PRIMERA PARTE – Por Guillermo Rodríguez
… y desde allí deberá dirigirse a la Bahía de Darién y trasladarse hasta la isla llamada la Isla Dorada, que se encuentra cerca de la costa a unas pocas leguas a sotavento de la desembocadura del gran Río de Darién, a unos ocho grados de latitud norte; y allí establecer un asentamiento en tierra firme, así como en la mencionada isla… “.
Compañía de Escocia “Órdenes de navegación” (1698)
En 1501, el español Rodrigo de Bastidas fue el primer europeo en explorar el istmo de Panamá y en 1510, Vasco Núñez de Balboa fundó (al sur de la región) Santa María la Antigua del Darién, la primera ciudad del continente americano. Tres años después, unos guías indígenas condujeron a Balboa hasta la cima de una montaña desde donde pudo contemplar –por primera vez para un europeo– el océano Pacífico. En 1519, Pedro Arias de Ávila, el primer gobernador del territorio ahora denominado Castilla del Oro, abandonó Santa María la Antigua y estableció la capital en Nuestra Señora de la Asunción de Panamá (la actual ciudad de Panamá), el primer asentamiento español sobre el litoral del Pacífico. Para mediados del siglo XVI, la zona del istmo se había convertido en un punto vital de la economía colonial hispánica. Más que en el comercio, el poder del imperio español se basaba en la explotación de la plata americana. Dos veces al año convoyes de buques mercantes escoltados por embarcaciones armadas navegaban a lo largo de la costa sudamericana del océano Pacífico cargados con la plata extraída de las minas de Potosí (en la actual Bolivia). Por el llamado “Camino Real”, desde la ciudad de Panamá, los metales preciosos eran transportados a lomo de mula a través del istmo hasta Portobelo, sobre el mar Caribe, donde eran embarcados hacia Sevilla o Cádiz.
En 1688, el mercader y banquero escocés William Paterson viajó al principado de Brandemburgo en busca de patrocinio para su proyecto de fundar una colonia europea en la región del golfo de Darién, en el Caribe. Aunque al monarca alemán no le interesó el plan, Paterson no se desanimó. Se trataba de una vieja idea del escocés. A comienzos de esa misma década, Paterson había abandonado Escocia para dirigirse a América Central que por entonces significaba una gran oportunidad para enriquecerse más o menos rápido. En 1655, los ingleses habían arrebatado la isla de Jamaica a España transformándola en un foco importante del contrabando en la zona. Era la época de la así llamada “edad de oro de la piratería” cuando corsarios ingleses, franceses y holandeses infestaban las aguas del mar Caribe. Los piratas también asolaban el litoral panameño: allí están las incursiones de Francis Drake al puerto de Nombre de Dios en 1572 y 1573. A pesar de que el istmo era un lugar estratégico para los hispánicos, la región era difícil de controlar, en especial en su sector oriental. Cuando Paterson regresó a Europa, el mercader estaba convencido de que en el Darién era posible eludir el monopolio comercial que los españoles imponían a sus posesiones en el Nuevo Mundo. Durante el siglo XVI, otras naciones de Europa habían logrado inmiscuirse en los dominios de España. Así, ingleses, franceses y holandeses se habían apoderado de numerosas islas en el Caribe. ¿Por qué, argumentaba Paterson, los escoceses no habrían de hacer lo mismo?
Desde 1603, Escocia e Inglaterra estaban gobernadas por el mismo rey aunque ambas naciones conservaban sus propios parlamentos. A partir de entonces, Escocia se empobreció desatendida por su soberano en Londres e involucrada a la fuerza en las guerras emprendidas por Inglaterra. Además, las Actas de Navegación inglesas de 1651 obstaculizaron el comercio exterior escocés al prohibir la entrada de bienes a Inglaterra a no ser que fueran transportados en barcos ingleses. Para complicar un poco más la situación, dos poderosas compañías comerciales de Inglaterra, la Compañía de las Indias Orientales y la Real Compañía Africana, reclamaban el monopolio del lucrativo comercio con el Sur y el Sudeste de Asia. Paterson, que había participado de la fundación del Banco de Inglaterra en 1694, buscó mediante el Proyecto de Darién contribuir a la recuperación económica de Escocia. El plan de Paterson era una suerte de “Camino Real” en sentido contrario: las mercancías llegarían al puerto de la colonia sobre el mar Caribe y desde allí transportadas por tierra hasta otro puerto sobre el Pacífico donde serían embarcadas rumbo a Asia.
A mediados de 1696, Paterson presentó su proyecto ante el comité de directores de la Compañía Escocesa de Comercio a África y las Indias, más conocida como Compañía de Escocia. La compañía había sido creada el año anterior por el Parlamento escocés con la misión, al igual que la Compañía de las Indias Orientales o a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, de administrar el comercio entre una metrópoli europea y sus colonias. Desde 1621, el reino de Escocia había intentado –sin éxito– establecer algunos asentamientos en América del Norte. El comité de la Compañía de Escocia estaba evaluando propuestas para organizar una primera expedición. A comienzos de 1697, los directores de la Compañía consideraban el mejor modo de financiar “el plan del señor Paterson”. Para mediados del mismo año, el gobierno inglés estaba al tanto de las intenciones de la Compañía sobre Darién. Una comisión recomendó el envío de una flotilla a la zona para tomar posesión en nombre de Inglaterra. Por su parte, los españoles habían recibido informes sobre las pretensiones de los escoceses en el istmo.
Al final, la Compañía de Escocia aprobó el plan de Paterson. Era un proyecto ambicioso y arriesgado. Sin embargo, un gran número de escoceses lo apoyó invirtiendo dinero en la Compañía. No sólo mercaderes de Edimburgo y Glasgow sino también muchos nobles, y una cantidad considerable de terratenientes, médicos, abogados, militares, artesanos y clérigos.
Mientras los preparativos de la escuadra progresaban, una cosa era segura: el éxito o el fracaso de la expedición a Panamá afectaría a buena parte de la población de Escocia.
(Continuará)