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Los viajes de Francis Drake

CUARTA PARTE

Por: Guillermo Rodriguez

Todavía no amaneció y la actividad en uno de los muelles del puerto inglés de Plymouth es febril. Son las primeras horas del 24 de mayo de 1572 y una escuadra hacia el Nuevo Mundo está por soltar amarras. Decenas de jóvenes marineros se desplazan por las cubiertas de dos barcos pequeños, el “Pasco” de 40 toneladas y el “Swan” de 25. Revisan velas y jarcias, estiban las provisiones para un año, controlan el buen estado de las armas y las herramientas. En total, setenta y tres tripulantes están bajo las órdenes del corsario Francis Drake, al comando del “Pasco”. Su hermano John capitanea el “Swan”. El menor de la familia, Joseph, también participa de esta nueva misión de saqueo en el Caribe. Francis Drake ordena zarpar y con viento favorable la flota se aleja de la costa de Devon hacia su destino: el asentamiento español de Nombre de Dios, en el istmo de Panamá.

Un mes después la armada arribó a Puerto Faisán, el escondite de Drake en las Antillas menores, al oriente del mar Caribe. Al día siguiente de su llegada, tres embarcaciones desconocidas fondearon en la bahía. Se trataba de un inglés, James Raunse, miembro de la última expedición de John Hawkins. Drake lo puso al tanto de sus intenciones y Raunse sumó sus cien marinos a la fuerza de asalto.

A fines de julio, Drake partió de su refugio y navegó hasta la isla de Pinos, al sur de Cuba. Allí dejó a Raunse y a bordo de tres pinazas de 10 toneladas, junto a medio centenar de hombres, se dirigió a Nombre de Dios. El éxito de toda la operación dependía de cuán rápida y sorpresiva resultara la incursión. Los ingleses desembarcaron en la madrugada del 29 de julio en una de las márgenes de la bahía contigua al pueblo y se encaminaron –armados con arcabuces y arcos– hacia la plaza del mercado. El sigilo no evitó que alguien diera la alarma. Mientras Drake y su tropa avanzaban por la calle principal se oía el batido de tambores y el repique de las campanas de la iglesia. Cuando los piratas alcanzaron la plaza se encontraron con un grupo de milicianos que bajo el mando del alcalde los recibió a tiros. Los intrusos respondieron con fuego a discreción lo que provocó la desbandada de los españoles. Con un balazo en una pierna y preocupado por el previsible contraataque hispánico, Drake marchó hacia los depósitos donde se almacenaban los metales preciosos hasta el arribo de la Flota de Tierra Firme. En eso estaba cuando, tras perder mucha sangre, se desmayó. Los integrantes de la patrulla resolvieron abortar la misión y abandonar de inmediato el lugar con su jefe malherido. Todos ellos se establecieron en la isla Bastimentos, al oeste de Nombre de Dios.

Mientras se recuperaba, Drake entendió que la ofensiva malograda había alertado a los españoles y que ahora era necesario elaborar un nuevo plan de acción. Cuando regresó a la isla de Pinos e informó de los acontecimientos a Raunse, éste le anunció que, así las cosas, prefería retornar a Inglaterra. El cargamento de plata y oro embarcado desde el Alto Perú seguía siendo el objetivo de Drake que ahora, con la partida de Raunse, debía solucionar la falta de hombres para lograr su propósito. Así, el corsario se alió con Diego, un “cimarrón” (esclavo fugitivo) que le ofreció soldados además de información sobre las caravanas de mulas que transportaban los metales preciosos. Entretanto, Drake se instaló en una isla a pocos kilómetros al este del cabo Cativá (Panamá) desde donde organizaba razias contra blancos españoles en las cercanías de la ciudad de Cartagena de Indias.

En enero de 1573, luego de una ausencia de algunos meses, Francis Drake regresó a su nueva base. Durante su alejamiento su hermano John había muerto como consecuencia del ataque de un navío español. Al poco tiempo de su vuelta se desató en la isla una epidemia de fiebre amarilla que mató a veintiocho miembros de su ya escaso personal, incluido su otro hermano Joseph. La suerte pareció cambiar para los ingleses cuando en febrero los cimarrones trajeron la noticia que la Flota había atracado en Nombre de Dios y que el tesoro estaba siendo acarreado a través del istmo por el denominado “Camino del oro”. Enseguida Drake alistó a dieciocho de sus hombres (de un total de treinta y cinco) a los que sumó treinta cimarrones y partió, cruzando la selva, hacia el villorrio de Venta Cruces donde interceptaría la caravana que trasladaba el oro y la plata. Al llegar a la aldea preparó la emboscada pero un jinete español descubrió a los salteadores y avisó a la caravana.

Drake retornó a su guarida de Cativá donde se encontró con el corsario francés Guillaume Le Testu quien necesitaba reaprovisionarse de suministros. El inglés lo condujo hasta uno de los depósitos de la isla para que se abasteciera de lo necesario. Y se alió con él en un nuevo intento para apoderarse del cargamento de riquezas. Le Testu aportaría su nave de 80 toneladas y sus setenta tripulantes. Esta vez Drake planeaba atacar la caravana en un paraje a diez kilómetros de Nombre de Dios. La cercanía con la costa facilitaría la huida.

El 31 de marzo Drake y Le Testu junto a veinte franceses, quince ingleses y algunos cimarrones descendieron de dos pinazas a veinticinco kilómetros al este de Nombre de Dios y se internaron en la selva. Las embarcaciones volverían tres días después a recogerlos. Cuando el grupo alcanzó la senda que conducía al puerto de la Flota, Drake ordenó tomar posiciones y esperar. A la mañana siguiente una caravana de doscientas mulas con una escolta de cuarenta y cinco soldados se aproximaba por el camino. El asalto fue rápido y breve. La custodia hizo algunos disparos y escapó. Le Testu cayó herido. El botín era enorme: unas treinta toneladas de plata y oro, una cantidad mucho mayor que la que los saqueadores podían trasladar. Cada hombre cargó cuanto pudo; el resto fue enterrado a toda prisa. Al mismo tiempo que el alcalde de Nombre de Dios ordenaba la búsqueda de los piratas, éstos emprendían el regreso al punto de encuentro convenido con las pinazas. Le Testu prefirió permanecer escondido en el lugar acompañado por dos franceses a la espera de recuperar fuerzas. Drake y su tropa abordaron las pinazas, y con el trofeo a salvo retornaron a la base de Cativá. Dos semanas después, Drake envió al sitio de los hechos una expedición en busca de Le Testu. Allí los ingleses se enteraron por el relato del único europeo sobreviviente del destino del corsario: soldados españoles habían descubierto el escondite de Le Testu y lo habían ultimado en el acto. Por otra parte, la misma tropa encontró y recuperó el tesoro enterrado. Era hora de retornar a Inglaterra. El 9 de agosto de 1573 la escuadra de Francis Drake hizo su entrada en el puerto de Plymouth.

(Continuará).

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