EDICIÓN IMPRESA – Astillero RIVIERA S.A. – 32º ANIVERSARIO
L’eterno sognatore
El astillero Riviera cumple sus primeros 32 años de existencia. Y nada mejor que un original homenaje a su fundador, Jorge Aragona, de parte de sus hijos Clara y Nico, quienes hoy, con la misma pasión QUE su padre son el brazo fuerte del astillero, implementando sin pausa muchos cambios generacionales que toda empresa experimenta a través del tiempo. Una charla memorable, con un enfoque diferente.
1991 fue un año clave para el amigo Jorge Aragona. Aquella visión y sueño recurrente de tener su propio astillero se había concretado: nacía Riviera S.A. Aquel joven emprendedor de 28 años tenía una sólida experiencia de trabajo, ya que era pasante desde los 16 años en astillero Pagliettini, de la mano de Don Oscar Pagliettini, su mentor, hasta 1983, donde una crisis económica –como siempre- forzó el cierre de esa emblemática marca de nuestra motonáutica; Paralelamente, Jorge estudiaba en el ENET Nº1 de San Fernando para recibirse de Técnico Constructor Naval, en 1982.
Luego del astillero Pagliettini, trabajó en el astillero Astarsa haciendo gala a su título y experiencia en obra, primero como calderero y luego en oficina técnica. Pero los barcos de trabajo no eran la pasión de Aragona: los barcos deportivos eran su debilidad y logró ingresar al astillero Tango, otro ícono de los yates argentinos. Jorge había comprado un terreno para construir un galpón, junto a su padre Felipe para hacer reparaciones y, si la suerte no era esquiva, su primer barco. Riviera era el nombre elegido en su sueño emprendedor.
Recuerdo perfectamente que al salir de la escuela donde tuvimos la suerte de estudiar juntos, Jorge salía raudamente a seguir con su galpón. No había tiempo para quejas, no había dudas, no había dinero, sólo pasión y trabajo. Realizó dos barcos en forma independiente: el “Arax” y el “Destriero”, con tan sólo 27 años de edad. Finalmente llegó la oportunidad, luego de ese aprendizaje duro y sin descanso. Y así nace el primer Riviera 42, de éxito contundente en nuestro estuario. Luego de varias unidades construidas y exportadas, otra vez un duro golpe económico -2001- hace que el astillero cierre y Jorge emigre a Italia, con un kit de su 42 pies. Redobló sus esfuerzos y rediseñó su barco para el astillero italiano Antago; nacía el Antago 48, muy bien aceptado justamente en el lugar más emblemático del diseño de yates. Aun viviendo en la tierra de sus padres, Aragona decide volver. Extrañaba su lugar en el mundo y volver a sus pasión: el delta y su astillero. Regresa en 2004 y encara desde cero el modelo Riviera 48, de prestigio rotundo.
Siguieron los proyectos del 80 y del 60 pies, realidades que lo posicionan como un astillero de gustos exquisitos para un público exigente. Jorge respetó, como pocos astilleros, potenciar sus barcos con la misma marca de motores (Volvo Penta), siendo el primero en instalar los IPS con doble y triple motorización, lo que le valió un gran reconocimiento. Aragona hoy sigue trabajando sin pausa, reinventando su propia empresa por estos días tan difíciles para nuestro país… esa eterna maldición en la que siempre estamos inmersos. Esta historia abreviada de un infatigable constructor de barcos tiene hoy un capítulo nuevo, tanto o más importante que su propia producción de barcos: sus hijos. Ellos son hoy el puntal del astillero. Y fueron quienes quisieron homenajear a su padre en sus 60 años de vida, por sus 46 años en el mundo náutico y 32 con el astillero, de esta forma, utilizando el romanticismo de contar algunos recuerdos ligados a los barcos. Clara y Nicolás se abocan hoy a las tareas diarias, en lo administrativo y en diseño/construcción respectivamente.
Clara Aragona: Papá nos traía al astillero los fines de semana para alimentar a sus perros y para mostrarnos lo que hacía. Siempre estaba alegre al abrir el galpón y ver los barcos. Nos explicaba con entusiasmo cada paso. Lo disfrutaba. El entusiasmo era contagioso, tanto al empezar un nuevo barco como al botarlo, eso era una celebración. Yo era bastante chica y tengo ese recuerdo marcado a fuego.
Nico Aragona: Yo estoy con las obras y la oficina técnica. Sigo a mi papá constantemente. El está en todo. Trato de estar delante de él en algunos temas, de interpretarlo para ver cómo quiere avanzar. Está todo el día y toda la noche pensando cómo mejorar y agilizar los procesos. Es un torbellino, nunca se cansa. Hice un proyecto de una casa flotante y ahí la ves, terminada. Papá diseño y construyó un motor home y ahora está con uno mayor, además de la reforma del Riviera 55. Es una usina de proyectos…
Barcos: Son conscientes de que el astillero hoy está en gran parte en manos de ustedes…
C.A: Lo sabemos, pero estamos trabajando en lo nuestro y hemos visto como papá se reinventó a partir de la pandemia. Eso nos impactó. Su confianza en el futuro nos moviliza.
N.A: Papá nos enseñó el culto del trabajo. Nunca nos dijo hagan barcos para ganar plata. ¡Nunca! Siempre da todo. Si vas a hacer algo, hacelo bien, sino no lo hagas, dice a diario.
Se suma a la charla Claudio Córdoba, quien siempre trabajó con Jorge en matrices y plástico reforzado y hoy es uno de sus principales hacedores. Nos relata: “Jorge nos contrató para hacer el modelo del “Arax”. Cuando lo vi dije… ¿este pibe tan joven dirige esto? Siempre trabajé con él, desde el inicio hasta hoy desde otro lado. Jorge logró en esos años armar un equipo de trabajo brillante… hicimos los modelos del 42 y todos los barcos hasta el 2001, donde la economía voló en pedazos (otra vez). Alguno de los que estaban en ese equipo fueron Carlos Olmos, Alfredo Ayala y Alfredo Sansano, buenos recuerdos. ¡Cuánto aprendimos y experimentamos! Jorge cumplió con todos y cada uno de nosotros. Un caballero. Persona de códigos. Cuando volvió de Italia, vino a buscarme y me muestra el proyecto del 48… “te quiero conmigo, venite” –me dijo-. Y empezamos otra vez. Traía ideas muy nuevas. No parábamos un minuto, sábados y domingos. Trabajaba a la par de cualquiera, sólo paraba para atender a alguien que venía ocasionalmente. Era el 2004/2005 creo. Siguió el 80, el 55 y luego el 60… más y mejores barcos.
La charla siguió regada de anécdotas e historias estimulantes, de esas que te dejan pensando un poco, en especial este tramo:
C.A: Papá disfruta de la obra, y que el cliente y su familia se involucran en la construcción, que todos vivan el barco y disfruten del proyecto. Es como que necesita que sientan al barco como uno más de la familia, que lo quieran de verdad, como lo siente él.
N.A: Quizás el día a día de un astillero sea complejo, pero el día de la botadura todo se vuelve claro, todo entusiasma y nos hincha el pecho, porque es nuestro trabajo, pero fundamentalmente es otro sueño de mi viejo que cobra vida. Creeme que es eso. Nunca vemos a papá tan feliz como cuando botamos un barco; disfruta internamente ese momento, pero enseguida empieza a pensar en el próximo.
C.A: Estamos en el astillero ayudándolo desde nuestros puestos de trabajo. Todo lo aprendimos de él y damos nuestro mejor esfuerzo a diario. Ya notamos que finalmente nos delega responsabilidades y definiciones propias… seguramente porque ha decidido tomarse más tiempo para él, pero para seguir creando, para seguir construyendo su sueño que ya es real desde hace más de 30 años.
Quisiera que agregues esto, si es posible, de parte de mi mamá –Ana- de Luji –hermana menor-, de Nico y mío: “Estamos orgullosos de vos, te decimos un gracias muy grande y quédate tranquilo, te estamos acompañando en tu sueño.
¡¡¡Felices 60 años!!!. ¡Esta revista y tu amigo Gustavo se suman a esos deseos!”
Texto y fotos: Gustavo Revel