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Santi Lange

LA PERSONA DETRÁS DEL PERSONAJE

Fotos: Gustavo Cherro @gcherro

Una charla, jugo de por medio, un personaje tan querido, tan valorado como simple. Así fueron los momentos compartidos con Santiago Lange que le dio a Barcos la oportunidad de conocer más acerca de su persona, ganador de la Medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de Río 2016, junto a su tripulante Cecilia Carranza Saroli.

Nacido el 22 de septiembre de 1961, para el menor de los 5 hermanos  es difícil separar la persona del personaje, porque existe un punto ínfimo que distancia estos dos conceptos. La competencia y la exigencia son su ADN, sus hijos y la navegación, su pasión.

Barcos: ¿Cómo fueron tus comienzos en el mundo del yachting?

Santiago Lange: Mi padre iba siempre al Yacht Club Argentino y sé por fotos y por mi vieja que yo los acompañaba al barco, típica familia que va los fines de semana a bordo. A los 6 años empezamos algunas regatas de Cadet, en ese momento no había Optimist, había Batitú pero en el Náutico San Isidro. El padre de Martín Billoch compró unos Optimist y con Martín navegamos con unos que vinieron de Inglaterra. Después se hicieron 6 barcos en  el astillero de Jorge Cavado, acá en el bajo de San Isidro, en Primera Junta. Uno fue para Martín, otro para Claudio Fasardi, otro para Eduardo Niveyro, otro para los hermanos Suaya, y otro para mí. Básicamente navegábamos Martín y yo hasta que hicimos una exhibición acá en el Náutico y vino la generación del CNSI, Hugo Castro, Gonzalo Campero, entre otros. Después, a los 15 estuve un año sin navegar. Intenté volver a navegar en Cadet pero no me gustó y probé con el Pingüino en Olivos, que como clase estaba bien fuerte. Ahí estaban Martín Costa, Torkel Borgström, gente muy buena y más grande que nosotros. Más tarde volví al Cadet con Sergio Ripoll y Miguel Saubidet. Después me fui a estudiar a Inglaterra, arquitectura naval (lo resumo porque es extenso). Ahí fue donde empecé a dar los primeros pasos en barcos grandes, fui táctico del Sur junto con Pepe Frers y un montón de amigos como los Tedín, Cristian Frers, Javier Méndez… y llegó el mundial de Snipe en el ’85 en Argentina, que era un gran evento para nosotros y empecé a navegar con Miguel Saubidet. Y seguí sin parar.

B: ¿A qué colegio fuiste? ¿Eras buen alumno?

SL: Fui al San Juan, era buen alumno, no buenísimo porque me pasaba todo el fin de semana navegando y el lunes me quedaba dormido en clase, pero pasaba sin problemas. Es un colegio que me dejó grandes amigos, un privilegio muy especial;  justo pasé este fin de semana afuera con ellos celebrando nuestros 40 años de egresados. ¡Fue increíble! De 23 que éramos fuimos 17.

B: En esa época, la del colegio y salidas, ¿sentís que dejaste de hacer cosas por tu actividad náutica?

SL: Se dio en forma natural, el viernes a la tarde volvía del colegio, me iba al club y no volvía a casa hasta el domingo. Más o menos a los 12 años los sábados dejábamos los barcos en el Náutico y dormíamos en los sillones que nos cuidaban Ponce y el Tucumano… dormíamos al lado del fuego, nos moríamos de frío. Si salía, iba a las fiestas y era famoso porque me quedaba dormido ahí, jajajaja. Iba a las fiestas sólo para mantener la amistad con mis amigos. Siempre mi foco estaba en navegar, nada era sacrificio. No teníamos entrenadores y eso hizo que aprendiéramos jugando y por deseo propio. Nosotros dirigíamos la historia por nosotros mismos  y creo que fue algo súper especial cómo se dio, una clave para que los de nuestra generación siguiéramos navegando. Descubrimos el deporte por nosotros mismos: nos apasionábamos y exigíamos. Recuerdo vacaciones de invierno con mucho frío,  en las que salía a entrenar solo, como deseo propio porque quería ganarle a Hugo o Martín que eran mucho mejor que yo. Nadie nos inculcó nada, comprábamos revistas y leíamos los libros que conseguíamos. Fue un tiempo muy lindo.

B: Cuando te casaste con Silvina (Saubidet) y vinieron los hijos, ¿tu familia viajaba con vos?

SL: En ese momento vino la etapa del astillero que resultó Río Tecna y fue muy linda. También trabajé con Germán Frers en el estudio cuando volví de Inglaterra, que fue una experiencia increíble. Hasta que los hermanos Mariani también me ofrecieron diseñar un Optimist y decidimos asociarnos. Empezamos un proyecto nuevo de construir barcos que se convirtió en muy exitoso. Rápidamente exportamos barcos a casi 40 países del mundo, vendimos licencias para construir en USA, Dinamarca y España. Después de eso vino alguna crisis argentina y terminé viviendo en España por 3 años. Yago nació acá y Theo y Borja nacieron cuando estábamos en España, Klaus un poco más tarde. Vinieron las Olimpíadas de Atlanta y decidí vender el astillero a Juampi Zizzi, que hasta el momento trabajaba con nosotros. Construíamos Optimist, Laser y Snipe, así como timones, empresa que derivó en King Composite. 

En ese entonces yo viajaba menos (Silvina y Yago vinieron a Atlanta, pero no siempre me acompañaban) lo hacía por algún campeonato del mundo pero principalmente viajaba por el astillero. Cuando me casé vivía de mi trabajo, no del deporte.

B: ¿Cómo hiciste para educar a tus hijos estando tanto tiempo ausente?

SL: Es un gran desafío, sin lugar a dudas. Principalmente creo que con la filosofía argentina. Hay otras culturas, por ejemplo la norteamericana o europea donde están más acostumbrados a viajar o a ser inmigrantes. Nosotros tenemos una cultura familiar muy fuerte con todo lo lindo que eso conlleva. La amistad y la familia acá está muy arraigada, la verdad es que se hace difícil porque uno mira alrededor a toda la familia unida. Es un desafío porque vos te estás yendo y los seres queridos se quedan. En mi familia estamos muy acostumbrados a los festejos y yo no siempre estaba. Como tuve una vida muy ligada a la náutica y había cumpleaños en los que yo no participaba, mi hermano tuvo la ocurrencia cuando mi vieja cumplió 80 años, de hacer una gigantografía de una foto mia… Entonces en cada evento familiar ponen esa foto, jajaja. Obviamente que es complicado, pero yo siempre veo cosas prácticas que es no caer en la monotonía de estar por estar. Prioricé que el estar con mis hijos sea algo tan especial y lindo, viendo el lado positivo de la vida que me tocó llevar y no considero que el hecho que dos de los chicos, Yago y Klaus se dediquen al deporte sea por el ejemplo que tuvieron. Lo que siempre les inculqué es que hagan lo que sientan y tengan ganas de hacer, que sean libres y que cumplan sus sueños. Uno aprende siendo padre, demostrando la importancia de la libertad, respeto y compromiso con sus deseos. Si eso era a través de la náutica, buenísimo y si es a través de la música, como les gusta a Theo y Borja, también está buenísimo. Su madre es artista y está muy bueno que sigan sus pasos, también. Lo único que me cambia es que me es muchísimo más fácil ayudar a los que navegan porque es lo que conozco porque entiendo muy bien lo que están viviendo. La verdad es que nunca sentí el deseo de que naveguen como lo hago yo.

B: Viajando como viajas, ¿dónde sentís que es tu casa?

SL: Acá, sin lugar a dudas. Justo hay una canción de un argentino que dice “tengo una casa muy pequeña pero con el jardín más grande que vi que es el mundo entero”. Viajo mucho, es una suerte tener amigos por todos los lugares pero mis raíces están en San Isidro y Buenos Aires. Acá me identifico. 

B: Cuando vas por la calle y la gente te reconoce, ¿qué sentís?

SL: Esto pasó después de Río, un poco también después de la medalla que ganamos con Camau, pero por alguna razón en especial que no la sé, mucha gente me reconoce y me hace muy bien porque se acercan con muchísimo cariño, con muy buena onda y es muy lindo, sobre todo por el afecto. Es todo sensibilidad, obviamente que puedo estar apurado y me tengo que tomar más tiempo pero no me molesta para nada. Recibir la buena vibra de la gente es lo máximo.

B: A partir de tu enfermedad, ¿sentís que hay un antes y un después? ¿Hubo una transformación en vos? ¿Sentiste miedo de lo que podía pasarte?

SL: No, yo no lo viví así. Creo que  la náutica, en la vela principalmente, y el hecho de ser deportista me ha ayudado muchísimo a entender lo que me pasó. En nuestro deporte estamos muy acostumbrados a que un agente externo que es el viento tenga caprichos y nos ponga en situaciones que no nos merecemos pasar o no queremos estar. Eso lo viví desde muy chico, que pudiste haber ganado un campeonato y ese último día no hubo viento y no se corrió una regata, o eras bueno con viento y el último día que definías no hubo viento, y perdiste. Eso te enseña que hay algo externo a nosotros que tiene mucho que decir en tu vida. No voy a negar que cuando me dieron la noticia de mi enfermedad, por 10 minutos me sentí  golpeado  y me preguntaba “¿por qué a mí?”, que supongo que es lo que le pasa a todos. Pero a partir de ese momento de impacto lo vi como un desafío que me puso la vida, no me sentí superado por la situación, ni amargado. Simplemente era algo que me tocó vivir. Estaba tan motivado para llegar a los Juegos que justo después de la operación no sabía si iba a poder volver a navegar, no tenía voz (es por un nervio recurrente, que si lo tocan puede ser que te quedes sin voz o tengas que reeducarla. Yo todavía siento molestias en la voz, me cuesta gritar), no sabía qué estado físico iba a lograr, pero esa motivación estaba tan intacta y con una fuerza tan increíble que aún hoy, cuando doy charlas describo la situación en que a los 30 días de operado propuse una reunión en mi casa y con todo el equipo porque creía que teníamos que entrenar más fuerte… Esa misión de llegar a los Juegos Olímpicos fue una suerte que en no pensé en la enfermedad, sino cómo tenía que llegar bien preparado para Río que era ¡9 meses después de operado! Desde el momento en que decidí operarme, mi cabeza estaba en Río, entré al quirófano queriendo estar bien  lo antes posible; de hecho, lo que me cuenta Ceci, que estuvo ahí cuando me desperté con Theo, pregunté cuánto me habían sacado porque de eso dependía el tiempo que iba a tardar en recuperarme. Y fue el lóbulo superior izquierdo… un 80% de pulmón.

Con respecto a un “antes y un después”, obviamente todo lo que pasa en tu vida te enseña mucho, ya sea una gran alegría o una gran tristeza. Yo no cambié mucho mi manera de pensar o mi manera de vivir la vida. Lo defino como una gran enseñanza.

B: ¿Cómo es tener de tripulante a una mujer, habiendo tenido siempre tripulantes masculinos? ¿Cómo se dio este equipo?

SL: Antes del Nacra navegaba en Tornado con Camau Espínola. Nunca lo había hecho con una mujer. En mí generó un aprendizaje, no del punto de vista de género, simplemente  venía acostumbrado a un hombre que pesaba 74 kg y empecé a navegar con Ceci (Cecilia Carranza Saroli) que pesa 64 kg. La única diferencia es física, la fortaleza física. En base a eso hay que acomodar entrenamiento, el barco y fuera de eso simplemente formar un equipo nuevo, personalidades di-

ferentes, con historias diferentes. Yo corría con Camau y venía de muchos años de una historia con él, de tener el mismo preparador físico como Dani Espina que es nuestro maestro de yoga pero que es entrenador dentro de nuestra metodología. No creo que esté ligado a mujer u hombre. Un nuevo equipo es un desafío enorme con diferentes personalidades, Ceci es sensible y mi manera de hablarle ya la podía hacer sentir mal. 

Había terminado la Copa América en San Francisco, con Artemis y Ceci me había contactado varias veces para pedirme consejos porque estaba navegando en Nacra con Esteban y su proyecto no llegó a buen puerto. Vino a casa a pedirme consejo si volver a Laser, que era su categoría o si seguía en Nacra. La invité a navegar conmigo y no me contestaba, después supe que era porque pensó que era una broma y yo a la vez pensaba, uy, seguro que piensa que yo ya estoy viejo, jajajaja. Hasta que la llamé por teléfono y vino para acá. Probamos dos días y enseguida me di cuenta que tenía muchas ganas de volver al olimpismo, estaba muy involucrado con los barcos grandes como la Copa América, pero se ve que me había quedado la espina de no haber ganado el oro y me apasiona el olimpismo. Ahí empezó el proyecto para Río.

B: Tenés una agenda muy frondosa, ¿quién la organiza?

SL: La llevo yo, la planificación deportiva de mi carrera olímpica la decido yo con la ayuda de Cecilia, de nuestro preparador físico Andy Rebhein y Juan de la Fuente que es nuestro entrenador. Básicamente hay un calendario que yo armo con muchísima anticipación. Cuando empieza la campaña olímpica, hace 3 años ya sabía qué iba a hacer por año. Hay un calendario deportivo importante que se va ajustando de acuerdo a tu evolución. Estos dos últimos años hice una campaña con Azzurra, que fueron durísimos porque al final terminas navegando como 250 a 300 días, que es una locura. Y entre medio, ahora estoy escribiendo un libro. Llevo una vida muy intensa pero disfruto todo. Me cuesta decir que no porque todo me interesa, me gusta y disfruto.

B: ¿Tenés una rutina física? ¿Te cuidas con la alimentación?

SL: Tengo tantas cosas y compito tanto que es difícil decir qué es rutina. Está claro que si quiero seguir con esto, soy muy consciente de mi físico y lo observo con muchísimo cuidado. Si estoy con el Azzurra, ando en bici todo el día o voy al gimnasio en el hotel, me cuido un montón. Cuido mucho mi sueño, mi descanso, en competencia o gira, mínimo duermo 10 horas por día. Con la vida que llevo es muy difícil tener una rutina pero es raro que no entrene. No existe el día que logre “hacer nada”, analizo videos de cómo navegamos en Nacra o cosas con el Azzurra, etc. Y también escribo el libro. 

B: ¿Existen actividades que resignas o dejas de hacer por falta de tiempo?

SL: Justamente en Japón, Toyota que es nuestro sponsor quiso saber algo de nuestra vida más allá de navegar. No pude contestar demasiado, ya que navegar es mi vida. Me gusta lo que hago y decido hacerlo. Estar en alto rendimiento es muy exigente, no es para todo el mundo, necesita un nivel de foco enorme. Haber tenido en el Azzurra la temporada o estar con Ceci compitiendo en Nacra con gente mucho más joven y que navegan muchísimos más días que nosotros es mega exigente. En Azzurra competimos también con tácticos que navegan más de 200 días al año. Todo me obliga a dejar de hacer cosas que quiero hacer, me encantaría estar más tiempo con mis hijos, con mis amigos, me encanta el arte, me encantaría ir a surfear… Tampoco puedo tener una relación sentimental en este momento, es otra de las cosas que dejo. Me es muy difícil hoy y ahora, principalmente a un año de los Juegos, en un punto me cuestiono pero el corazón me lleva a hacer lo que estoy haciendo. Si algún día voy a pagar un precio por esto, el tiempo lo dirá.

B: ¿Reciben algún tipo de ayuda económica para solventar todos los gastos que esto genera? 

SL: Es un gran privilegio que hoy existe el ENARD y tengo que decir que nos cuidan mucho. Creo que hacemos las cosas con muchísima y enorme responsabilidad: dejamos todo. Gracias a Dios creo que es mutuo, ellos nos cuidan y nosotros estamos devolviendo lo que nos dan. Y esto vale para todo el equipo desde Juan, Dani, Ceci, todos dejan la vida, es el proyecto número uno. Muchas veces falta y colaboramos Ceci o yo, que tenemos de distintas cosas como de la vida profesional en mi caso. También recibimos la colaboración de los sponsors como Toyota, Red Bull, Río Uruguay Seguros, Isdin, más los sponsors privados de cada uno. Tenemos la beca de la Se-

cretaría de Deportes y del ENARD. Claramente no lo hacemos por la plata, nos encanta lo que hacemos y lo hacemos con extrema excelencia y priorizamos el resultado por sobre cualquier otra cosa. Si te metes en este juego es a todo a nada.

B: ¿El oro fue tu mayor logro?

SL: Deportivamente hablando, sí. En mi vida, mis hijos.

B: ¿Tenés algún proyecto alternativo para dentro de unos años?

SL: No lo pensé porque realmente primero es una de las razones por las que sigo navegando en Nacra, no creo en los paradigmas o las fórmulas pre escritas, está claro que con 58 años no es un barco para navegar. Pero, como no creo en eso dejaré de hacerlo cuando no me guste más o cuando el físico me diga que no va más. Como no sé dónde están esas dos respuestas, no tengo un plan extra. Lógicamente que yo tengo otras actividades como ser arquitecto naval o dar charlas en empresas, que son exitosas y me gustan. Proyectos alternativos tengo un montón pero, por ahora no me lo planteo porque disfruté un montón navegar el Azzurra con tantos argentinos, tantos amigos y navegantes increíbles. Haber ganado este año la temporada me hace muy feliz y  me lleva a exigirme al máximo para seguir haciéndolo porque hoy es lo que tengo ganas de hacer.

B: ¿Cuáles son los próximos compromisos hasta los Juegos?

SL: De Buenos Aires nos vamos a Nueva Zelanda a correr el mundial de Nacra, vuelvo por 10 días pasando Navidad acá, después Australia y volveremos una semana a Buenos Aires y Japón, a los Juegos.

B: La última, ¿quién es Santiago Lange? ¿Cuál es tu definición?

SL: Me siento una persona súper normal, alguien muy sencillo a quien le gustan las cosas simples de la vida, lo que no quita que sea exigente conmigo mismo ni con la gente que me rodea, coincidentemente me siento muy ligado a los tres valores olímpicos: la amistad, el respeto y la excelencia. Me encanta tener los amigos que tengo, si bien le dedico mucho tiempo a mi profesión para mí son importantísimos y me encanta la familia, que es lo mismo. Valoro mucho la exigencia, no comulgo con las cosas a medio hacer. Soy un privilegiado ya que hago lo que me gusta y no tuve que tomar grandes decisiones en la vida ya que mi corazón me llevó donde tenía que ir. Yo hoy no cambiaría nada.

barcos@barcosmagazine.com

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