En San Antonio de Areco crearon un laberinto de bambú, que además de ofrecer “experiencias sensoriales” sirve para la recuperación del suelo
En abril pasado abrió sus puertas Laberinto Pampa. Es un laberinto que está hecho de bambúes, una especie que a la vez permite recuperar el suelo. Este es el primero de su tipo en Argentina y el tercero del mundo.
Llegar a San Antonio de Areco es entrar en la cuna de las tradiciones, es ver las casas antiguas revalorizadas mientras en la atmósfera se cruzan las fiestas patrias, esas celebraciones que hacen conocido al lugar. El laberinto esta ubicado en la conocida Estancia Cinacina, lugar elegido por turistas y no tan turistas para pasar fines de semana, organizar eventos o realizar actividades sociales.
La anfitriona y creadora es May Borovinsky. Ella cuenta que el laberinto es diferente hoy a lo que era la semana pasada, pues los bambúes estuvieron bajo agua y se perdieron muchas de las flores que lucen en otoño. También comenta que “se habían plantado cosmos y zinnias cerca del agua para dar color en otoño”. Pese al relato de May, la magia del lugar sigue intacta, lo que da una certeza: el laberinto hará camino al andar, respetando los tiempos y sorteando contingencias climáticas.
Borovinsky es artista y gestora de culturas y paisajes, desarrolló su producción en sectores urbanos, rurales y de transición. Sus ejes de trabajo se focalizan en la naturaleza, el arte, el ambiente y las comunidades. Una de sus ocupaciones es gestionar recursos naturales, organizar espacios de encuentro y desplegar propuestas de intervención territorial en pequeña y gran escala.
Se desempeñó en la dirección y coordinación de proyectos en instituciones, trabajó en todos los niveles de educación formal y no formal, y en capacitación docente. Ha recibido premios, becas y subsidios nacionales e internacionales. Participó activamente de diferentes redes y laboratorios de investigación y acción, y hoy se sumerge en este nuevo desafío.
“Hace más de cuatro años comenzamos a soñar este proyecto”, dice May, y suma que en el lugar había un bañado y se trabajó amorosamente la tierra, realizándole un “stent” a la materia limo arcillosa para restaurar su circulación.
Frente a la pregunta de cómo partió el diseño, May responde: “Inventamos puntos en el planeta y diagramamos la plantilla de dos laberintos con diferentes lógicas basadas en las formas clásicas de platería criolla”, lo que tiene sentido situando al laberinto en San Antonio de Areco.
En este video, con una nota exclusiva concedida al equipo de De Raíz, se descubre la magia que invita a visitarlo en persona.
“Plantamos más de diez especies diferentes de bambú. Proyectamos futuro recuperando el suelo y protegiendo la cuenca, aumentando su capacidad para drenar y su fertilidad, reponiendo el oxígeno y fijando el carbono. Señalamos el espacio con una propuesta experiencial, restableciendo el ritual del viaje laberíntico, cargando de sentido cada paso, parada, encrucijada y extravío. Y allí el juego y el acontecimiento, los múltiples proyectos y sus contingencias”, relata la autora, apasionada. Los drenajes y marcación del terreno se hicieron con Fabio Solari, titular de la Cátedra de edafología de la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Agronomía.
Esta estructura arquetípica proporciona una plataforma para que diversas experiencias y propuestas ocurran. LAB aborda arte, ambiente, culturas y naturaleza estableciéndose como plataforma de múltiples encuentros y proyectos. El diseño está pensando en dos plantillas con dos lógicas distintas: la pluma de ñandú, realizada con dos especies entremezcladas respondiendo a la lógica de la búsqueda, pérdida y encuentro. Y la flor del pensamiento, realizada con diferentes Bambusas (ventricosa, oldhamii, tuldoides y multiplex, entre otras) que responde a la lógica de la contemplación. La del jardín que desacelera la mente y expande la conciencia.
Para dar cierre al diseño, se construyeron 4 kilómetros de corredor biológico con plantas nativas. Este camino salen de las señales rojas que van marcando el recorrido del laberinto y conducen hacia el río.
¿Por qué con bambúes? Es la pregunta de rigor y May responde que “en la búsqueda de alguna planta que me ayude a recuperar el suelo y que se pueda adaptar a los climas y condiciones del territorio, apareció el bambú”. Hay más de 1600 especies de bambú en el mundo y empezó investigándolas en el Instituto de Botánica Darwinion.
El bambú pertenece a la familia de las gramíneas, es considerado mundialmente remediador ambiental por su capacidad para capturar carbono, conservar suelos, regular fuentes hídricas, promover la biodiversidad y generar aportes a las economías locales. Acompañado de buenas prácticas de aprovechamiento es un recurso renovable de óptima calidad para la construcción, la industria textil y la gastronomía, entre otros. Promovido por organizaciones mundiales, su cultivo es utilizado como estrategia para la reducción de la contaminación ambiental. El bambú contribuye con los objetivos mundiales de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas.
Algunas plantas cumplieron ya su tercera primavera y la pampa ondulada toma la forma de algunos diseños de la platería criolla para dar lugar a nuevas experiencias y recorridos al aire libre, inmersos en el campo. “Escuchando a cada especie de bambú definimos caminos y canteros, paradas, vistas, sombras, descansos… Crecimos, nos adaptamos junto a cada planta y finalmente nos dejamos definir por ellas”, relata la artista. Y agrega: “Somos protagonistas y testigos del cultivo de un gran jardín, te invitamos a dejarte cultivar por él y ser parte de este laberinto”.
Si quieren conocerlo, hoy, 1º de junio se realizará la última edición de Sintonía Bambú, de 12 a 17 horas para despedir el otoño en el laberinto con un almuerzo inspirado en el entorno.