrían permanecer en esa repetición estable, fija, e inmutable de una completud tan buscada y tan inalcanzable como imposible. Es que no es posible contar el mismo cuento, porque el momento es otro, ¡y nosotros también!. Como diría Heráclito, uno no se baña dos veces en las mismas aguas.
El sentimiento de sí es también el del artesano anterior a la revolución industrial y su sustitución por el trabajo en serie, que recrea genialmente Charles Chaplin en “Tiempos Modernos”. Hasta entonces, lo que el hombre producía en los talleres era artesanal, creaba su producto desde el principio hasta el final. Su obra le reflejaba su sentimiento de sí, él se reconocía en su obra. Luego, la aparición de la máquina permitió hacer más productos en menos tiempo, el trabajo se organizó en las fábricas, con movimientos repetidos y estereotipados que ya no permitían al trabajador el reconocimiento de su capacidad creadora. Lo que se produjo fundamentalmente fue una sobrevaloración del capital en detrimento de la subjetividad del artesano, y no se trata de subestimar al capital sino de reconocer al deseo como motor de la vida. Advertimos entonces que, quererlo todo sin medida, querer siempre más allá, termina inevitablemente en el dolor y la historia da prueba de ello.
De la lucha por el reconocimiento del deseo surge la verdad del hombre, y aunque el otro se vuelva un intermediario necesario en algunos momentos, será un trabajo llegar a reconocerse en la propia vida como el artesano en su obra.
Luego de muchas fusiones y separaciones, algunas personas llegan a construir ese reconocimiento que el psicoanálisis llama sentimiento de sí, prescindiendo en una buena medida de la aprobación esclavizante de un otro. Lo que entonces se produce es un alivio y una libertad mayor que empuja al encuentro de lo nuevo.
Lic. Cecilia Lavalle
Psicóloga UBA. Psicoanalista.
cecilia.lavalle@gmail.com