La Flor de la Mar fue una imponente fragata portuguesa construida en Lisboa durante 1502. Al igual que una gran cantidad de historias y de mitos marinos, su relato resguarda grandes misterios que aún no fueron descubiertos pero, en su caso puntual, despertó un interés particular: tras su naufragio en Malaca en la península de Malasia, su valioso tesoro, el más grande de la historia según los investigadores, sigue perdido en la más profundo de mar.
En medio del apogeo de la edad de oro de la exploración de la flota de Portugal, el increíble navío fue construido en la capital del país y se destacó desde su creación por sus 35 metros de largo, 33 de alto y 400.000 kilos. Según los escritos de la época que narraron sus epopeyas, “la Flor de la Mar fue un buque imponente que duplicaba en tamaño a las demás fragatas de aquellos años”.
Amarrado en un puerto portugués colmado de actividad debido a las grandes expediciones que la marina realizaba en el 1500, este barco emprendió la misión de navegar hacia la India para conquistar y saquear la tierra del oro. Desde sus primeros años, estuvo destinado a realizar rutas lejanas aunque, debido a su gran tamaño, era inseguro en condiciones de mucha carga cuando debía atravesar las tempestades del mar.
En sus primeras travesías estuvo al mando del capitán Estêvão da Gama, primo del reconocido explorador Vasco da Gama. Luego de su primera exitosa misión por la India, la tripulación emprendió el retorno con la carga completa de especias, oro y piedras preciosas. Al atravesar una dura tormenta, el navío sufrió serios daños que pusieron en grave peligro a la tripulación.
Durante el viaje, los marinos repararon los agujeros que sufrió la Flor de la Mar y lograron llegar a puerto donde el barco debió quedarse por unos meses para ser arreglado. Una vez en condiciones, las misiones hacia la India continuaron durante varios años hasta que, luego de otros viajes con serios daños, la embarcación recibió una nueva encomienda: convertirse en navío de guerra.
Con el nuevo puesto en la armada portuguesa, patrulló las Indias Orientales y colaboró en la conquista de ciudades ricas de la zona como Socotra, Muscat, Ormuz y Goa, bajo el mando del almirante Alfonso de Albuquerque que, años más tarde, se convirtió en el segundo virrey de Portugal en la India.
Durante sus años en guerra con la conducción del también conocido como “el terrible” o “el león del mar”, la Flor de la Mar se alzó como uno de los buques más temibles de la brigada y participó de la conquista de Ormuz en 1507, de la batalla de Diu en 1509, la toma de Goa en 1510 y la captura de Malaca en 1511. Esta sería su última misión.
Malaca, ubicado en la península de Malasia, se situaba en lugar comercial estratégico, centro de operaciones internacionales que poseía grandes tesoros. Albuquerque no pudo resistirse a la tentación y emprendió su conquista en 1511. El barco soportó un asedio de 12 días en los que bloqueó las actividades comerciales hasta que estuvieron en condiciones para comenzar la toma.
La campaña fue un éxito rotundo. En pocos días, Albuquerque y la tripulación de la Flor de la Mar conquistaron la joya más preciada por el gobierno portugués y todos sus tesoros. Saquearon la ciudad de punta a punta y luego el palacio del sultán, donde se escondían las riquezas más grandes.
El capitán y sus marinos colmaron el navío con las riquezas ilimitadas que consiguieron. El escrito destaca la toma de tributos del Rey de Siam, que incluía 60 toneladas de oro y 200 cofres de gemas que guardaban rubíes, esmeraldas y diamantes. A pesar de las trágicas experiencias que sufrió el barco en expediciones pasadas, la tentación era muy grande y el botín llenó a tope las bodegas.
De acuerdo a los relatos reconstruidos por el cazador de tesoros e investigador Sir Robert F. Marx en el libro Treasure Lost at Sea: “aquel saqueo fue el botín más grande que jamás había visto Portugal y ningún otro país del mundo”.
“Ocupaba tanto espacio que hubo problemas para almacenar otros 200 gemelos llenos. Diamantes, rubíes, esmeraldas y zafiros, que hoy valdrían miles de millones de dólares”, relató Marx en su libro sobre la Flor de la Mar.
“Tras el botín, la flota portuguesa zarpó hacia Goa al mando de Alfonso de Albuquerque con otros cuatro barcos y un junco. Navegando durante la noche a lo largo de la costa de Sumatra, la flota fue golpeada por un terrible tifón con enormes olas y truenos”, relata la Carta original del Naufragio.
En diciembre de 1511, dos días después de zarpar de Malaca, el navío se enfrentó a una gran tormenta y logró sobrevivir al diluvio. Sin embargo, con los daños sufridos en el temporal su conducción se hizo casi imposible, golpeó contra un arrecife en la costa de Sumatra y se hundió.
Tras el impacto, la Flor de la Mar se partió en dos y el empuje de las olas hundió los pedazos. En las reconstrucciones históricas, aseguraron que las 400 personas que estaban a bordo murieron salvo el capitán Albuquerque, que salió ileso junto a algunos oficiales al mando.
A pesar de sobrevivir, ninguno de los marinos logró reconstruir la ubicación exacta del naufragio y el preciado tesoro quedó a oculto en las grandes profundidades del océano.
Con el paso del tiempo, el mito sobre el valor del tesoro surcó los mares y hubo muchas decenas de intentos por encontrarlo sin éxito.
Distintas compañías de varias partes del mundo intentaron con mucho esmero encontrar sus riquezas pero fallaron. Una de las expediciones más importantes la realizó una empresa de Singapur en 1989 llamada South East Asia Salvage. El equipo estuvo conformado por historiadores y arqueólogos reconocidos, acompañados por el especialista en la Flor de la Mar, Sir Robert F. Marx.
A diferencia de los intentos anteriores, los investigadores tramitaron y consiguieron el permiso de Indonesia para investigar la supuesta zona del accidente. Antes de que los especialistas pudieran excavar, estalló un conflicto entre Indonesia, Malasia y Portugal por la disputa del derecho a su posesión.
Por su parte, Malasia acusaba a Portugal del robo de aquellas preciadas piedras y riquezas, mientras que Portugal defendía su derecho de propiedad. El conflicto puso en pausa las expediciones y, a pesar de los avances y la cercanía que logró Marx junto a South East Asia Salvage, su búsqueda no pudo concretarse.
Según la sección de la UNESCO que supervisa el patrimonio submarino, un país tiene la potestad de reclamar posesión sobre los restos si, en primer lugar, fue dueño del navío. Aunque éste haya permanecido abandonado durante años, el propietario puede reclamar su propiedad.
No obstante, la posesión puede complicarse dependiendo de la ubicación del naufragio, es decir, si está situado en aguas territoriales de otro estado, como es el caso de la Flor de la Mar. En estas situaciones, la ley internacional señala que un país tiene absoluta soberanía sobre sus aguas.
Según explicó Robert Mackintosh, abogado y arqueólogo de la Universidad de Southampton, Inglaterra, a la BBC, “cuando se descubre una embarcación, el país donde la nave fue registrada puede dar causa a algo que se llama ‘inmunidad soberana’. Los buques de guerra y otras naves de gobierno operadas para propósitos no comerciales gozan de inmunidad soberana”.
Un reciente ejemplo que recorrió el mundo en los últimos años fue el de la empresa cazadora de tesoros Odyssey Marine Exploration que halló los restos del naufragio del navío español Nuestra Señora de las Mercedes. Luego de encontrar 17 toneladas de monedas frente a las costas de Gibraltar, un juez estadounidense dictaminó en 2009 la devolución de medio millón de monedas de oro y plata a España ya que el gobierno español nunca había renunciado a la posesión del cargamento de la nave.
Más allá del dilema diplomático que envuelve a la historia del navío, nadie fue capaz de acercarse a su descubrimiento. Más de 500 años después de su naufragio, la Flor de la Mar y el tesoro más grande del mundo permanecen ocultos en lo más profundo del océano a la espera de que algún afortunado pueda hallar sus riquezas.
Simón de Aduriz – LA NACION
#NUESTROMAR