EDICIÓN IMPRESA – IZARRA POR EL MUNDO: Saber dar marcha atrás
Dejamos Ilha Grande a las 12 de la noche del 21 de julio rumbo a Río de Janeiro, 60 millas náuticas al E.
Después de 2 meses de soplar del NE casi ininterrumpidamente, aprovechamos el terral nocturno: través y mar planchado. El pronóstico de Windy se cumplió al “nudillo” y llegamos pasado el mediodía justo cuando el viento rotaba a la dirección conocida como “de jeta”. Vimos 3 ballenas jorobadas, que ese día nos pareció una novedad bienvenida. Pasamos 10 días espectaculares en una ciudad que es puro contraste. Paraíso supremo con contaminación vergonzosa, helicópteros privados sobrevolando la pobreza miserable, modernidad de primer mundo con historia y arquitectura portuguesa. Pero lo que no tiene contraste, ¡es la alegría! Se baila cualquier día a cualquier hora en cualquier lado, todos juntos: los turistas, los locales, los ricos, la clase media y los pobres que con su bolsa de latas que juntaron de los tachos de basura, ¡son los que saltan más alto al ritmo de la música!
El 30 de julio entró un frente frío y al día siguiente antes de que salga el sol salimos hacia Arrial do Cabo a 75 millas más hacia el E. El viento del SW estaba flojo por la aleta y la mayor tapaba a la Genoa. Optamos por orzar un poco y el Izarra empezó a hacer su magia a 7 nudos de velocidad. Cuando estuvimos a barlovento del cabo, derivamos para quedar en popa redonda con olas grandes, estimamos que de 4 metros, el viento levantó a 25 nudos y el barco barrenaba a 12 nudos así que arriamos la mayor para ir más tranquilos. Vimos más ballenas y navegando a esa velocidad ya no fueron tan bienvenidas.
Entrando para fondear en Praia do Forno en Arraial, se nos acercó una lancha tocando bocina a preguntar si estábamos bien porque había un velero pidiendo ayuda. Dos horas más tarde entró un velero a remolque, había perdido el timón al chocar contra algo, creen que una ballena.
Al día siguiente recorrimos Arraial pero nos resultó un paraíso de arena blanca y agua transparente con un desarrollo urbano y portuario bastante feo así que decidimos seguir a Buzios antes de que el viento rotara al NE casi permanente.
Cubrimos las 19 millas en 4 horas y media a vela y motor. Llegando, veníamos comiendo en el cockpit a 4,5 nudos cuando vemos a medio metro de la proa sobre babor un lomo de ballena sumergiéndose, cortamos motor y esperamos el golpe que por suerte no sucedió, emergió a 1 metro por estribor sacando una larguísima aleta pectoral y después se fue. En ese momento tomamos dimensión de la masa que trasladan: 30000 kilos y entendimos porqué un velero de 41 pies se hundió recientemente y otro rompió la hélice al chocar contra una de esas moles. Nadan a una velocidad de 5 nudos aproximadamente y duermen en superficie a media agua. Resulta que es plena temporada de reproducción en Abrolhos, hacia donde estábamos yendo, donde se reúnen 4000 ballenas. Llegamos a Buzios muy estresados porque vamos con nuestros hijos de 4 y 5 años a bordo y con sólo pensar en la altísima probabilidad de chocar con un cetáceo, con viento, olas y de noche se nos hacía un nudo en la panza. Luego de mucha meditación y consultas con otros navegantes, decidimos esperar al verano, cuando las Jorobadas se vuelvan a la Antártida a comer.
Buzios en agosto es muy ventoso, la bahía protegida del constante viento NE es chica y está llena de barcos en boyas con lo cual quedamos fondeados en 10 metros de profundidad, expuestos al viento y olas. El barco no paró de rolar y cabecear en las 3 semanas que estuvimos ahí… pero como vinieron mi hermano Alejandro y mi mamá Diana a visitarnos ¡la pasamos genial!
Luego, vino un ciclón extra tropical que por suerte llegó con vientos del SW de sólo 40 nudos. En otros lados como Ilhabela y Paraty pegó muy fuerte, arrancando techos y golpeando barcos contra la costa. Íbamos a pasar el ventarrón amarrados a una boya del Iate Clube Armação dos Buzios. Ezequiel se sumergió en apnea 10 metros para pasar un cabo nuestro por la inmensa cadena que encontró ahí abajo. Además tiramos nuestra Bruce de 20 kilos con 60 metros de cadena de 8 mm. A último momento una pareja de navegantes locales nos advirtió del enorme oleaje que suele formarse en esas condiciones y decidimos movernos al igual que ellos al extremo SW de la bahía. Al rato estuvimos rodeados por decenas de pesqueros que nos confirmaron que nuestra decisión había sido buena. Al reparo de tierra estuvimos mucho mejor que los que quedaron en Praia Ossos donde las olas tenían más de 1 metro.
Sin duda este destino turístico debe haber sido un paraíso de paisaje árido y de agua transparente. Hoy en día tiene el gran detrimento de que sus playas están cercadas por los muros de las casas que las rodean. Quedan pocas playas con médano y naturaleza.
El viento sopló y sopló sin parar con rachas de 30 nudos generando mucha marejada hasta que después de un frente frío, se produjo una ventana que nos permitió salir. Navegamos con poco viento hasta Arraial y dormimos nuevamente en Praia do Forno que es muy muy lindo y protegido.
A la mañana siguiente salimos y dimos la vuelta al cabo a motor porque el viento se demoraba en obedecer al pronóstico. Había mucha ola y contraola del rebote contra las rocas, nada recomendable. Luego el E levantó y nos llevó en popa con una vela de cada lado hacia el poniente. A la tarde las rachas tocaban los 23 nudos y decidimos bajar la mayor. Nos pusimos de través y a pesar de que las olas no llegarían a 2 metros, el barco se hamacó bastante durante la maniobra que se demoró un poco. A raíz de eso cuando llegamos a Río de Janeiro y tuvimos quietud por primera vez en 1 mes, nos pusimos a investigar mejores formas de tomar rizos en popa con ola y la Genoa tangoneada en oreja. Encontré recomendaciones muy interesantes pero eso lo voy a dejar para otra nota.
Para poder disfrutar junto a nosotros de esta gran aventura, publicamos fotos y vídeos en Instagram @navegando_el_izarra.
Ahora estamos de vuelta en Ilha Grande y sus alrededores. Los morros son de un verde exuberante, cubiertos de selva tropical, las playas soñadas y el agua verde esmeralda. El viento suele ser suave. ¡Un verdadero paraíso para patachear mucho y navegar un poco!