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Nuestra industria náutica post pandemia

Inicia una temporada atípica en la tierra de “nunca jamás”. Lo que la pandemia nos deja como experiencia, enseñanza y sacrificio. Un recorrido profundo del ambiente y lo que se vendrá.

Texto: Gustavo Revel.

Un año atrás, jamás imaginamos – usted lector y yo – que el 2020 sería un año para olvidar. Tal vez algunos puedan celebrar que fueron inmunes al Covid, que no es poco, o aquellos que hicieron algún negocio excelente en este período, o pudieron trabajar bien mientras todos estábamos dentro… lo real es que la mayoría la pasó bastante mal, sea en salud o económicamente hablando. El mundo también ha tenido cambios profundos y siguen pasándola feo; esto no fue gratis para nadie pero, de eso ya se habló mucho: hablemos de nuestra náutica hoy, iniciando la temporada estival 2020-2021.

Todos los astilleros deportivos cumplieron con la cuarentena obligatoria desde sus inicios. Poco a poco (dos o tres meses después), se empezó a intentar conseguir abrir parcialmente – con infinitas negociaciones y protocolos propuestos-  para terminar sus construcciones pendientes, y nuevamente, reinventarse a lo que se venía venir: una economía virtualmente estancada, con un cambio de moneda fijado, y un dólar libre fluctuante siempre con amplia brecha por encima del oficial.

Fabricantes de lanchas pudieron ordenar sus procesos, comprar material y programar sus ventas que fueron, en general, muy buenas, a sabiendas que con un dólar oficial  bajo y en principio, sin faltante de materias primas base, la ecuación pudo mejorarse en favor del cliente que se inicia o quien quiso cambiar su embarcación. Pero, la alegría no fue eterna pues la importación de motores –fuera de borda e internos-  quedó bastante relegada, sea por venta del stock local ante la gran demanda o por las dudas de sus representantes, ya que los procesos de importación comenzaron a tener restricciones o, en otros términos, no existe ninguna garantía que cambien las medidas impositivas de la noche a la mañana y no permitan estos ingresos, o lo hagan a un valor de dólar libre. Nadie sabe a ciencia cierta que pasaría. El valor de los motores es bastante fluctuante pero, si hay motores a precio cerrado y garantizado, la producción hoy seguiría en marcha por todo el 2021 al menos.

Para el sector de cruceros las cosas tomaron otro dimensionamiento y tiempos. Se realizaron algunas operaciones, aunque la motorización fue el factor determinante, con algunas operaciones stand by.

Para todos los casos, estamos hablando del mercado local, a ese pequeño 0.4 % de la población toda que gusta de la náutica y tiene embarcación, sin distinción de eslora, antigüedad, valor o dimensiones.

Paralelamente a esta sinopsis de lo acontecido, hubo bastantes cosas inverosímiles: la no apertura del río fue demasiado extensa en Buenos Aires, hubo muchos barcos con problemas, botaduras atrasadas y sucesos que no repercutían con el tema pandemia, pues los protocolos y la cantidad de gente era reducida para esos movimientos. Por otro lado, las demoras de la Prefectura Naval en su área Registro de Buques fue y es de hacer notar. El ambiente sostiene, y adhiero a ello, que es imposible que un trámite de compra o transferencia de una embarcación, un bien registrable que tributa impuestos, no tenga certeza de tiempos para finalizarlo: meses o años se computan con similar desencanto para aquellos que quieren tener la documentación en orden. Sería bueno que alguien tome este tema en serio, ya que las matriculaciones en este período de pandemia se fueron acumulando en forma creciente, además de los expedientes demorados en curso. No hay más excusas. Que alguien tome nota.

Respecto a los usados… el mercado se reacomodó debido a la demora de las entregas de nuevas unidades. Algunos usados buenos se vendieron muy cerca del precio de uno nuevo. Otras operaciones fueron mejores en cuanto a oportunidad y gente que quiso salir de la náutica por razones diversas, de fácil entendimiento hoy.

Los restylings  y puesta en valor de barcos y lanchas es hoy una de las mejores ecuaciones. Cientos de barcos y lanchas han hecho a nuevo alguna de sus partes, con reemplazo de motorizaciones, grupos y equipamiento (barco partes a precios convenientes hasta septiembre pasado), con varaderos a full y talleres completos.

Toda esta movida en un país con economía fragmentada y con cuentas pendientes tiene su razón de ser:

1. Quien tiene una embarcación, y dentro de la realidad actual puede sostenerla, ha decidido quedársela, como sea.

2. Sabiendo que el Covid estará bastante entre nosotros y el verano será difícil y riesgoso para vacacionar en el país y en el exterior y, en ambos casos, muy caro, este año nuestro delta estará literalmente “lleno”, tal vez como nunca lo vimos antes. Todos aprovecharán sus barcos y el río.

3. Quien gusta y pudo, se dio el gusto de gastar sus “dólares” en un bien propio tan especial como un barco, o bien, ponerlo en valor.

4. Los astilleros, que otra vez tienen que reinventarse; en general no hay ningún astillero local que no haya encarado un nuevo modelo o proyecto. El esfuerzo de estas empresas por seguir adelante es fruto del aprendizaje de tantos golpes y caídas, pero con una autoestima muy alta.

Este pequeño segmento de industria en un país con miles de kilómetros de costas de río y mar, miles de km2 de lagos y espejos de agua tiene, en un contexto de país normal, un exitoso futuro difícil de ponderar; pero, recalco lo de país normal, donde la economía pendular nos lleva de una punta a otra golpeándonos duramente en cada extremo.

Esperemos que esta temporada sea auspiciosa para nuestra náutica toda, que nuestros jóvenes y no tan jóvenes nautas respeten los protocolos sanitarios hasta que esto acabe. Y a nuestros astilleros, felicitaciones a todos por no bajar los brazos nunca jamás. 

    

barcos@barcosmagazine.com

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