El próximo 24 de septiembre se larga la 23ª edición de la Mini Transat, una épica regata en solitario, donde un argentino, rosarino, profesional de Ciencias Económicas, apasionado navegante desde los 10 años, intentará ser el primer compatriota en cruzar la línea de llegada en el Caribe.
*¿QUÉ ES?*
Es el viaje utópico de todos los aventureros; es a su vez la regata offshore que pasa por la imaginación de todos los navegantes. Es cruzar el Atlántico a vela, en solitario, en el velero más chico admisible, de 20 pies, contando sólo con lo esencial pero sin perder de vista que es una regata, algo que fue y será la cuna de los competidores oceánicos que han pasado la historia; sin contacto con el exterior ni reportes climáticos, más que una emisión diaria por radio AM para conocer el estado general del océano, la ubicación de los huracanes y sistemas de baja y alta presión; sin saber dónde están tus competidores; sin Plotter y valiéndote sólo de cartas marinas en papel, un barómetro y una veleta electrónica para poder tener datos precisos de dónde sopla el viento. ¿El GPS?, el más antiguo que te puedas imaginar, que sólo te da la ubicación en coordenadas para poder ver en las cartas cuál es tu posición.
La Mini Transat es una regata que se realiza los años impares, sólo 86 barcos por edición, y para la cual es necesario pasar un exhaustivo y difícil sistema de clasificación.
*EL RECORRIDO*
Son dos etapas: desde Francia (Les Sables d’Olonnes) hasta las Islas Canarias, y de las Canarias hasta Guadalupe en las Antillas Francesas/Caribe, lo que suma 4.100 millas (si fuera en línea recta, algo que en la realidad dista mucho de ello), en solitario y negociando hora a hora con el mar la supervivencia y la máxima velocidad. Día y noche, tormentas y calmas, orcas, buques y todo tipo de inconvenientes. Desde un mareo hasta una gripe. Desde una ola que arrase con todo, o un objeto flotante no identificado que te detenga en seco hasta el corazón. Todo queda enfrascado en tu velero de 6,5 metros y vos.
*QUIÉN SOY*
Me llamo Federico Norman, tengo 37 años, aprendí a navegar en las costas de Rosario, en el río Paraná, y desde que tengo memoria, me pasé los momentos de estudio en la escuela dibujando veleros, y los ratos de ocio de mi vida, navegando, haciendo windsurf y toda clase de aventuras en el mar.
Mis armas a vela las obtuve empezando por Optimist (Campeón y Subcampeón Norteamericano 2001), Snipe (Campeón Argentino Junior 2004), 29er, veleros de Fórmula (Campeón Circuito Atlántico Sur Rolex 2020) y ahora instalado en Francia desde 2022, haciendo campaña en Mini Transat, habiendo ganado recientemente la mítica Mini-Fastnet (2023).
Desarrollé proyectos inmobiliarios durante 8 años en la ciudad de Rosario, creando junto a mis socios, barrios y emprendimientos innovadores en todo el arco del Real Estate. En el 2021 decidí dejar todo para seguir mi sueño en el mar: ser un navegante Offshore, navegar todas las millas que se puedan hasta dar una vuelta al mundo, o más.
El próximo desafío es la Mini Transat 2023, desafío al que logré clasificar luego de un año navegando en el Mediterráneo y en el Atlántico.
*MIS LOGROS*
A principios de junio tuvo lugar la regata Mini Fastnet, palabra mayor en el mundo de la vela, es un hito, llegar a un faro situado al Sur de Irlanda azotado todo el año por sistemas de baja presión que lo hacen un desafío a la altura de otras pocas regatas. Son 600 millas de regata (1100 km) desde Francia, bordeando el faro y regreso. Ese logro, ese primer puesto, no lo vi venir, pero fue un sueño. En el 2022 esta regata había sido mi primer experiencia en la categoría; y un año después lograr el podio fue, al menos para mí, mágico.
*QUÉ SE VIENE*
La Mini Transat 2023 es una aventura sin parecidos. Es un rally pero por el agua y sin asistencia. El barco, un cohete diseñado exclusivamente para ir rápido con los vientos alisios. No hay confort, comer se reduce a un paquete de comida de astronauta; dormir es sólo un proceso básico que se cubre con siestas de a 20 minutos, para abrir los ojos y reconocer si todo sigue bien; bañarse será, capaz, el máximo deleite a la llegada junto con abrazar a todos los amigos que zarparon y a los que nos esperan en la llegada. Dialogar con el horizonte, y tal vez colarme en alguna conversación perdida que capte con el VHF para saludar, definir si todavía me queda voz y sentir un esbozo de “sociedad”, o lograr una sociedad en el mar, con sus tiempos, sus distancias y sus reglas no escritas.
*POR QUÉ*
Es un desafío, es ambición por sobrevivir a las condiciones más hostiles de un Mar en su apogeo. Es también un viaje hacia el interior, reconocer los propios límites, exponerme a mis miedos, a la soledad y buscar capaz las raíces celtas que llevo en la sangre, de donde debe provenir esta constante de volver al mar.
Es también un pase a “Universidad del Mar”, donde lo que no sepas resolver te hundirá literalmente. Es la vida misma pero sin plan B. Por eso el trabajo previo en la preparación del barco, en conocer los riesgos, en aprender todas las materias que pudieran hacer falta para salvarte, desde los procedimientos de naufragio, hasta arreglar cualquier parte del barco, porque el objetivo primario es sobrevivir, pero, el fin último es ganar. En ese arco se mantendrá mi psicología, donde algunos días estaré con energía, y otros preguntándome porqué no me quedé en tierra firme, valga la redundancia FIRME. En el mar todo es relativo y muy a la merced de los elementos. Ese juego vale decir que es mágico, es la parte de competir contra vos mismo y sin subjetividad, sin opiniones ni puntos de vista humanos. El mar y el viento están ahí inmutables, para ser sorteados… o no.
*ALGUNOS PUNTOS EXÓTICOS*
DORMIR: ir en solitario a máxima velocidad 24hs del día durante varias semanas, implica desarrollar una manera de dormir conocida como sueño polifásico. Se duermen siestas de 20’, que no sólo son recomendables para no caer en lo profundo del REM, sino que también condicen con el alcance visual que tenemos en promedio, pudiendo ir a dormir con una imagen de que en los próximos 20 minutos no hay grandes obstáculos. O por lo menos, apostando a eso.
EL ESPACIO INTERIOR: Mide solamente 1,20 de alto, y son 3 metros de ancho y 4 de largo, repleto de bidones de agua, velas, repuestos, ropa técnica y bastantes cables dando vuelta que toman información de sensores básicos hasta el piloto automático
EL PILOTO AUTOMÁTICO: Es tu mejor amigo, y tu talón de Aquiles también; sin él, imposible irse a dormir en modo regata. Pero la electrónica que usamos es lo más básica posible, ya que parte del espíritu de esta regata, es competir con bajos presupuestos. Es lo opuesto a una carrera armamentista sino, más bien un desafío de humanos.
SIN COMUNICACIÓN: no tenemos manera de contactar al exterior ni conocer con exactitud tecnológica el desarrollo del viento y las olas. Tampoco sabemos dónde están los adversarios. Pero ojo, no queremos morir, así que llevamos una baliza de emisión de señal con el objetivo de que los espectadores puedan seguir la regata y, en el caso de una desgracia, puedan localizar un naufragio. Pero tampoco es cosa simple. Pueden tardar días en localizarte físicamente, si el mar está admisible. Llevamos balsa salvavidas, polvos nutritivos y pastillas de potabilización de agua de lluvia para el peor escenario. Los modernos sistemas de satélites aún pueden tardar horas en recibir la localización exacta, y no hay rescates en helicóptero o avión a más de 400 millas de la costa. Se debe coordinar con barcos mercantes que pudieran estar relativamente cerca.
Pero, preferiblemente volvamos al mejor escenario y juguemos las fichas que hagan falta para que este desafío culmine con el mayor éxito: CUMPLIR LOS SUEÑOS.
IG: @fedenorman