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El agua no puede ser una mercancía

La información económica y bursátil, recoge estos días una noticia, no tan novedosa como preocupante, como es la llegada al mercado de futuros del agua como commodity, estableciendo su valor en los precios de las principales cuencas de California. (U.S.A. )

Cuando iniciamos los estudios de economía -hace más de cincuenta y cinco años en mi caso- nos explicaban la diferencia entre los bienes económicos y los bienes libres.

Los bienes económicos eran escasos ya por ser fabricados por el hombre o por ser obtenidos con esfuerzo y eran tasados en el mercado a través de un precio. Los bienes libres en cambio, aunque pudieran satisfacer necesidades esenciales, eran de libre acceso y por lo tanto se obtenían gratuitamente. Y los ejemplos de siempre eran el aire y el agua que se conseguía de la lluvia o de los ríos sin ningún costo.

¡Que disparate mantenido hasta tiempos recientes! Cuando siempre fue falsa la clasificación que solo evidenciaba la ignorancia profunda y manifiesta de quienes clasificaban.

Porque lo cierto es que la calidad y accesibilidad al agua con garantía de disponibilidad suscita grandes problemas de carestía. Sabemos que del “planeta azul” más de la mitad de su superficie es agua pero solo el 2,5% es agua dulce y la mayoría está disponible en los polos y glaciares. Solo el 0,4 % está en reservorios subterráneos (y no conocemos cuanto es renovable) y el 0,02% es agua superficial.

Conocemos que el consumo mundial de agua se multiplicó por seis en el último siglo (más del doble de la tasa de crecimiento de la población) que el cambio climático es una realidad inexorable que producirá además de graves inundaciones, sequias y ascensos en el nivel del mar, reducciones de más del 5% en las disponibilidades actuales de agua dulce y que 2 de cada tres personas sufriremos escasez de agua en el 2025.

Ya en la actualidad en lugares como Eritrea, Etiopía y Bangladesh han sido desplazadas personas y animales por persistentes sequías.

La práctica de agricultura intensiva y poco rigurosa en el uso de fertilizantes ha provocado la contaminación por nitratos de las aguas subterráneas y la falta de depuración urbana e industrial provoca la contaminación de las masas de agua superficiales destruyendo la vida animal y vegetal de los ríos y aledaños.

Es evidente que en el futuro la demanda continuará creciendo consecuencia de la imperiosa necesidad de nuevos regadíos (para asegurar la alimentación humana y animal) los abastos a los nuevos asentamientos urbanos, así como las demandas industriales y de ocio. Y considerando, en todo caso, las restricciones previas a la demanda que exigen los propios ecosistemas acuáticos: las demandas ecológicas o ambientales.

“Todo necio confunde valor y precio” decía Antonio Machado. Y produce rubor que estos dos conceptos no estén claros. Como es también esencial conocer el “apellido” del agua, cuál es su uso.

Pues bien, el agua como recurso natural en sus tres estados, escenario de la naturaleza, elemento y vía de transporte, input de producción en múltiples procesos, refrigerante, etc. tiene un inmenso valor… en ocasiones inmensurable.

El agua, como input de producción agraria, industrial, soporte de piscicultura, refrigerador eficiente, es objeto de transacción económica y puede y debe tener precio.

¿Y es un bien público o privado? Tampoco ofrece muchas dudas el concepto pero plantea muchos debates.

En casi todo el mundo el producto agua es un bien público. Y sin embargo el uso puede ser privado en base a una concesión otorgada por la autoridad del agua y previo pago de una tasa por esta disponibilidad.

Como “producto” necesario para la vida y bienestar humanos y en la medida que sea necesario (cantidad a establecer) es un derecho humano que los poderes públicos deben proveer. Y esta agua; “el agua urbana “, para la ingesta y los usos humanos debe ser la de mejor calidad. Los servicios de abastecimiento y saneamiento son servicios públicos que los poderes públicos deben prestar y esta prestación la pueden hacer con medios propios o de forma indirecta a través de un arrendamiento, concesión o empresa mixta.

El recurso natural bruto: glaciares, lagos, ríos; “El agua natural” tampoco es bien económico. La autoridad del agua debe velar por su buen estado y conservación.

Los otros usos: agua para riego, agua para ocio, para industria, refrigeración y agua regenerada -para ser reutilizada- tiene valor económico y puede estar sometido a las reglas del mercado. Bien entendido que el mercado definido por Adam Smith es eficiente cuando cumple sus requerimientos básicos: varios proveedores y compradores, simetría en información, compra alternativa. No funciona en los monopolios ni en las economías dirigidas.

¿Y este modelo concesional de asignación temporal del recurso?

El modelo ha funcionado bien, en el siglo XIX y gran parte del XX.

Las concesiones han regulado la asignación de los usos del agua (recurso siempre público) para uso privado, o también público, previo pago de una tasa fija o variable. Pero el modelo es extremadamente rígido porque fija además de la cantidad o caudal concesionados, el punto de toma, el de destino, el uso y una duración temporal no acorde con los ritmos de nuestra evolución como sociedad. Esta rigidez extrema del modelo concesional crea ineficiencias manifiestas y mal uso o desuso del recurso.

Por tanto debe modificarse el actual modelo corrigiendo sus defectos de modo tal que sin perder la capacidad de control se flexibilice al máximo y permita un mercado de los derechos concesionales vigente con la misma agilidad que hoy tienen las transacciones bursátiles. No hay que inventar nada. Solo hay que legislar lo justo, crear los procedimientos de gestión para regular esas transacciones y formar a los funcionarios dotándoles de una mayor autonomía y agilidad, y responsabilidad.

Y quiero advertir que este no es un mercado sujeto a las reglas de la competencia porque el producto no es un fabricado, ni existen productores, ni los compradores tienen opciones. Se trata de un monopolio natural de un producto también natural que existe en la naturaleza en puntos distintos y distantes de donde se demanda. Por tanto un mecanismo para transferir derechos en bolsa es un error grave que conduce a la especulación. Porque el agua es, más que una commodity, un recurso insustituible. Hay alguna mala experiencia que debe servir de ejemplo como la gran crisis alimentaria global de 2008 al utilizar los mercados de futuros de productos alimentarios como refugio de inversores huidos del fracaso del mercado inmobiliario quintuplicando el precio del trigo y engrosando las filas del hambre 250 millones de personas.

Pedro Arrojo advierte y yo concuerdo con él, desde posiciones ideológicas muy distintas a las suyas, que “la entrada del agua como materia prima en los mercados de futuros incrementa los riesgos de que operen mecanismos especulativos a gran escala“.

La administración debe revisar las concesiones otorgadas y verificar el uso que se hace de las mismas. Si no se usa ese derecho, debe rescatarse para cubrir otra demanda. Se indemnizara al concesionario rescatado con los recursos que paga el nuevo concesionario.

Y se debe permitir la venta de derechos concesionales por un plazo corto o más largo. Y eso a través de un Banco-Registro público radicado en la Confederación Hidrográfica. Dentro de este esquema sería obligatoria la transferencia de cualquier uso al abastecimiento al precio que estableciese en cada caso la autoridad del agua, siempre asegurando la asequibilidad que exige el Derecho Humano al Agua.

También entraría en este mercado el agua regenerada. El productor, depurador o titular del vertido puede promover su venta a través del Banco, para usos compatibles con la reutilización.

¿Y el agua desalada? Cualquier persona física o jurídica debe poder iniciar el procedimiento para la creación de una desaladora de agua de mar que ofrezca el resultado (agua desalada) a quien la demande. Y para esto, como en cualquier otro emprendimiento, debe someterse a los criterios se planificación, diseño, construcción y operación vigentes. Y naturalmente establecerá los precios que considere adecuados a su producción o servicio prestado.

El mundo tiene un grave problema sin resolver; la provisión de agua de calidad suficiente para cada uso que garantice la salud y calidad de los ciudadanos, asegure la producción agraria para la alimentación humana y animal, disponga del agua necesaria para la industria y el ocio y dote a los ecosistemas de los recursos necesarios para su supervivencia. Y todo ello con una administración eficiente y precios justos. Y todo ello contando con una demanda deslocalizada, aglomeraciones urbanas desmesuradas y distribución espacial, y temporal, errática.

Es preciso una reflexión profunda y establecer principios que permitan y empujen hacia una regeneración holística y global. Todavía hoy las magnitudes son manejables y las soluciones técnicas se conocen. No podemos perder más tiempo. Hay que trabajar ya.

barcos@barcosmagazine.com

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