
El viajar ha adquirido una adicción no sólo como básica necesidad de esparcimiento, sino también bajo la conexión obligada a diferentes culturas, sociedades lejanas, historia, naturaleza, aventura, antigua y moderna arquitectura y casi como un nuevo modismo el universo de la gastronomía.
Por supuesto y en la triste representación, ello se traduce en un costo que debemos afrontar dependiendo de nuestro bolsillo, pero que sin dudas dentro de lo apretado u holgado siempre nos obliga a recuperarlo en cada segundo de nuestro viaje, pues para amortizar tamaña empresa, mas si se trata de familia, nos obligamos a descansar mínimamente y por el contrario extender casi como semi dioses nuestras horas del día.
Resumiendo, cualquier nuevo viaje dentro de nuestro querido país o fuera del mismo, no se traduce en plenas vacaciones de descanso, entendiendo por ello simplemente no hacer nada bajo el placer sublime de un merecido tiempo de retiro mental y corporal.
Fue así, que este año decidimos volver a Carmelo luego de 12 años, ese hermoso lugar que fue nuestro transitorio hogar familiar durante muchos veranos y donde en la increíble simpleza pudimos ver crecer a nuestros hijos, sumamos amigos, compartimos largas clases magistrales de nuestra pasión por el agua, caminatas matutinas, algún viaje a Palmira y sin dudas fotografiamos eternamente en nuestras retinas momentos únicos como las salidas de pesca con mi padre junto a su nieto, mi hija intentando sus primeras maniobras en su pequeño bote o esas largas tardes de playa junto a mi esposa esperando que el río devorara el imponente sol rojo de las 20 hs.
Y sí, puede ser muy poco, pero cuanto es Carmelo para quienes necesariamente y como obligada terapia exigimos de la absoluta paz de no tener nada para hacer durante el escaso tiempo que nuestras labores permiten; porque como ya indicara este cercano lugar del planeta y su permanente crecimiento por no crecer y ser tan sólo como es, nos ha devuelto el apremio por un pronto regreso, pero también el castigo de nuestra ausencia durante tantos años.
Así y a modo de simple relato para aquellos que aún no se decidieron, trataré de describir nuestras recientes vivencias como así las pequeñas y subsanables adversidades de tan codiciado viaje.
Al inicio comenzamos con un pequeño escollo ya que la desmedida ansiedad de la tripulación por utilizar ágil herramienta del despacho electrónico que nuestra querida Prefectura Naval anunciara a fines del año pasado y que erróneamente presumimos evitaría el tradicional despacho, se desvaneció al anoticiarnos que aún sigue el trámite presencial migratorio encontrándose cerrada la Delegación Tigre después de las 19hs., lo que inevitablemente restó horas del valioso tiempo vacacional.
Sorteado ello y luego de un hermoso derrotero por el Río Luján, Arias, De La Serna, Miní, Guazú y Río de la Plata llegamos al canal de ingreso, el cual fue recientemente dragado y boyado correctamente ingresando por el Arroyo de las Vacas al Puerto de Carmelo, siendo recibidos como siempre por el personal de la ANP para el correcto amarre, haciéndolo esta vez sobre la nueva construcción y con excelentes servicios; pero nuevamente los innecesarios escollos ya que ahora migraciones, fiel reflejo de extrema burocracia, también posee una delegación que nos obliga a dejar un rol, nueva declaración de ingreso y por último abonar una tasa de entrada y salida, sólo para embarcaciones. Concluido ello Prefectura de Uruguay solicita otros dos roles lo que a esta altura nos obliga a multiplicar por dos los cuatro roles obligatoriamente impresos al momento de la descarga del despacho electrónico.
Esperemos que prontamente nuestros países puedan unificar el despacho que sólo obligue a la confección y salida electrónica, sin papel y por medios modernos de notificación como así y no menos importante que dentro del Mercosur e imitando el “Tratado de Schengen”, se supriman controles y tasas innecesarias posibilitando el libre tránsito con nuestro hermano país. Tanto bregaron nuestros próceres por ello y hoy nos esclavizamos a permanentes controles estatales que sin dudas colisionan con los principios de Libertad y, peor aún cuando sólo se replican en el tránsito fluvial en embarcaciones deportivas.
Retomando, solamente me resta mencionar que Carmelo mantiene niveles de seguridad mas que aceptables, que ha tenido un moderado crecimiento gastronómico destacándose restaurantes como El Nido, Che Carmelo, Fay Fay y ya, en un nivel superior la ruta del vino donde podemos disfrutar de variadas catas y degustaciones con pasos en El Legado, Almacén de la Capilla, Pueblo Tannat, Narbona y algunos otros, sumando dos simples, pero bonitos paradores playeros y como siempre la majestuosa caída del sol carmelitano.
En cuanto a precios, los costos de amarra, luz y uso de baños son más que correctos para una agradable estadía, en los comercios se obtiene variada mercadería y a similares precios de nuestro país y si de oferta gastronómica se trata los restaurantes citados en centro poseen valores similares o por debajo a los nuestros. Por supuesto aquellos temáticos del vino encuentran valores de relativa significancia, pero sin dudas obligados por el nivel gastronómico, atención y no menos importante la degustación de noble bebida.
Ya para el alquiler de automóviles, motocicletas y bicicletas “El Negro” ofrece variedad y muy buenos y recomendables vehículos a precios internacionales, pero con la histórica amabilidad de su familia. Por el contrario y si no queremos conducir o nos encontramos impedidos luego de degustar los maravillosos Tannat de cualquier alternativa citada, se puede recurrir a los servicios de remise utilizando en varias oportunidades en nuestro caso a CT. Transportes del señor Jorge.
Concluyendo y para aquellos que desde hace largos años no lo visitan, los que nunca fueron o los que aún no se deciden, Carmelo sigue siendo y ruego eternamente lo sea, un modo de vida, un modo de paz, un modo de sentirnos nosotros mismos y como queremos serlo, porque no hay nada que pedir, nada que obligarnos, nada que hacer más que disfrutar de un lugar único, tan sólo bajo la necesaria conciencia de ponernos durante unos días en Modo Carmelo.
Por: Dr. Ernesto Skrbec
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