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EDICIÓN IMPRESA – IZARRA POR EL MUNDO: La vuelta a Ilha Grande

Llevábamos varios días en Abraao, el pueblo más grande y turístico de la isla y el pronóstico aseguraba una semana más con vientos del noreste.

Eso nos daba una buena ventana sin frentes del sudoeste como para ir a explorar las playas más agrestes y menos traqueteadas, justamente por estar expuestas al Atlántico.
Cargamos agua, compramos comida y salimos al mediodía rumbo a Ensenada do Pouso, la siguiente hacia el este. A partir de ahí ya no hubo más señal de celular por varios días.
En pleno invierno los días son muy cortos acá en el trópico y a eso de las 16 horas el sol ya se esconde tras los morros y a uno le da ganas de taparse con la bolsa de dormir en el cockpit a tomar unos mates y guitarrear un poco.


A la mañana siguiente salimos con viento norte, el último aliento del terral de cada noche. Ideal para darle la vuelta a la Ponta de Castelhanos con su blanco Farol del mismo nombre. Con el mar planchado y unos 13 nuditos a favor, la navegación fue muy placentera. Dos horas más tarde pasamos de largo frente a Praia Lopes Mendes, una lindísima playa de arena blanca, tan fina que hace ruido cuando caminas. No paramos ya que ahí se accede caminando 20 minutos por una trilha desde Pouso y a esa hora de la mañana ya se estaba llenando de turistas.


Nos cruzamos con una manada de delfines pero fue un hola-chau porque iban en la dirección opuesta y nosotros, en oreja con genoa tangoneada y mayor con retenida.
Media hora más y entramos en Saco Dois Ríos que, con su orientación sudeste tenía una onda incómoda para estar fondeados. Tiramos el ancla en 5 metros y nos fuimos a visitar el pueblo. Llegar a la playa con el gomón, barrenando una ola con rompiente fue muy divertido, ¡todos gritando de excitación! Por suerte no tumbamos.
En Dos Ríos funcionaba la cárcel de máxima seguridad de Río de Janeiro que, hasta su cierre en 1994 aseguró la conservación de este paraíso que es la “Isla Presidio”. Hoy quedan las ruinas y un pequeño museo. La Villa donde vivían los empleados de la cárcel es muy prolija, con casitas simpáticas, todas iguales y rodeadas de pastizal e hileras de árboles, lo cual contrasta con la vegetación selvática natural de la isla.
La playa es linda, rodeada por dos ríachos que desembocan en el mar de agua transparente ideal para bucear y hacer surf.


A la tarde seguimos viaje hacia Praia Parnaioca,  que al estar orientada al sudoeste estaba protegida de la onda de mar. A este paraíso llega muy poca gente y pasamos dos días idílicos buceando, caminando por la arena y disfrutando de atardeceres rojos en un escenario de paz.
Luego visitamos Aventureiro donde hay una pequeña villa de pescadores que quedó dentro de una reserva Biológica, cosas típicas que suceden acá. Aprovechamos para hacer surf pero no nos quedamos a dormir porque el barco fondeado rolaba y corcoveaba.
Dimos la vuelta a la Ponta dos Meros y fondeamos frente a la playa homónima. Es un lugar Mágico, la pequeña playa tiene una pendiente empinada de arena y como un anfiteatro, uno queda tumbado en la arena con una vista espectacular del mar, el barco y las rocas. Queda al fondo de una bahía profunda, solamente expuesta a los temibles frentes del sudoeste. Seguíamos sin señal y por lo tanto sin la actualización del pronóstico pero en el cielo hacía dos días que veníamos viendo plumas blancas.


A la noche como por arte de magia negra, el barco empezó a hamacarse más y más, y no había nada de viento. Sabíamos que debía estar acercándose un pampero así que a las 5 am con las primeras luces levamos ancla y por el mismo lugar que habíamos entrado en un mar planchado, salimos a motor subiendo y bajando ondas muy altas que cuando quedaron de través, nos hicieron rolar horriblemente a pesar de la mayor a tope. Tuvimos que rodear salientes de piedra, con rompientes escalofriantes, nada de viento y 30 metros bajo la quilla. En esas situaciones no puedo parar de pensar en qué pasaría si fallara el motor… ¡es una mala costumbre que tengo!
Luego entramos en la bahía de Proveta, el segundo poblado más grande de la isla pero nos resultó muy urbano y seguimos viaje hacia Praia Vermelha. Es una bahía muy pequeña que solía ser de las más lindas pero en abril pasado, al llover 800mm en 48 horas, un deslizamiento de tierra del morro enterró parte de la playa. Seguramente el tiempo y la naturaleza lo vuelvan a su belleza anterior.
Luego paramos en la Ensenada de Sitio Forte, una bahía amplia, bien protegida del mal tiempo donde se puede cargar agua dulce amarrándose a un bloque de cemento sobre una roca donde emerge una manguera con agua de vertiente natural. Para que salga agua, hay que ir en el bote al bar Recanto dos Maias y tomarse algo en lo de Telma para que abran la canilla. En la misma Praia da Tapera hay una Fazenda con vacas, cocoteros y plumíferos de varias especies donde trabajan adictos en recuperación. Pedimos permiso y nos abrieron la puerta y siguiendo un caminito empinado llegamos a la cachoeira local donde nos dimos un baño helado.
Fuimos nadando al restaurante flotante Lele e Cleusinha donde se come la pesca del día y ¡todo es riquísimo!
Volviendo a Abraao dejamos a estribor muchísimas playas y rincones preciosos sobre los que escribiré en otra ocasión.
No se pierdan de acompañarnos en Instagram @navegando_el_izarra en esta aventura.

Por: Virginia Britos

barcos@barcosmagazine.com

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