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La vuelta al mundo de Bougainville

TERCERA PARTE – Por Guillermo Rodríguez

“Me creía transportado al jardín del Edén; recorríamos una llanura de césped, cubierta de hermosos árboles frutales y atravesada por riachuelos que mantienen una frescura deliciosa…”

Louis Antoine de Bougainville “Viaje alrededor del mundo”

A principios de diciembre de 1767, Louis Antoine de Bougainville avistó el cabo Vírgenes, el accidente geográfico que señala la entrada oriental del estrecho de Magallanes. Unos días después la escuadrilla ingresó al canal. Durante su navegación, Bougainville buscó ensenadas aptas para fondear y echó el ancla cuantas veces pudo. En cada una de esas escalas desembarcó para aprovisionarse de alimentos frescos y agua. Así, los franceses completaron la travesía de 560 kilómetros del paso en cincuenta y dos días. A finales de enero de 1768, “La Boudeuse” y la “Étoile” se adentraron en las aguas del océano Pacífico. Con un largo viaje por delante, la principal preocupación de Bougainville era evitar que la tripulación contrajera el escorbuto. Para ello planeaba hacer la mayor cantidad de paradas para reponer suministros. Sin embargo, el marino decidió aprovechar la estación del año favorable a los vientos alisios que en el hemisferio sur soplan del sureste hacia el noroeste. La flotilla cruzó el Pacífico en seis semanas y en febrero de 1768 alcanzó el archipiélago Tuamotu, un conjunto de casi un centenar de islas y atolones de coral localizado en la Polinesia. A comienzos de abril, la expedición divisó una gran isla con amplias playas de arena blanca rodeadas por montañas: Bougainville había llegado a Tahití, la mayor de las islas de la Sociedad.

Los pobladores locales dieron a los extranjeros un gran recibimiento. En su libro “Viaje alrededor del mundo” (1771), Bougainville describe a los tahitianos: “Un pueblo numeroso disfruta de los tesoros que la Naturaleza dispensa a manos llenas sobre él. Encontrábamos grupos de hombres y mujeres sentados a la sombra de los vergeles; todos nos saludaban con cordialidad; […] en todas partes veíamos reinar la hospitalidad, la calma, una dulce alegría y todas las apariencias de la felicidad”. Trece años antes del arribo de los galos a Tahití, el filósofo ginebrino Jean-Jacques Rousseau había publicado su obra “Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres” acerca del estado de naturaleza del ser humano, previo a la vida en sociedad. El texto de Rousseau –que trataba, entre otros temas, la figura del “buen salvaje”– ejerció enorme influencia en la percepción de Europa de las llamadas sociedades primitivas en un contexto histórico que exaltaba la “misión civilizadora” del colonialismo. La exploración geográfica y los inicios de la etnografía contribuyeron a la implementación de ese proyecto político. Consecuente con esas ideas, Bougainville reclamó Tahití para Francia y la llamó “Nueva Citera”, en referencia a la isla griega de Citera, el lugar de nacimiento de Afrodita, la diosa de la belleza y el amor según la mitología helénica. Lo que Bougainville no sabía era que en junio del año anterior, el capitán británico Samuel Wallis se había convertido en el primer europeo en visitar la isla.

Tras permanecer dos semanas en Tahití, Bougainville partió en dirección oeste con la intención de encontrar la costa oriental de Nueva Holanda, el nombre con el que el navegante neerlandés Abel Tasman denominó a Australia a mitad del siglo XVII. A principios de junio la escasez de víveres a bordo obligó a limitar las raciones. No obstante, cuando los expedicionarios avistaron el archipiélago de las Luisiadas (al sureste de la isla de Nueva Guinea), Bougainville –a pesar de la necesidad de provisiones– ordenó no desembarcar. Las instrucciones secretas del comandante establecían la prioridad de alcanzar las islas Molucas, en Indonesia, en donde debía hallar variedades de especias que pudieran cultivarse en la colonia de la isla de Francia (la actual isla de Mauricio, en el océano Índico). Bougainville entendió que el plan debía ejecutarse antes del fin de los monzones de invierno cuando los vientos soplan desde el continente hacia el Índico. Con rumbo norte, a mediados de julio la escuadrilla llegó a la isla de Nueva Irlanda, al este de la isla de Nueva Guinea. Allí los franceses se abastecieron de agua pero encontraron pocos alimentos. Para finales de agosto casi toda la tripulación estaba afectada por el escorbuto. Un par de semanas más tarde Bougainville arribó a las islas Molucas. El marino fondeó en la isla de Buru donde había un puesto comercial de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales. Los neerlandeses, preocupados por conservar el monopolio del mercado de las especias, tenían un reglamento que prohibía la ayuda a cualquier nave extranjera. Sin embargo, al fin y al cabo hombres de negocios, no tuvieron problemas en venderle a los galos –a precios exorbitantes– todo aquello que necesitaran. Bougainville no tenía tiempo para regatear: en un mes empezaría el monzón de invierno. En ese lapso debía alcanzar Batavia (la actual Yakarta, en la isla de Java), reponer suministros y efectuar reparaciones en las embarcaciones. A comienzos de septiembre dejó atrás las Molucas y a fin del mismo mes atracó en Batavia. 

Completadas las tareas pendientes, a mitad de octubre Bougainville volvió a zarpar, esta vez con destino a la isla de Francia, la posesión francesa más importante en el océano Índico. A principios de noviembre llegó a Port Louis, su capital. Las autoridades del territorio –un gobernador militar y un intendente (administrador civil)– estaban enfrentadas. Bougainville conocía a ambos y durante su estadía evitó involucrarse en la disputa. El intendente, Pierre Poivre, era un botánico que había trabajado para la Compañía Francesa de las Indias Orientales. Poivre quería convertir a la isla en una colonia de plantaciones de especias para quebrar el monopolio neerlandés. Mientras tanto, los navíos de Bougainville eran acondicionados para el regreso a Francia. “La Boudeuse” estuvo lista primero y partió de Port Louis a mediados de diciembre (la “Étoile” lo haría dos semanas más tarde). A comienzos de enero de 1769, Bougainville arribó a Ciudad del Cabo donde permaneció una semana. Luego continuó viaje y, previa escala en la isla Ascensión, el 16 de marzo ancló en Saint-Malo, dos años y cuatro meses después de salir de Nantes.

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