Seis navegantes mendocinos cruzaron el Atlántico y siguen la aventura en Europa
Seis mendocinos enduristas, del grupo Sin rumbo, cruzaron el Atlántico desde las Antillas hasta Europa en un duro mes de navegación, complicado por el viento
Hace casi dos meses, seis mendocinos destacados decidieron afrontar una inusual aventura: cruzar el Atlántico en un catamarán Lagoon 440. Dejaron los parajes desérticos de nuestra montaña y encararon -viento en contra- la travesía. Hoy ya están en Europa buscando nuevos desafíos.
Marcelo Parmeggiani, Pablo Patti, Sebastián Venturin, Mariano Lanzilotta, Valentín Labanca y Eduardo Romani, autodenominados los Sin rumbo, pudieron atravesar el océano que separa nuestro continente de Europa y llegar a la islas Azores, donde dieron técnicamente por finalizada la travesía el 27 de abril.
El 27 de marzo iniciaron la singladura, y tras hacer un período de adaptación navegando por Centroamérica, partieron desde las Antillas Menores rumbo a Cádiz o Gibraltar. Pero el viento fue el enemigo permanente -por falta o exceso-, complicando el periplo, hasta que llegaron frente a Portugal, a las islas Azores, y decidieron dar por cumplido el viaje.
El mar y el viento les cobraron un duro peaje
El otro enemigo de varios tripulantes mendocinos fue el llamado «mal de mar» -mareo persistente- y el hecho de navegar en contra de los vientos predominantes en el Hemisferio Norte, alargó por demás el viaje. Por ello, en vez de Cádiz, España, dejaron el pequeño catamarán que los llevó, en el archipiélago portugués.
«La verdad que este viaje no para de sorprenderme. La navegación en el velero fue algo maravilloso, salió todo de primera, aunque tuvimos algunos problemas. Uno de los chicos -Mariano- se enfermó y estuvo delicado todo el viaje. No paraba de vomitar y se debilitó mucho. Yo también estuve varios días mal. Fue duro, como estar en un lavarropas permanentemente», detalló Marcelo Parmeggiani, el vocero del grupo.
«Los vientos no estuvieron de nuestro lado, lo sabíamos y era el desafío mayor, y según el capitán (navegante contratado y único marino experto del grupo), éste ha sido uno de los cruces más difíciles que ha tenido», agregó Marcelo en un breve diálogo cercenado por la mala comunicación.
Respecto a la navegación dificultada por el clima, especificó: «En 30 días hicimos el cruce, pero al llegar a las Azores, diez días después de lo previsto, y nos recibió un tifón, así había que esperar una semana más. A esto se le sumaba los 15 días que íbamos a tardar en llegar a Gibraltar, y se nos iba a duplicar el tiempo. El plan ya estaba cumplido, así que por 30 euros nos tomamos un avión a Portugal».
Luego completó: «Como Mariano estaba medio deshidratado, dimos por concluido el viaje y él único que siguió en el barco hasta España con el capitán, y dos catalanes que se habían sumado al viaje en las Antillas, fue Eduardo (Romani), que quería ir a ver al hijo a España».
Trabajando en Europa sobre un nuevo «rumbo»
Pese a la dureza de la travesía, Parmeggini destacó la felicidad del grupo de Los sin rumbo por haber cumplido el objetivo: «El viaje duró 30 días, derivamos más al Norte de lo que esperábamos, pero ya estamos felices y en tierra firme, trabajando en el próximo proyecto».
El grupo de mendocinos, enduristas, ya está en los Alpes italianos, disfrutando de un refugio de montaña prestado por un amigo, y buscando completar el segundo objetivo del proyecto Sin Rumbo, que es comprar motos para el año próximo lanzarse a hacer un raid por el desierto africano.
«Aquí en Italia se nos está haciendo imposible comprar la motos que queríamos, que cuestan cerca de 500 euros y hasta 1.000 euros, pero al no ser residentes, no podemos. Nos dieron el dato de que se podrían comprar en España, un poco más caras, y hacia allá nos vamos esta semana», explicó el aventurero mendocino.
Para concluir, Marcelo Parmeggiani destacó la repercusión que tuvo en las redes sociales la noticia de la aventura, y han sido muchísimas las personas que le han ofrecido ayuda. «Desde que llegamos no hemos pagado un hotel, la gente nos recibió con los brazos abiertos y nos ofrecieron sus casas, como este amigo que nos facilitó el refugio alpino donde estamos», celebró Marcelo.
Agregó luego, a modo de epílogo: «Este amigo italiano nos ofreció guardar las motos aquí para la aventura del año próximo, por el tiempo que necesitemos, así que ya estamos trabajando el el próximo proyecto».
Fuente: Raúl Adriazola – diariouno.com.ar