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EDICIÓN IMPRESA – PSICOLOGÍA: Lo Posible ante el Desamparo

Nacemos tan desamparados, que el primitivo reflejo de succión se extingue rápidamente si otro no nos acoge con su cuerpo y su palabra, y por esto decimos que el desamparo es estructural en los seres humanos.

Decimos que en el principio fue el verbo, porque antes de que un niño pueda decir alguna palabra, es articulado por las fantasías de sus padres siendo afectado en su cuerpo por marcas de amor, indiferencia o agresividad.
El desamparo moviliza un movimiento llamado deseo, movimiento que parte de una falta y se dirige a otra falta y por eso decimos con el poeta, que “…no somos lo que tenemos, sino lo que nos falta.”
Esas primeras marcas, guiarán nuestros caminos de acceso al otro en el lazo social, al semejante en el que reconocemos lo más propio, y al prójimo en el que depositamos una cierta ajenidad, como la diferencia que nos trae el extranjero, el extrapartidario, o el de la otra parroquia, como decía Freud.
Cada vez que la realidad nos golpea con lo indecible de la soledad, la enfermedad o la amenaza de muerte, respondemos con ese núcleo de nuestro ser que una vez fue arrojado como un objeto más a un mundo de objetos, volviendo al desamparo.
Así, el lazo social nos reencuentra en el amor al semejante como si nos viéramos en un espejo, pero también nos coloca en posición de arrojar afuera las diferencias, obstaculizando nuestra integración de lo más humano, del sexo, de la vida y de la muerte.
El lazo afectivo que nos lleva a encontrar a otros, estará marcado por aspectos que fueron reconocidos y aceptados por nuestros padres o por aspectos que fueron rechazados, sofocados o reprimidos. Estos aspectos sofocados, reaparecen generando conflictos en nuestros lazos con los otros, impidiéndonos ver que todo encuentro es un reencuentro con aquello que una vez fue reprimido.
El ser humano en su desamparo apela por su estructura a un otro que lo salve, un padre, un estado, o un mercado. Un otro que aunque no exista, insiste en nuestra demanda de ser auxiliados.
No nos salva la lógica neocapitalista que esconde la basura bajo la alfombra del prójimo, porque va en contra de lo colectivo y no nos salvaremos de a uno.
No nos salva la lógica del mercado que promete satisfacciones que engañan y confina vacunas como mercancía de élites.
No nos salva la lógica del amado que aguarda cegado y pasivo la caricia del amante.
No nos salva el amor idealizado ni la batalla constante.
Cuando el amor es pensado como ideal o garantía, termina convirtiéndose en un mandato negador de la propia fragilidad y agresividad, y ésta se vuelve contra nosotros mismos.
Ubicado lo imposible, podemos situar lo posible.
Nos salva la lógica de la palabra que bulle en nuestros cuerpos y hace al lazo social. Nos salvan las diferencias que nos hacen nuevos, y el valor de atravesar los miedos y la angustia frente al desamparo. Nos salva un amor que cuestione. Eso, es posible que nos salve.

Lic. Cecilia Lavalle
Psicóloga UBA. Psicoanalista.
cecilia.lavalle@gmail.com

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