DE UN EXTREMO AL OTRO
Durante el pasado mes de noviembre de 2019, la ciudad de Venecia vivió su peor inundación desde 1966 y la sensación era la de una situación límite que tocaba a partir de cero con un nivel de agua que alcanzó 1,91m inundando la basílica de San Marco, la gran plaza San Marco y el 80% de la ciudad. Las polémicas sobre el turismo, los grandes cruceros y el cambio climático confluyeron en una catástrofe que, probablemente, podría haberse evitado. El gobierno italiano construye desde hace 17 años un sistema de diques móvil que debería frenar las embestidas del agua. Pero después de más de 5.000 millones invertidos, aún no está operativa.
El desastre ya ha pasado, pero cuando entra agua salada en las casas, en los negocios, en la actividad económica, en el patrimonio cultural crea un daño enorme e irreversible.
Coincidieron dos fenómenos meteorológicos muy duros provocados por el cambio climático. Una marea extraordinariamente alta y una superposición de dos vientos: el bora y el sirocco, que levantan mucho el mar hacia la costa y elevaron la marea astronómica. El agua superó las barreras físicas de las casas, negocios e inundó todo el espacio de agua salada, invadiendo los circuitos eléctricos, las estructuras de las casas y la solución no es el secado como con el agua dulce.
Si bien a principios del mes de enero es habitual que se presenten mareas bajas, no dejan de llamar la atención los niveles que se manifestaron esta temporada, trayendo serios inconvenientes para el desplazamiento de las embarcaciones en la ciudad de los canales.
Es un fenómeno que ocurre en forma regular, según el boletín del Centro de Mareas se alcanzaron picos de marea con más de medio metro en baja, generando múltiples problemas para la navegación.
Luego de 2 meses, Venecia vuelve a ser noticia. Los cambios climáticos, lamentablemente siguen a la orden del día.