Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad
mi ley la fuerza del viento
mi única Patria…
(Espronceda)
Por: Viki Agote (CEJO 2)
Hacen ya 60/65 años, (no son tantos) siendo socio del Yacht Club Olivos, junto con Hugo Novaro y otros compañeros de regatas y navegación esperábamos ansiosamente las fechas de las regatas crucero y si no, programábamos una para atravesar el Rio en los ya viejos y nobles Ríos de la Plata sin cabina, sin guardamancebos, sin calefacción y sin bombas de achique, sólo balde, fondeo, carpa y salvavidas, alguna linterna y algún foque fuerte por si venía viento duro.
Llevábamos una canasta cuadrada y con tapa, en la que había un calentador (Branmetal?), cacerola, jarro y pava, frascos con sal, azúcar, café, té, paquete de fideos, arroz y algunas latas de paté, viandada y salchichas. Para lavar, jabón Federal, algún trapo y algún repasador afanado en casa.
De abrigo camisetas interlock, puloveres de cuello alto y el infaltable gabán, que cuanto más viejo, más impermeable resultaba. Los trajes de agua eran artículos de gran lujo que sólo los tenían los que habían navegado en el extranjero. Recuerdo los primeros que aquí se hicieron, se llamaban TEMPEX y su fabricante, Nils Lamm los hacía en una tela amarilla bastante impermeable. Hicieron una revolución rioplatense.
Como elementos de navegación, la brújula Silva fija dentro de su cajoncito, una pínula que generalmente de tan berreta no servían para nada, en mi caso un barómetro que aún hoy me sigue acompañando y la carta 118, si es que no le han cambiado el número. De ecosonda la plomada con piolín con nuditos cada tanto o una larga caña que nos permitía sondar más rápido y sin enredos; y al acto lo llamábamos “cañar. El resto era el olfato, la torre de la Catedral de San Isidro en popa, y después de un tiempo la Torre del San Juan, las torres radiales de Colonia o el Farallón, según diera la visibilidad.
No existía ni el Canal Mitre ni la declinación magnética que rayaba el 0º. Los 5 grados que hoy marcan las cartas, recién aparecían por La Paloma, si mal no recuerdo. El rumbo desde el Náutico San Isidro, cortando derecho y esquivando el casco hundido del Baldisera era rumbo 64º, número mágico que Hormiga Negra hizo famoso en alguno de sus geniales relatos!
Obviamente tampoco existía el G.P.S., éramos libres para hacer derrotas curvilíneas calculando las crecientes y bajantes a ojo, seguramente incorrectas la mayor parte de las veces, no teníamos el V.M.G., esclavizante. Si, éramos libres para llevar nuestras naves por donde ellas querían ir, caídas del rumbo o arriba del rumbo, total se corregía al final!
Y los pronósticos… Eso también ha cambiado. Se imaginan los más nuevos? – No había ni Windguru, o Windyty o topes nubosos o imágenes satelitales o radares. Tuvimos maestros y profesores que se esmeraban en explicar lo inexplicable (al menos para mi). Había entre nosotros algunos gurúes que de vez en cuando acertaban y otros llenos de teorías que casi nunca.
Por vueltas del destino y espíritu de supervivencia y que no dejaran de invitarme a formar parte de las tri-
pulaciones que tuve el orgullo de compartir, me dediqué a lo que a nadie divertía, el oficio de Navegador, que incluía cocina y pronósticos.
A diferencia de hoy que desde quince días antes se están palpitando los malos tiempos de los días feriados
y/o de regatas, nuestra rutina mucho más sencilla comenzaba el viernes anterior por la mañana comprando el diario La Prensa que en alguna sección mostraba un mapa de la R.A. con isobaras y unos redondeles con la letra”B” o “A” indicando los centros. En algunos casos con rayas gruesas marcando frentes fríos u “ocluídos” y que al pie del mapa explicaban lo inexplicable.
Sábados bien temprano, a las 06.00 hs tomaba el estado del barómetro, lo mismo hacía a las 09.00. Con ambos datos, entraba en un libro muy preciado y que sigue en nuestra mesa de navegación y se llama PRONOSTICADOR LOCAL DEL TIEMPO, dividido en verano e invierno, en Río de la Plata, Atlántico sur y más sur y Atlántico norte hasta Río Grande. En base a observaciones de todos los capitanes de nuestra Marina que tomaban los estados barométricos a esas horas, se hicieron unas tablas que marcaban porcentaje de posibilidades de vientos, dirección y fuerza, estados nubosos, nieblas y lluvias. Si los porcentajes de posibilidades son altos, los fenómenos siguen cumpliéndose.
Cambien mirábamos el cielo y las nubes… a ellas, que de tan obtuso, daltónico y algo corto de vista, sólo
aprendí las principales, stratus, cirrus y cumulus; desde las más altas a las más bajas. Muchos se esmeraron en que aprendiera los nombres de las mezclas pero salvo el cumulus/nimbus, a veces en forma de yunque que avisa cuando está llegando el pampero, sólo me sirvieron para poder aplicar uno que otro refrán, que como siempre pasa con los refranes, normalmente se cumplen.