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EDICIÓN IMPRESA – ROSARIO CON TODO

Mi barquito varado

El rio bajó y el Hechicero se varó. Algunos dicen que tiene que subir en breve, otros dicen que no volverá a sus niveles normales en años. Que se está dragando, que no se puede dragar más, que el cambio climático, la pandemia, la gestión de un club, la gestión de otros. Egos en furia que no hacen que mi barco flote.

En los momentos en los que subir no compromete su estructura aprovecho para llevarme pedacitos de él a casa y mimarlo a la distancia. Todas las maderas internas quedan lustrosas. Los candeleros nuevos esperan soberbios su presentación en sociedad que no llega.
Extraño esos encuentros con mi río dulce y marrón tras la jornada laboral. Soltar amarras a las seis de la tarde y navegar hasta que el sueño llegue, arrullada por el ruido del agua y el viento. Añoro fondear en el embudo, esa laguna refugio donde nada malo puede pasar.
Mi barco sigue varado. Pienso que no depende de mí, que no puedo hacer más que esperar que el agua suba. A penas crezca lo llevo a Buenos Aires, me digo. Pero un día sube y prefiero convencerme de que no va a volver a bajar. Vuelve a bajar. La próxima vez que suba lo llevo a sin dudar, me reprocho firmemente, pero esa firmeza se empieza a ablandar en poco tiempo. Tal vez sea mejor dejarlo en otro club, o en tierra, o venderlo. Ninguna opción es mejor que pensar que el río tiene que subir y que todo volverá a ser como era. Ideas rumiadas y un berrinche al universo que tampoco consiguen hacer que mi barco flote.
Empiezo a analizar opciones, el pronóstico de mi vida no está claro. No consigo leer bien la cancha, contemplo, pienso, analizo, pero sigue siendo confuso, no hay calmas que duren cien años ni cuerpo que aguante. Se viene un viento de cambio, no sé bien de donde ni con que intensidad. Movimientos sutiles del cuerpo y enérgicos de las neuronas. De repente aparece, la veo clara, no hay dudas. Una racha que me lleva de un borde franco al viejo continente por unos meses largos. Con viento cualquiera navega.
Lo tengo que sacar de su encierro y dejarlo libre en buenas manos. No lo quiero vender, siento que todavía no me enseñó todo lo que me vino a enseñar. Hablo con una amiga de Buenos Aires, Alejandra Maciel, le cuento una idea; dejarle el barco a su disposición por un año y que ella se ocupe de mantenerlo, le digo que lo piense, y que yo también lo voy a pensar. Tomo la distancia del mástil a la posición mas próxima donde puede plantarse una grúa, son veinte metros. Estimo un peso aproximado, en principio bastante conservador, luego lo ajusto a poco menos de una tonelada. Voy a necesitar una grúa, un trailer, un vehículo que pueda moverlo, voy a tener que bajar el mástil, y asegurar que el quillote esté libre, autorizaciones, lugar en un club donde pueda hacerle algunos mantenimientos y bajarlo a agua. Tiene que hacerse rápido y con un presupuesto limitado. Vuelvo a hablar con Ale. “¿Lo pensaste?¿Te interesa?” Su respuesta es contundente: “Si! Estoy firme, charlemos como lo hacemos”. Tras varias gestiones y averiguaciones consigue una amarra en su querido Buchardo.
El primero en ofrecerse es Gero Variego poniendo su super camioneta y tiempo a disposición de operativo. Franco Alday me presta su trailer sin restricciones. Raúl Osorio ayuda a analizar la maniobra, junto con el dueño de la empresa de grúas, para que no afecte las instalaciones del club. Maria Cucco agiliza los temas administrativos del CNSA y lo mismo hacen por su parte el Piedra Dris, Sebastián Guerra, Pura Alvarez y Gonza Martinez en el CVR. Pepe Aguirre es la ayuda clave para la bajada y posterior subida de mástil, además de ser la oreja incondicional para catarsis varias. En análisis de opciones y asesoría técnico-comercial nadie mejor que Lucho Nardo, quien también mas tarde da una mano y algunas patadas de ajuste fino en el arbolado. Jorge Tuttolomondo e hijo me adaptan en tiempo record los soportes del trailer para que diera la regulación.
El Hechi sale de la tierra el jueves 10 de febrero. Miguel (el gruista) y Antonio Gonzalez hacen un trabajo estupendo mientras se divierten viendo mi reacción al ver al Hechi volar por sobre las copas de los árboles. Los marineros del CNSA están al pie del cañón desde la primera hora. Al mediodía llegamos al CVR. Azul Appiani registra izaje y traslado y me arma un videíto que me afloja la pera cada vez que lo veo. Lo que sigue son intensas jornadas de trabajo después del trabajo. Jorge Rodriguez repara la base del mástil y repone unos remaches faltantes. Sin Billy Bold, Pucho Fabrizzi y el Ñoño Mispiasegui, no hubiera podido con la instalación de los candeleros. Charly Rodriguez hace el mas veloz de los fondos veloces y de yapa, una vez en el agua, pone a punto el mástil. Cuando se acelera mi cabeza atropellando todo, aparece Roberto Elitier y la ralentiza gentilmente. El Galleguito diagnostica el problema del motor que habíamos identificado con Leo Wabab un día antes. En los momentos justos aparece Amadeo Flores diciendo; ya tenés libre el trailer o dando ideas salvadoras, como la de pedirle el motor prestado a Pupi Calzavara.


El Hechi vuelve al agua el viernes 25 de febrero. El botado tenía que hacerse de mañana y era mandatorio mi presencia, por lo que Amadeo por poco baja con el barco mientras tenía teleconferencias laborales en su interior. Gracias a un fondo virtual pude simular estar en una lujosa sala de reuniones, a la que probablemente se le había roto el aire acondicionado, porque no podía disimular el calor sofocante que reinaba dentro del barco. Pupi literalmente traspira la camiseta porque no era suficiente para él con prestarme el motor sino que se quería asegurar de dejármelo confiable. No falta la ayuda oportuna de Yayo Gonzalez que enseguida notó que me faltaba un tornillo.
Unos retoques finales en agua, carga de provista, salidita en solitaria de reencuentro y prueba final, y el Hechi empieza su viaje. Tripulantes de lujo, Rolo Lauzzo y Fede Van der Groef hacen que el viaje a Villa Constitución se pase literalmente volando. Vamos tranquilos porque el Negro Gustavo desde Villa nos asegura profundidad suficiente. El aguante de tierra de Padre y Hermano Sandovals es un lujo de pocos, y en gestión emocional y diplomática el soporte de Aníbal Risso es infalible.
El viaje desde Villa Constitución a Buenos Aires con mi ahora comadre Ale, compartiendo charlas, historias, reflexiones y pasando el timón de una mano a otra, merece un relato detallado. Fue tan mágico que por momentos nos pareció que el Hechi también quería participar de las charlas. Salimos de Villa las seis de la mañana y llegamos a Zárate apenas luego de la caída del sol con una precisión de minutos en nuestra estimación. Emilce, una empleada de seguridad del Club Náutico Zárate nos miró con sorpresa, y preguntó: ¿Dos mujeres solas? Siempre hay un hombre en los barcos, agregó con una complicidad pícara e instantánea. No conseguimos taxi así que subimos caminado a buscar combustible, y luego de varias cuadras encontramos una estación. Veinte litros en un bidón que cargamos entre las dos hasta el club alternando posiciones para que los brazos se nos estiren parejos. Cuando llegamos a la portería del club Emilce nos dijo, hasta el barco se los llevo yo, que también puedo. Hermoso gesto, al que agregó prestarnos las llaves de las duchas luego del cierre para que podamos cenar con tiempo antes de bañarnos. Dormimos menos de cinco horas. Había poca profundidad en las amarras de cortesía y no teníamos mucho margen en la primer plea para poder salir. Nos despertamos por unos ruidos cinco minutos antes de que suene la alarma. Un barco de unos cuarenta pies (estimo a riesgo de equivocarme), había entrado en la noche y se había varado atrás nuestro bloqueando parcialmente la salida. Nosotras también estábamos varadas y el agua estaba bajando. Salimos ya, como sea, nos dijimos todavía medio dormidas. El barco que bloqueaba el paso pudo acomodarse un poco y nos ayudó a escorar el Hechi desde una driza. Salimos aún noche y la niebla que nos complicaba mucho la visibilidad. No teníamos lugar seguro para fondear así que avanzamos a velocidad mínima y haciendo uso de la campanita. Pasando Campana empezó a clarear y la niebla dio un respiro, pero minutos después, apenas salió el sol volvió con una intensidad mucho mayor. Un buque que veníamos amarrado a unos cincuenta metros de distancia desapareció frente a nuestros ojos en un segundo. Como acabamos de pasar un lindo bajo, dimos la vuelta, fondeamos y desayunamos tranquilas mientras esperábamos que la niebla se fuera, para luego seguir viaje por el Arias y el Luján, que anticipaban la cercanía a la ciudad de la furia, atestados de embarcaciones a motor pasando a toda velocidad creando un oleaje intratable.
Cerramos el viaje con un brindis compartido en el río ancho. El primero en recibirnos fue Jorge Merayo junto con Dolores del Cayo, que tras de poner un generoso número de defensas nos ofreció abarloarnos. Luego se sumó Ivonne Esteve con el Racing, parte de su tripu y amigos.
Toda esta energía abundante y hermosa sí hizo posible que el Hechicero esté ahora flotando y a la espera de nuevas aventuras. GRACIAS a todos de acá al cielo ida y vuelta!

Texto y fotos por Virginia Sandoval

barcos@barcosmagazine.com

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