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Álvares Cabral y la Segunda Armada Portuguesa de la India

TERCERA PARTE – Por Guillermo Rodríguez

Si bien el descubrimiento de la vía marítima a la India (por la ruta del Cabo) por Vasco da Gama en 1498 marcó un hito en la historia de la navegación, la llegada de los portugueses a la India no constituyó un acontecimiento excepcional. Por siglos, comerciantes y viajeros europeos se habían aventurado por tierra desde el Medio Oriente hacia el océano Índico. Así, durante el apogeo de la Roma imperial, en el siglo I d. C., mercaderes romanos comerciaban –a través del derrotero del mar Rojo– con puertos de la región del mar de Arabia. Además, tras el periplo por Asia del veneciano Marco Polo a finales del siglo XIII, otro veneciano, Giovanni Loredan (junto a otros cinco nobles) viajó a Delhi en 1338 para tratar negocios con mercaderes del lugar. Y diez años antes del arribo de la Primera Armada de da Gama a Calicut, el lusitano Pêro da Covilhã visitó la misma ciudad –de incógnito y enviado por el rey João II de Portugal—para investigar el comercio de especias en la costa de Malabar india. Estos contactos hicieron que algunos mercaderes musulmanes indios tuvieran cierto conocimiento de las lenguas de Europa. En general, se trataba de comerciantes que habían estado en el norte de África y habían participado de negocios con mercaderes italianos. Cuando da Gama llegó a la India no se encontró con un mundo desconocido. Tanto los locales como los extranjeros contaban con algo de información sobre el otro. No obstante, hay que resaltar la diferencia entre unos pocos aventureros europeos en el Índico durante el siglo XV y la irrupción masiva de naves de Portugal a comienzos del siglo siguiente.

En el momento en que la Segunda Armada Portuguesa de Pedro Álvares Cabral atracó en Calicut el 13 de septiembre de 1500, un nuevo “zamorín” (rey) ocupaba el trono. Las negociaciones no tuvieron un comienzo auspicioso: los intérpretes del malabar (el idioma autóctono) de la tripulación de Álvares Cabral resultaron inútiles ya que al pertenecer a castas inferiores no podían presentarse ante el  monarca. Los lusitanos exigieron un intercambio de rehenes para garantizar la seguridad de los marinos forasteros. Las instrucciones secretas dadas al jefe de la escuadra de Portugal mandaban no desembarcar sin esta precaución. Esta imposición predispuso al soberano indio contra los portugueses. Sucedía que el cautiverio de brahmanes (miembros de la casta superior) en los barcos extranjeros infringía el precepto hindú que prohíbe cruzar el océano. Álvares Cabral demandó precios bajos para las especias y aranceles preferenciales, y el permiso para el establecimiento de una “feitoria” (puesto comercial) en la ciudad para participar del lucrativo tráfico de pimienta de la región. Además, el comandante de la flota le advirtió al “zamorín” que –fuera de la jurisdicción del rey malabar– tenía órdenes de atacar los navíos árabes. Para dificultar un poco más las cosas, estaba la cuestión de un grupo de monjes franciscanos que había viajado desde Lisboa con la misión de aconsejarlo “en sus deberes como monarca cristiano”. Al parecer, en Portugal nadie tenía idea de la existencia del hinduismo. Luego de dos meses de arduas conversaciones, se acordó un tratado comercial y el asenta-

miento de una “feitoria” en Calicut. Por la parte lusitana, el experimentado mercader  Aires Correa (que hablaba árabe) había dirigido el debate. Inhabilitada la opción de los intérpretes del malabar, la discusión se realizó mediante intérpretes islámicos. El problema residía en que eran los musulmanes quienes controlaban el comercio de especias a través del océano Índico.

Después de tres meses en Calicut, sólo dos embarcaciones portuguesas habían completado la carga de especias en sus bodegas. Los mercaderes islamitas demoraban la entrega de la mercadería. Sin embargo, sus propias naves partían sin problemas de aprovisionamiento. Álvares Cabral protestó ante el soberano indio: el “zamorín” lo dio su  autorización para que capturara barcos árabes. Y eso fue lo que el jefe de la escuadra de Portugal hizo. La reacción en la ciudad no tardó en producirse. El 17 de diciembre una multitud de origen musulmán atacó la “feitoría” lusitana. Unos setenta tripulantes de la flota portuguesa, armados con espadas y escudos, resistían el asalto de la muchedumbre que según una narración anónima “era innumerable, con lanzas y espadas y escudos y arcos y flechas”. Los marinos fueron forzados a retroceder hacia el interior del edificio y desde el muro que rodeaba la construcción, la turba comenzó a disparar con ballestas. Entretanto, Álvares Cabral envió botes armados con cañones en auxilio de sus hombres. Mientras algunos trataban de hacer un boquete en la pared, otros se defendían disparando desde las ventanas. Cuando al fin lograron escapar, los forasteros corrieron hacia la playa cercana sólo para constatar que los botes de la flota estaban muy lejos de la costa. La multitud enardecida los acorraló: medio centenar de extranjeros fueron asesinados, entre ellos, Aires Correa y Pêro Vaz de Caminha, el cronista de la misión. El resto se internó en el mar y fue rescatado por los botes.

Álvares Cabral esperó una reacción inmediata del “zamorín” ante la gravedad de los hechos. Pero esa respuesta nunca llegó. El comandante de la escuadra de Portugal interpretó ese silencio como hostil. Al día siguiente de la masacre, se apoderó de diez navíos árabes y ejecutó a todos sus ocupantes. A continuación, ubicó su flota cerca de la ciudad y bombardeó Calicut. Luego zarpó hacia Cochín, 1.600 kilómetros al sur. Allí el rajá recibió a los lusitanos con cordialidad. Tras dos semanas, las embarcaciones estaban cargadas con especias y se había convenido el establecimiento de un puesto comercial en la ciudad. 

A mediados de enero de 1501, Álvares Cabral dejó atrás Cochín y después de una breve escala en Cananor (80 kilómetros al norte de Calicut), emprendió el regreso a Europa. Arribó a Lisboa el 21 de julio.

barcos@barcosmagazine.com

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