Es lo que permite salir a navegar o no, dicen algunos…; es el modo en que percibimos lo que nos ocurre.

Es eso que siempre se posterga; o eso que siempre falta. “El tiempo es oro”, dicen los más utilitarios; “tiempos eran los de antes”, se escucha por ahí a alguno que en su memoria saborea un caramelo “Media hora”.
Parece como un fluido en el que nos desplazamos, o un movimiento constante de pulsos como en la música. Pero cómo cuesta entrar en ritmo!, como le ocurrió una mañana a Violeta, cuando su padre al acomodarse en el coche para llevarlos al colegio les avisó, “salimos en cinco minutos”, miró con impaciencia el reloj y al ver que habían transcurrido diez y Violeta no llegaba, partió. Ella lo oyó alejarse, aunque incrédula, se peinó una vez más frente al espejo y salió a la calle comprobando que su padre la había dejado. Violeta, caminó ocho cuadras esa mañana fría, tomó un colectivo y llegó a su escuela sana, salva, y con su reloj en hora.
Entrar en el ritmo del orden social, de las horas, minutos y segundos es una ardua tarea para todos, que no viene dada naturalmente y hay que producirla a través de la palabra.
Desde la física, la categoría de tiempo es teorizada por Einstein en 1905, en la llamada teoría de la relatividad. Allí se hace inseparable del espacio formando un contínuo espacio-tiempo. Einstein demostró que lo que para alguien mide un segundo, para otro que está a gran distancia en el espacio exterior, no medirá lo mismo. A mayor gravedad, el tiempo pasa más lento, y a menor gravedad o sea más lejos del centro de la tierra, pasará más rápido: El tiempo se estira, se contrae y se deforma en el espacio.
En España cuando alguien pide un vaso con agua, el mozo pregunta, “¿Cómo la quiere, fría o del tiempo?”. “Del tiempo”, allí se refiere a lo natural, pero ¿qué es lo natural para la subjetividad humana?. En el mundo de los seres hablantes somos habitantes del pasado porque la palabra es su re-presentación. Palabras que marcan textos en los cuerpos, que se actualizan en el presente, superponiéndole al tiempo del contrato social otra lógica: la atemporalidad del inconsciente, una estructura temporal de un orden más elevado.
¿Por qué más elevado?, porque aprendimos a separar el tiempo en tiempos verbales: pasado, presente y futuro y sin embargo comprobamos que una palabra, una frase, una mirada del presente actualizan una marca de nuestro pasado. Marcas, huellas, que hasta no hacerlas texto y descifrar su sentido, siguen presentes en escenas actuales, haciéndonos decir una vez más, “¡¡¡¿Otra vez la misma piedra?!!!”
A veces creemos que la intuición, como modo de la receptividad del tiempo es algo que viene del más allá, Dios, de alguna fuente de sabiduría suprema, o de un río de conocimientos ajeno y distante de nosotros mismos. Aunque también existe la posibilidad de pensar que lo que llamamos intuición, tiene relación con el acervo de representaciones inconscientes que tiene cada persona respecto de su historia y que se actualizan en el presente y sirven de pre-texto para un futuro posible.
En definitiva, el tiempo es algo subjetivo. Nadie podría decir en nombre de todos nosotros qué es el tiempo. Por eso la pregunta se vuelve para mí indispensable, para Ud., ¿qué es el tiempo?.