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Antartida, el continente de la ciencia

PARTE III

Quiero dedicar esta nota a mi viejo, Roberto García Guevara, que desde algún lado seguro está escuchando. Con él iniciamos esta serie de notas sobre Antártida, que ahora estoy retomando y concluyendo. Fue mi viejo también quién me impulsó en mi primera navegación a la Antártida, hace ya muchos años atrás… por el 96, en aquella oportunidad a bordo del rompehielos Almirante Irizar, navegación que marcó mi vida y que le voy a estar eternamente agradecido. Para vos viejo, que desde acá se te extraña.

Por Gastón García Gevara

Todo está listo para un nuevo muestreo a bordo del buque oceanográfico Puerto Deseado, perteneciente al CONICET. Alrededor de unos veinte científicos argentinos, de diferentes laboratorios y provincias, abrigados con enormes camperas de color naranja que provee el buque, esperan ansiosos una nueva captura del fondo oceánico de aquella región remota del Mar de la Flota. Cercanos a la Isla Decepción, tan sólo unos pocos kilómetros nos separan de su costa y el reparo durante la maniobra se siente, facilitando un poco las cosas al calmar las aguas.

Promedia el mes de enero de 2014 y las temperaturas allí al norte de la Península Antártica apenas superan los 0 °C. Hace ya unos 10 días que el buque ha comenzado con su campaña antártica de verano, zarpando un 11 de enero desde el Puerto de Mar del Plata y pasando unos primeros días difíciles de navegación, sobre todo para los científicos que no estaban acostumbrados a navegar en alta mar. El rolido del buque se hizo sentir al abandonar la costa bonaerense y también durante los siguientes días paralelos a la Patagonia. Pero más adelante el viento calmó bastante sus rachas, bajando considerablemente el tamaño de las olas y permitiendo al Puerto Deseado tener un cruce del Drake dentro de todo tranquilo.

El cruce llevó casi dos días y luego de una constante navegación de 8 días desde Mar del Plata, el buque argentino alcanza finalmente aguas antárticas, mucho más calmas que las del Pasaje de Drake y también de menor profundidad. Al arribar al primer punto de muestreo, todos ya estaban listos y organizados para comenzar a cumplir con las estaciones de pesca planteadas.

Un par de días más tarde, ya eran varios los lances que se habían hecho y procesado. Igualmente, la novedad para todos en aquel momento era poder volver a ver tierra a lo lejos, después de casi 10 días de navegación constante, con un mar interminable a la redonda. Ahora la vista de todos podía toparse a lo lejos con una de las costas de la Isla Decepción, una gran isla en forma de herradura, consecuencia de su orígen volcánico, en donde su cráter inundado con agua de mar, ofrece una gran bahía interna de aguas calmas, que muchas embarcaciones suelen utilizar de resguardo ante un eventual temporal. Un paraíso dentro de tanta hostilidad antártica. Allí, en una de sus costas internas, la Argentina tiene instalada una de sus bases temporales de verano llamada Decepción.

El paisaje y su esplendor, la suerte de poder estar allí, entusiasma el ánimo de todos. La red todavía está en el agua, hace minutos que ya la están cobrando. Cantidad de bateas vacías son acomodadas por los científicos sobre la gran mesada de trabajo en popa, junto con algunas pinzas y otros elementos que también utilizarán para manipular las muestras.

En los rostros de todos, aparte de cansancio, se percibe cierta felicidad al ver que el paisaje ha cambiado luego de varios días de sólo ver mar. Por momentos algo de agua nieve moja la cubierta de trabajo en popa, mientras dos técnicos de pesca manipulan un gran bolsón de red recogido, que carga gran cantidad de muestras en su interior.

“Tenemos en el buque dos tipos de rastras que son redes que van por el fondo marino y arrastran todo lo que hay en ese fondo. Entra todo dentro de la red y sube para cubierta, donde ahí sacamos las muestras. Viene toda la muestra junta y entonces hay que separarla, abrirla y dentro de todo eso, ver qué cosas hay.

Lo que hacemos cuando las redes vienen, juntamos los animales y se trata de ponerles nombre, determinarlos, decir qué nombre tiene cada individuo de los que se conocen o de los que conocemos nosotros, porque muchas veces salen tantas cosas, que uno conoce algunas especies y otras sabe más o menos de qué grupo son”.

Dr. Gregorio Bigatti. Biológo marino CONICET. Laboratorio de Reproducción y Biología Integrativa de Invertebrados Marinos (LARBIM) del CENPAT en Puerto Madryn.

“Una vez que sale la red, lo primero que se hace es pasar a cajones, la captura total se pesa y luego de que se tienen los datos del peso total, separamos entre todos lo que necesita cada grupo y después una vez que está todo separado, pasamos a los gabinetes a trabajar”.

Lic. Mariel Ojeda, también Bióloga del CONICET, pero enviada por el Laboratorio de Biología de Invertebrados Marinos de la UBA.

En cubierta todos trabajan concentrados separando las muestras, discriminando por especies y por grupos. Los peces por un lado, las estrellas por otro, los caracoles y otros moluscos por otro y así hasta completar con toda la muestra recién traída del fondo. Sobre la gran mesada de popa los científicos van buscando especímenes entre toda la muestra, algunos les llaman la atención más que otros, mientras reagrupan y separan por proyecto. Una vez distribuida toda la muestra dentro de las diferentes bateas, se pasa al interior de los gabinetes continuos a la cubierta donde, por grupos según los diferentes laboratorios, los investigadores continúan con la rutina de procesamiento e identificación de las especies capturadas.

“Una vez que llegan las muestras al laboratorio, nos dividimos en dos grupos. Un grupo realiza la parte de identificación con las claves diagnósticas y otro grupo se encarga de las medidas, tomar el largo total del pez, el largo standard, también se le sacan las gónadas y el estómago.

Para la identificación de los peces, a veces tenemos que utilizar una lupa para poder observar pequeñas características que no se observan a simple vista.

En uno de los lances salieron 600 peces de una especie y los teníamos que procesar a todos y enseguida porque a las dos horas había otro lance, así que ahí en ese momento cada uno hace lo que puede y si termina lo que tiene que hacer, ayuda al otro”

Dra. Mariana Deli Antoni. Bióloga marina CONICET. Especialista en peces antárticos, Laboratorio de Biotaxomía Morfológica y Molecular de Peces (BIMOPE). Mar del Plata.

En los gabinetes todos trabajan concentrados, de vez en cuando alguien consulta algo a algún compañero. Se toman mediciones, se distinguen los rasgos básicos de cada individuo y en caso de ser necesario, se hacen comparaciones para identificar alguna especie, siguiendo libros de claves diagnósticas. Finalmente todo quedará asentado en distintas planillas de campaña, tanto las características taxonómicas de cada espécimen, como la fecha y zona de captura.

“Hay 320 especies de peces antárticos, aproximadamente, que tienen muy diversas formas. La mayoría son bentónicos, o sea que se encuentran cercanos al fondo. Tienen diversas adaptaciones al ambiente antártico, al agua tan fría, como por ejemplo compuestos anticongelantes que permiten bajar la temperatura de congelación de la sangre o también muchos no presentan vejigas gaseosas y presentan un esqueleto descalcificado. Cuentan también con reservas de lípido que les permiten mantener la flotabilidad en la columna de agua”.

Agrega la Dra. Deli Antoni, mientras trabaja realizando mediciones de algunos peces.

Con las especies más extrañas o hasta en algunos casos desconocidas, los doctores Ezequiel Mabragaña y Juan Martín Diaz de Astarloa, ambos biólogos marinos del CONICET, también del laboratorio BIMOPE de Mar del Plata, se apoyan en ilustraciones muy precisas y también en descripciones puntuales por especie, que consultan en los libros de claves de peces. Parámetros como pueden ser la cantidad de escamas entre los ojos, si tiene o no escamas entre los ojos, líneas o morfologías que pueden ser representativas de una especie determinada, color, formas de las aletas, etc., ayuda a estos investigadores a identificar y catalogar la especie en duda recién capturada. En algunos casos toda esta información aún no alcanza y cuesta definir la familia o especie del individuo frente a ellos, pero esto no preocupa a los científicos, al contrario, los entusiasma. La posibilidad de encontrarse ante una especie nueva para la ciencia existe y aún más en aquellas latitudes australes tan poco exploradas.

En caso de dar con una especie nueva para la ciencia, se tomarán cuidadosamente fotos del individuo y se lo asentará posteriormente en los registros de campaña. Luego, antes de fijarlo en formol o en alcohol para llevarlo preservado al continente, se le tomará por último una pequeña muestra de músculo que se guardará como un preciado tesoro para un posterior análisis genético en tierra.

“El Código de Barras Genético o Bar Code, es una secuencia de un gen mitocondrial, que es una organela dentro de una de las células, o sea se obtiene de cualquier célula de un organismo animal. El Código de Barras es una secuencia genética, lo que se busca obtener es el mismo código para distintos animales y así diferentes personas puedan decir con un pedazo de músculo por ejemplo, o una escama en un pez, se pueda secuenciar ese gen, llegar a obtener esa secuencia y decir bueno esta es tal especie. Y eso es importante para nosotros investigadores, es algo básico saber de qué especie estamos hablando para después poder hacer cualquier otro estudio biológico. Si quiero saber cuándo se reproduce, dónde se reproduce una especie… primero tengo que saber qué especie es”.

Dra. Mariana Deli Antoni. Bióloga marina. BIMOPE-CONICET

En otro sector del buque, en un gabinete continuo al de peces, la Lic. Mariel Ojeda se acomoda frente a una mesada de trabajo y utilizando una luz puntual, comienza a procesar las muestras de caracoles recién obtenidas.

“Una vez que ingreso al gabinete, o sea ya para trabajar con mis muestras específicamente, lo que primero hago es ver qué especies tengo, contabilizar la cantidad de individuos que salieron y ahí decidir que voy a hacer con cada uno, tener claro a qué estudio destinar cada uno.

En todos los lances que tuve muestras salió una especie muy específica que evidentemente está en todos los lugares y con ella lo que decidí hacer es la parte energética, porque al tener gran cantidad de individuos me permite hacer justamente ese tipo de análisis, o sea medir el contenido energético dentro de los caracoles o de un órgano, en un determinado momento y eso da un parámetro de como está el animal en el ambiente por ejemplo, o en el estado fisiológico en que se encuentra. Ese tipo de análisis te permite saber cómo a lo largo del ciclo de vida, el animal va redistribuyendo su contenido de energía.

Con el resto, además de fotografiar, identificar, medir, luego lo que hacía era buscar los machos y justamente sacarle la parte de la gónada para realizar los análisis de espermatogénesis y de histología en general”

Lic. Mariel Ojeda. Biologa marina CONICET. UBA.

::: CONTINUARÁ :::

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