EDICIÓN IMPRESA – EXPEDICIÓN PANTANAL 2024. UNIENDO PUERTOS POR LA PAZ (Parte 2)

Tal como comentábamos en la edición anterior, se alcanzó nuestro sueño, que desde hace años deseábamos concretar, 7 embarcaciones en su mayoría del partido de Tigre integraron esta travesía. El conflicto presentado con la hermana República del Paraguay por la Hidrovía fue determinante, dado que siendo embajadores de Paz, podíamos colaborar uniendo puertos, aportando y fortaleciendo los vínculos entre los pueblos que compartimos “La Cuenca del Plata”. Uno de los sistemas navegables más extensos del planeta y que se ha constituido en el mayor factor de cohesión histórica, humana y económica de los países que la conforman, Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Finalmente, y después de medio año de reuniones previas organizativas, donde nos fuimos conociendo, desde Buenos Aires siete barcos fuimos de la partida, el velero Conquistador un Aries 10.80 con su Capitán Hugo Iturri, fue el único que armó una variada tripulación para la expedición, el crucero Coquetón un SK 39 con su capitán Mario Fisman, su compañera inseparable Silvia Feldman y su hijo perruno Timón; el crucero Don Amadeo un Tandanor con su capitán Miguel Martin y su compañera Mónica Romero, el crucero Dolce Far Niente de la Ciudad de San Pedro, un Galvez 14 con su capitán Ernesto Diamante y su amigo el cartógrafo Roberto Corti, el crucero clásico de madera Manta, un Baader explorador con su capitán Pablo Montan, su inigualable compañera Paula Karina Zubillaga y su hija perruna Aika, el Viejo Almacén una chata fluvial y su capitán Fernando Bressanello y Roberto Aramburu, junto a los incansables Silvia Alvarez, María Bressanello, Andrés Bressanello e Ivan Vignau (Maivan) y el crucero Diana H, un clásico de madera construido por Canestrari, con su capitán Héctor Duche, quien escribe Diana Mariño y nuestros hijos perrunos Ringo y Alma.
En Asunción del Paraguay se sumó el Gioia, un Sea Ray con su capital Marco Blanco y su amigo Gustavo. Juntos, algunos con más y otros con menos experiencia, pero con las mismas ganas de disfrutar la expedición, navegamos en conserva a la velocidad del más lento, o a la velocidad de los paisajes como dice Héctor, hasta el corazón de Sudamérica.
Zarpamos algo más tarde de lo planeado, la mañana fría y lluviosa del 21 de julio de Puerto La Pista, en el km 61 del río Paraná de las Palmas. La noche anterior habíamos tenido una hermosa cena de camaradería con barcos amigos que nos fueron a despedir.
Una nueva etapa comenzaba, todo lo soñado, todo lo estudiado y planeado estaba siendo realidad esa mañana.
Remontamos durante 23 días nuestro amado y majestuoso río Paraná hasta el km 1241 frente a Paso de la Patria, Corrientes donde desemboca el rio Paraguay. Disfrutamos de sus islas, sus barrancas, su cambio de color mientras lo navegábamos.
Esa zona es conocida como confluencia, por la confluencia de los dos ríos. Ahí pusimos proa al río Paraguay hasta la Laguna La Gaiba en el km 1850 aproximadamente allá donde vuelven a limitar Brasil y Bolivia. ¡Lo navegaríamos durante 50 días y conoceríamos lo que es el verdadero viento norte!
El Coquetón y el Dolce Far Niente navegaron hasta Asunción, ya que ese era su destino desde el comienzo de la travesía.
El Conquistador tenía planeado llegar a Corumba y los demás pensábamos llegar hasta la Ciudad de Cáceres.
Unimos cuatro países Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil, y las ciudades que se encuentran a la vera de los ríos. Muchas fueron refugio en días de tormentas y lugar de encuentro con amigos y reaprovisionamiento de alimentos y combustibles.
Como se pueden imaginar, en 88 días tuvimos días fríos, días de calor, días de sol, de lluvia, de neblina, tormentas, tuvimos al río picado, al río planchado y humo, mucho humo de los incendios que estaban afectando al norte de Bolivia y a todo el pantanal.
A medida que remontábamos íbamos entendiendo a río. Vivimos en primera persona los incendios del Pantanal, el desmonte de árboles nativos, las explosiones de las caleras y el avance de la agricultura.
Vimos cantidad de amaneceres y atardeceres mágicos, vimos la naturaleza a pleno y a la naturaleza sufriendo la sequía de los últimos años. Nos tocó navegar el río Paraguay con la bajante más extrema del último siglo. Para suerte nuestra, con el calado de nuestros barcos, pudimos navegarlo sin problemas, pero sí con mucho cuidado. Cualquier varadura nos podía dejar afuera de semejante travesía.
Hemos atravesado el chaco paraguayo y el pantanal, hemos disfrutado de la geografía del río Paraguay, que nos sorprendió por lo ancho y por momentos por su angostura con sus infinitos meandros, sus bancos de arena, sus afloramientos, sus caleras, su profundidad tan dispar, sus islas y sus morros que nos ofrecían maravillosos y exóticos paisajes.
Su fauna, con infinita cantidad de aves que nos acompañaban en muchas singladuras, su flora, por momentos castigada por los incendios, sus arroyos de aguas transparentes, sus típicas chalanas con sus pescadores, sus ciudades que sentíamos cercanas por haberlas estudiado en la escuela víctimas de la guerra y la conquista, y su gente simple y amorosa, que siempre fue infinitamente generosa con nosotros.
A medida que remontamos, la logística de fondeo y reaprovisionamiento de combustible se complicaba, había que cargar combustible con bidones por lo que teníamos que dedicar una tarde a la carga y buscar fondear próximos a una playa, para facilitar la maniobra.
Si bien estábamos en septiembre, el calor por momentos fue sofocante, el viento norte no daba tregua y los incendios en el pantanal no ayudaban en el día a día. Lo que desde acá puede parecer impensado como fondear en el propio río, allá se nos hizo una costumbre. Buscábamos un remanso y ahí fondeábamos, la bajante nos había dejado sin riachos donde poder hacer noche.
Finalmente, todos pudimos cumplir nuestro objetivo que era navegar el pantanal. Al Conquistador se le plegó el Viejo Almacén, en su decisión de llegar hasta la reserva natural cercana a Corumba.
El Manta, el Gioia, el Don Amadeo y nosotros con el Diana H seguimos remontando con la idea de llegar a la Ciudad de Cáceres, la naturaleza, con su sequía implacable nos permitió llegar hasta la Laguna La Gaiba.
Juntos hicimos una travesía épica, la más larga que se puede hacer navegado los ríos por el interior de Sudamérica. Épica por la cantidad de millas a navegar, épica por la cantidad de barcos y tripulantes que participaron.
Cabe una mención especial, para todas las mujeres de río que formamos parte de esta expedición. De las embarcaciones que fuimos a la travesía, cinco estaban compuestas por matrimonios. Es dable reconocer y destacar el trabajo realizado por todas nosotras durante meses para enfrentar los desafíos que implicaban estas travesías, siendo por momentos tripulantes, timoneles, oficiales de cubierta, contramaestres, segundas a bordo, oficiales de puente y también cocineras. Todas absolutamente todas, estuvimos a la altura de las circunstancias.
En nuestro recuerdo siempre estarán todas las ciudades que franqueamos o nos dieron abrigo a nuestro paso: Zárate y San Pedro en Buenos Aires, Villa Constitución y Rosario en Santa Fe, Paraná y Hernandarias en Entre Ríos, Goya y Corrientes en Corrientes, Formosa, Argentina. Humaitá, Pilar, Asunción, Puerto Rosario, Puerto Antequera, Puerto Ybapobo, Concepción, Puerto Pinasco, Puerto Casado, Valle Mí, Isla Margarita, Carmelo Peralta, Fuerte Olimpo y Bahía Negra en Paraguay, Puerto Murthino, Fuerte Coimbra y Corumba en Brasil.
Como punto final de la travesía, está en nuestro corazón la imagen donde el río Paraguay se angosta como si fuera un simple arroyito y se desdibuja fundiéndose en la Laguna Gaiba, con sus morros, sus monos, sus tucanes, sus yacarés, sus aves y su magia.
Ahí donde respiramos profundo y dijimos: Es hora de volver a casa.