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Crónicas del Rewilding

PATAGONIA AZUL, SANTUARIO DE BALLENAS

Dicen que un árbol que cae en un bosque no produce ruido si no hay quien lo escuche; del mismo modo, muchas veces pensamos que el mar es solo agua porque no hay quien esté observando su riqueza.

Cuando llegué a Patagonia Azul conocía solo algunos registros de fauna obtenidos por navegantes ocasionales, que solían visitar el lugar en épocas determinadas y con condiciones climáticas ideales. Poco a poco fui viendo que esta información, aunque muy valiosa, no estaba completa. Y lo noté principalmente con las ballenas, los animales más grandes del mundo.

Si bien existían registros de muchas especies de ballenas, eran considerados ocasionales, excepto los de ballena franca austral. Sin embargo, en pocos años me di cuenta de que lo ocasional era la presencia de observadores, no de las ballenas. La posibilidad de estar en el mar todas las semanas te regala encuentros inesperados, aunque algunos luego se vuelvan esperables.

Cuando cuento que vi una ballena me preguntan: ¿son las mismas que se ven en Península Valdés? Si, esas también. En cuatro años aprendimos que la región de Patagonia Azul recibe, cada año, al menos cuatro especies de ballenas. Y lo más interesante es que sus visitas son estacionales, con lo cual son predecibles. La adaptación de una especie migratoria a un sitio es el resultado de un proceso evolutivo, transmitido por generaciones. Esto convierte a nuestra región en un área fundamental para estas especies.

Es fácil ver la oportunidad que esto representa para el turismo de observación de fauna, pero no olvidemos su rol ecológico: cada ballena, durante su vida, captura mucho más carbono que un árbol. También son fertilizadoras, ya que al alimentarse en una zona y luego migrar, llevan nutrientes a áreas más pobres. Sus heces se convierten en el fertilizante para el fitoplancton, la base de la cadena trófica en el mar, lo cuál fomenta la presencia de zooplancton, peces, aves y mamíferos marinos.

Conocer para proteger: las especies de ballenas de Patagonia Azul

Entender por qué las ballenas visitan Patagonia Azul es el primer paso para poder protegerlas. Y como no podemos conservar algo que no conocemos, me parece importante describir cada una de las especies.

Quizá la más conocida en Argentina sea la ballena franca austral. Hasta le dedicamos un billete. Puede resultar extraña su cara por tener sus ojos a la altura de la boca y por las manchas blancas en su cabeza. Esos son callos, que se encuentran en los mismos sitios donde nosotros tenemos pelos (ellas también los tienen): arriba de los ojos, en la barbilla y en el bonete. Hoy sabemos que esta zona suele ser un lugar de tránsito, aunque hemos visto madres con crías refugiarse en las numerosas bahías de la zona, y hasta se han visto grupos de cópula.

La segunda especie —mi preferida— es la ballena jorobada. Sus largas aletas parecen brazos que danzan mientras nadan. Suelen ser conocidas por sus cantos elaborados. Para conocerlas más comenzamos a armar un catálogo, aprovechando que cada individuo de esta especie presenta patrones únicos de coloración en sus aletas caudales, como una huella digital. En dos años pudimos registrar sesenta y siete individuos entre octubre y marzo. Dos de ellos fueron registrados también en otros sitios, uno en Brasil y el otro frente a Ushuaia. De a poco vamos conociendo más sobre su distribución.

La tercera especie es la ballena minke. Es la más chica que se ven en la zona y aun así supera los siete metros de longitud. Son veloces y no tan curiosas como las dos primeras especies, mientras que su presencia es la más impredecible y suele asociarse a la cuarta especie, la ballena sei.

La sei es la tercera especie de ballena más grande que aún vive. Son veloces y vienen a Patagonia Azul cada año a alimentarse. Desde diciembre hasta julio es fácil ver, desde la costa, sus soplidos, como mini volcanes en erupción, nubecitas de más de diez metros de altura, cada vez que respiran. Durante seis meses, cientos de individuos utilizan esta zona para alimentarse.

¿Cómo no pensar en Patagonia Azul como un santuario para las ballenas? Albergando tantas especies, durante todo el año. Siendo un sitio que cumple con sus necesidades de alimentación, reproducción y descanso. Tenerlas acá es un regalo para quienes disfrutamos verlas. Pero también, un compromiso. Las herramientas existen, debemos implementarlas: grandes áreas marinas protegidas, con el mayor grado de protección posible, para cuidar no solo a las ballenas sino también a todo el “bosque” que existe aunque no lo veamos.

Por: Luis Beltramino

Lucas Beltramino es licenciado en Ciencias Biológicas, buzo profesional y navegante. Participó en el Programa de Monitoreo Sanitario de la Ballena Franca Austral durante seis años, cuando también se desempeñó como instructor de navegación a vela. Actualmente coordina y lleva a cabo las tareas de rewilding en el proyecto Patagonia Azul.

barcos@barcosmagazine.com

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