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EDICIÓN IMPRESA – EUGENIA BOSCO

Los primeros días de enero nos sorprendimos al encontrar una nota en La Nación, en la que Eugenia Bosco, entrevistada por Vanesa Valenti y luego de transitar uno de los años deportivos más gratificantes de su vida, rompía el silencio que guardaba y que la había perseguido durante 15 años. 

Premiada como mejor deportista del año 2024 por el Comité Olímpico, habiendo logrado junto a Mateo Majdalani la Medalla de Plata en los JJ.OO.  #paris2024 en Nacra 17 y portado la bandera argentina en la Ceremonia de Cierre de este evento junto con Maligno Torres (oro en cliclismo), a los 27 años consideró que era el momento de presentar ante la justicia, una denuncia por acoso sexual por parte de su exentrenador de Optimist, cuando tenía sólo 12 años. Ella prefiere no mencionarlo en la entrevista pero pesa sobre él la licencia de su cargo, debido a la acusación que quedó radicada en la UFE Género de Vicente López, a cargo de la fiscal Lida Osores Soler. 

Eugenia nació en San Pedro, cuna de destacados navegantes. Comenzó en la náutica obviamente navegando en Optimist y formó un grupo de adolescentes que corrían campeonatos. Muchas veces viajaban a otros sitios donde se desarrollaban las pruebas y, sobre todo a Buenos Aires. 

Como los campeonatos tenían su duración, muchos chicos, si no venían con sus padres, pasaban los fines de semana en grupo de equipos alojados en diferentes clubes de Buenos Aires, quedando bajo la tutela de sus entrenadores.  

Es en esa situación que esta persona que vivía en el club tomaba ventaja de sus víctimas a cambio de lo que consideraba favores, tal como darles un barco mejor para entrenar, acceso a internet, etc. manipulándolas bajo amenazas, tanto a Eugenia como a otras chicas que también están radicando sus pertinentes denuncias. Bosco asegura que fue víctima de abuso sexual en el dormitorio de su entrenador el verano en el que ella tenía 12 años. 

Extraído de La Nación:  

Denunciarlo era, explica Eugenia, una cuenta pendiente consigo misma, el punto final de un proceso interno y doloroso que empezó a asumir en la pandemia cuando, mirando el documental Atleta A, sobre los abusos que gimnastas de Estados Unidos sufrieron a manos de un médico de la federación, se encontró sin poder dejar de llorar. Se le activó el trauma de aquellos años que no registraba conscientemente. Supo que eso que estaba viendo también le había pasado a ella. Empezó a entender lo que no entendía y se comprometió no solo con la posibilidad de sanarse a sí misma, sino de transmitir un mensaje que pueda encender las alarmas cuando hay situaciones que no transitan por el camino de la normalidad. 

 “Sabía que había algo en mí, no sabía de dónde venía, pero sabía que había algo. Y cuando esto vino a mi mente empecé a entender un montón de cosas”, señala. Y agrega lo que en estos casos surge con frecuencia: “Pasé por mil etapas de vergüenza, de no aceptarlo, de pensar que yo era la culpable.Después de un tiempo lo puse en la mesa y dije: ‘Yo era chica, no tenía el control de esta situación’”.

“Lo silencié mucho tiempo”, reconoce. Al final, asume sentirse “liberada” y haber experimentado un sentimiento “sanador” por poder efectuar la denuncia: “No lo vas a poder sacar nunca de adentro tuyo, pero sí avanzar y seguir adelante. Convivir con eso”. Y cierra: “Es un camino de mucha lucha interna, de mucha resiliencia, de seguir creciendo. Es un camino que lleva su tiempo”.

Esperamos que este sea el principio para que muchas personas que se encontraron en situación similar se animen a hablar de sus problemas y que esta es una buena advertencia para los padres y autoridades.

barcos@barcosmagazine.com

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