EDICIÓN IMPRESA – Ensalada de rizos, tangón y enrollador: IZARRA POR EL MUNDO
Veníamos en popa a 7 nudos y en las barrenadas el Izarra aceleraba tocando los 9
La mayor a tope, abierta y con retenida sobre estribor y la genoa 2 tangoneada a babor. Cuando el anemómetro marcó 23 nudos más o menos constantes, el barco empezaba a tener una tendencia a querer orzar. El pronóstico era que el viento iba a seguir subiendo y como ya estábamos cerca de Río de Janeiro, decidimos directamente arriar mayor. Las opciones eran:
1- trasluchar la mayor y orzar.
2- trasluchar la genoa y orzar.
Descartamos la primera opción porque la mayor venía portando fuerte y no aflojaba casi nada en las barrenadas.
Tampoco seguimos la segunda alternativa para no dejar el pasadísimo tangón a barlovento golpeando la jarcia. Podríamos tener una retenida de tangón hacia popa y hacia a proa pero por ahora creemos que es demasiada cabullería para maniobrar nosotros dos. Ya tenemos suficiente con lo que hay y nuestros hijos de 4 y 5 años. Además, trasluchar la genoa requiere de una persona en proa ayudando a la vela a pasar por delante del enrollador de trinquetilla, donde siempre se engancha, la vela se engloba y el tangón se ensaña con el proel que hace lo que puede en precario equilibrio. Todo esto con el piloto automático al mando ya que el otro de nosotros se ocupa de las escotas de genoa en los molinetes. Mientras, los chicos inevitablemente se asoman por la escotilla para ver qué pasa. Todo muy lindo.
Con todo esto en mente, optamos por enrollar la genoa, guardar el tangón en su lugar -vertical, contra el mástil- y orzar hasta un través. Bajamos la vela y cuando quise derivar, nos habíamos quedado sin gobierno. Abrimos genoa, derivamos, la trasluchamos y volvimos a poner el tangón. Todo muy desprolijo y mientras la ola dio de costado, bastante incómodo.
Me quedé inquieta. Tiene que haber una forma mejor, pensé. Le pregunté a Google y leí varios artículos de navegantes más experimentados en la nave-
gación con tripulación reducida.
¡Resulta que se pueden tomar rizos y hasta arriar la mayor en popa redonda sin alterar el rumbo!
Primero que nada, es muy importante que la botavara tenga una retenida hacia un motón en proa y que luego vuelva al cockpit. También debe estar el amantillo en el penol (o en su defecto un vang rígido que sostenga la botavara). De esa forma nos aseguramos que cuando baje la mayor, la botavara no se zangolotee de banda a banda y no caiga sobre cubierta.
Segundo, hay que filar un poco la retenida y cazar un poco la escota de la mayor para alejar la vela de las crucetas y obenques.
Luego hay que filar un poco el vang para abrir la baluma y liberar presión.
Es recomendable tener un cabo atado a la argolla del rizo en el gratil para poder tirar hacia abajo. Nosotros tenemos un cabo con un gancho tipo S y parados sobre un escalón en el mástil, logramos engancharlo al siguiente rizo a tomar.
También es muy útil tener la driza previamente marcada en los puntos para cada mano de rizo.
Con todo listo, liberamos 50cm de driza (no más para que la vela no se englobe derramándose sobre los obenques y crucetas) y cazamos con molinete el rizo, primero en la amura y luego en el pujamen. Volvemos a filar un poco la driza y a cazar los cabos del rizo. Repetimos el proceso hasta poder enganchar la argolla en el cuernito de la gancera.
Es un proceso lento pero, como el barco sigue navegando en popa con la genoa tangoneada en la banda opuesta, todo está estable y no hay apuro.
Nuestro otro descubrimiento fue respecto a los cabos de los enrolladores. Para muchos probablemente será una obviedad pero a nosotros nos tomó más de 1200 millas darnos cuenta…
Teníamos el cabo pasado por motones en las bases de los candeleros hasta un motón doble a popa del cockpit donde los respectivos cabos de genoa y trinquetilla, pasaban dando un giro de 120 grados hasta un molinete en la brazola. El primer problema es que el motón doble no trabajaba bien, pero como quedaba Pro- lijo lo habíamos dejado así: ¡error! El segundo problema es que con ese ángulo cerrado en la dirección del cabo, se generaba mucha fricción. Resultado: ¡nrollar la vela se lograba sólo con molinete y mucha fuerza de brazos!
En una Epifanía repentina sacamos el motón doble, también el del siguiente candelero hacia proa y ¡voilà! ¡Ahora enrollamos con poco esfuerzo tirando directamente del cabo, sin molinete!
Por: Virginia Britos