Situada en la bahía de Nápoles, fue una de las ciudades romanas más esplendorosas de su época. Muy pocos pueden ver sus secretos.
A menudo eclipsadas por sus vecinas Pompeya y Herculano, situadas en el extremo opuesto de la bahía de Nápoles, las numerosas zonas arqueológicas delos Campos Flégreos —a pesar de su magnificencia e importancia histórica— suelen pasar desapercibidas para la mayoría de visitantes. El anfiteatro de Pozzuoli, los muchos templos, termas o villas imperiales que salpican la zona están ahí para dejarse visitar en intimidad sin aglomeraciones de turistas.
Y es que en estos Campos Flégreos ubicados en una bahía natural que siempre fue refugio para los navíos romanos, se levantaba la esplendorosa localidad de Baia, un conjunto delujosas villas y complejos termales a los que solo los más pudientes de la sociedad romana —vinieron incluso Julio César y Nerón— tenían acceso. Pero debido al bradisismo (un fenómeno volcánico que ya conocían los griegos y que provoca que el nivel del suelo ascienda o descienda periódicamente) aquella localidad de la que Horacio escribió «no hay ningún lugar más espléndido en el mundo que la encantadora Baia»acabó irremediablemente hundida en el mar. Y durante siglos casi todo el mundo se olvidó de ella.
AFRODITA CON BOTELLA DE OXÍGENO
Pero a principios del siglo XX alguien encontró una estatua de Afrodita en las aguas que bañan la Punta dell’ Epitaffio y aquello desató el interés de los arqueólogos submarinos, quienes en los años 60 empezaron a explorar sistemáticamente el fondo de la bahía. Hoy, un buen número de estructuras de la esplendorosa Baia se han sacado a la luz —que no del agua— y el recinto arqueológico sumergido, además de estar en un estado de conservación admirable, se puede visitar. Eso sí, para ello hay que enfundarse un neopreno, unas gafas de buceo y una botella de oxígeno.
Una de las bases de operaciones para la exploración del Parque Sommerso de Baia se sitúa en Pozzuoli, concretamente en el Centro Sub Campi Flegrei, quienes tienen todos los permisos necesarios para bajar hasta estas ruinas sumergidas hoy altamente protegidas. El recinto arqueológico tiene la friolera de 178 hectáreas y se divide en tres zonas A, B y C con numerosas estructuras arquitectónicas en cada una de ellas. Los responsables del centro de buceo, sujetos a la normativa y a las condiciones del mar, realizarán una o varias inmersiones diarias en distintos puntos del parque porque no hay que olvidar que, por razones obvias de autonomía de las botellas de oxígeno, una visita durará un máximo de entre 30 y 40 minutos. También existe la opción de realizar un recorrido haciendo snorkel, cosa que impide ver de cerca los mosaicos y las estatuas, pero que sigue siendo una experiencia fascinante.
Entre las estructuras más impresionantes (dada su extensión, sólo se visita una por inmersión) están el Ninfeo de Claudio, con sus termas y su patio de estatuas; las Termas de Lacus donde recientemente se ha descubierto un espectacular mosaico policromado; la Villa de Protiro, donde se puede contemplar un trazado urbano con sus comercios y una casa noble que conserva intactos sus mosaicos; o Portus Julius, la inmensa estructura portuaria construida durante la guerra civil entre Octavio y Sexto Pompeyo para acoger a la poderosa flota del Miseno. A parte de estos hay muchos otros puntos impresionantes donde además de peces se pueden contemplar estatuas, suelos pavimentados y columnas de lo que fueron flamantes villas romanas. Y más que habrá, porque los arqueólogos del parque siguen trabajando y realizando hallazgos insólitos en la zona.