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EDICIÓN IMPRESA – Don Federico Contessi: Una vida de esfuerzo y trabajo

El 23 de junio, a sus 93 años nos dejó Don Federico Contessi, fundador del Astillero Naval Federico Contessi y Cía.

Con una ejemplar vida de esfuerzo y trabajo, este destacado empresario deja toda una dinastía que es emblema en Mar del Plata.
Vaya nuestro homenaje de su innegable labor en las palabras de su hijo, Domingo “Vito” en la entrevista que tuviera Barcos en el mes de abril 2021:
“El Astillero es una empresa netamente familiar creada por mi padre Federico, un inmigrante italiano. Su padre y familia eran pescadores de un pueblito del Adriático, San Benedetto del Tronto. Vinieron a la Argentina en la década del ‘20 y se quedaron enamorados de la ciudad y su potencial.


Mi abuelo regresa a la Argentina en 1931, dejando en Italia al resto de la familia, entre ellos a mi papá, de apenas 40 días. La idea era juntar algo de dinero y traer a toda la familia para Mar del Plata. Mi abuela tejía redes de pesca y sus tres hijos eran infantes, así que dependía de las remesas que llegaban de la Argentina. Pero las sucesivas crisis y luego la segunda guerra mundial los terminó separando por más tiempo del previsto. Las remesas de Argentina se interrumpieron y los niños debieron comenzar a trabajar.
Durante la guerra la casa en la que vivían fue totalmente destruida por los bombardeos y los hombres se refugiaron durante 9 meses en una cueva que ellos mismos cavaron. Una historia dura pero muy interesante. La familia estuvo separada durante 16 años. Mi abuelo Doménico dejó un bebe de 40 días para reencontrarse con un adolescente de 16 años.


Mi abuelo quería que alguno de sus hijos fuera pescador. El mayor ya se había orientado en otra actividad y papá le dio el gusto. Siempre comentaba que fueron los 16 días más inútiles de su vida ya que se mareaba, no sabía hacer nada… a lo que su padre le pregunta qué sabía hacer.
Como él había aprendido el oficio de carpintero naval con sus tíos, le contesta a su padre que sabía trabajar en los barcos, así que lo dejó empleado con un español que tenía un astillero donde construían lanchas pesqueras.
A los 6 meses papá, con apenas 17 años ya era el capataz del taller por lo que sabía, por su fuerza de voluntad… Él es una persona muy especial, todo lo que hizo lo hizo en base al trabajo, el sacrificio, una filosofía muy fuerte de trabajo, una persona muy particular, todo el tiempo estaba con el mameluco puesto en el taller, nunca en la oficina. Siempre fue un trabajador, no se sintió un empresario y así fue desde el primero hasta el último minuto en el que estuvo activo en el astillero.

A los 2 años de trabajar, el dueño del astillero le comunicó que no le pagaba más si no se independizaba, pero igual siguió 7 meses sin cobrar, hasta que se dio cuenta que su patrón lo decía en serio y se vio obligado a iniciar su propio emprendimiento. Como no disponía de dinero para pagarle, le entregó herramientas y maderas. La familia tenía un terreno donde guardaban las herramientas mientras reparaba otros pesqueros y compraron una pequeña lancha para arreglar. Cada vez que cobraba, iba y compraba madera y herramientas. La gente asombrada le preguntaba para qué hacía ese acopio de madera a lo que él respondía que “algún día iba a hacer un barco».

Esa oportunidad la tuvo en 1959/60 cuando le proponen hacer un barco y no empezó con un barquito, ¡fue el mayor primer pesquero de altura que se construyó en Argentina y de madera! En simultáneo, el Astillero Mestrina, sobre el Luján botó un barco pero de acero de esa misma medida, 22/23 metros de eslora.
Para ese emprendimiento, mandó a buscar de su pueblo a su primo y a un amigo, formaron una sociedad que se llamó “La Juventud” en honor a la edad de sus componentes que empezaron a los 19 años. Y desde ese momento, el astillero nunca paró, al comienzo construyendo barcos en ese terreno donde ahora hay un edificio, pero a 4 cuadras del varadero público. Cada botadura era bastante engorrosa, porque había que trasladar el barco por más de 500 metros de terreno baldío hasta el varadero.


En 1963 y luego de botar el 3er barco, papá se dio cuenta que no podía seguir de esa forma y fue a la autoridad portuaria para pedir en alquiler un lugar con acceso al mar, que es donde estamos actualmente. El terreno era un descampado, no había absolutamente nada, se usaba para rellenar con los residuos del dragado. Se le otorgó el predio por un plazo de 10 años renovables, pero con el compromiso que si debía devolverlo era sin construcciones, tal cual lo había recibido.
Allí se construyó el primer varadero privado de la costa atlántica donde se construyeron y botaron otros 16 barcos. Hasta que el 2 de febrero de 1974, mientras estaban fumigando se incendió el astillero y se perdió todo. Lo único que se salvó fueron los barcos que estaban en reparación y uno que estaba en construcción. Como el viento soplaba del noreste el varadero y todo lo que estaba fuera de los galpones se salvaron. ¡Era todo madera!
En ese momento se reformularon varios aspectos y se pensó que había que construir los barcos en otro material, acero naval, más que nada porque en ese momento no se conseguía la madera que se quería, que era curva y la traían de Paraguay. Ese país había puesto una limitación y solamente pasó a exportar madera en tablones. Los diseños de los primeros 19 barcos de madera, muchos de los cuales aún hoy siguen navegando y pescando, habían surgido de la cabeza de papá, que era autodidacta”.
Pero Federico no sólo fundó una empresa, también creó una gran familia. Se casó con Leonilda Novelli (1934-2013), tuvo 4 hijos, 6 nietos y 8 bisnietos. Fue declarado ciudadano ilustre por el Consejo Deliberante de Gral Pueyrredón y también recibió el premio Truentum que es la máxima distinción de su ciudad natal. Por su parte la Repubblica Italiana lo distinguió con las órdenes de Cavallieri, Ufficiale y Commendatore. (Diario La Capital, Mar del Plata)

barcos@barcosmagazine.com

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