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LA NO TAN CONOCIDA ISLA DEL SUR DE FRANCIA QUE ES MEDITERRÁNEO PURO

Esta isla de calas enmarcadas por pinos y una cresta alpina que la vertebra de norte a sur es una perla sin pulir, una tierra con mucho carácter, quesos de sabor intenso y paisajes sublimes.

Córcega preserva una singularidad paisajística y cultural que ha sobrevivido a invasiones militares, políticas y turísticas. Recorrerla equivale a adentrarse en un micromundo mediterráneo único. Empezando por Ajaccio, la capital corsa, y siguiendo por los enclaves más bellos e interesantes de la isla, trazamos una ruta para descubrirla sin dejarse ninguno de los imprescindibles.

Ajaccio cityscape, Corsica island, France. Beach and old houses on a coastal street

AJACCIO, CAPITAL DE LA «ISLA DE LA BELLEZA»

Deambular por las calles estrechas y empedradas delcasco antiguo de Ajaccio sumerge de inmediato en la arquitectura del norte de Italia. Como la estética de la casa natal de Napoleón, cuya fachada ocre con contraventanas verdes acoge hoy el museo de la Casa Bonaparte. De la «bota» italiana, los corsos han heredado esadulzura de vivir mediterránea de la que se impregnan los turistas en época estival, llenando las terrazas que bordean el puerto de Ajaccio, donde amarran yates, veleros y cruceros. Al caer la noche, las luces metamorfosean el muelle, animando a los curiosos a vagar entre los puestos ambulantes de ropa, joyas, comida, tatuajes de henna…

Monastery of Notre Dame de la Serra near Calvi, Corsica island, France

Localizada a 170 km de la Francia continental y a solo 80 km de la costa italiana, la denominada Isla de Belleza preserva una fuerte identidad, forjada por la historia –Francia la compró a la república de Génova en 1768– y por un relieve montañoso. Tal vez sea por esas montañas de picos afilados y valles emboscados que los corsos se han ganado la fama de pueblo indómito, orgulloso, de temperamento arisco. Un tercio de sus más de 300.000 habitantes se expresa en lengua corsa, semejante al toscano, si bien su himno se entona en italiano.

La canción nacional era originariamente un canto religioso dedicado a la Virgen, hacia la cual los corsos profesan una profunda devoción. Profanos o religiosos, los cantos polifónicos forman parte de la cultura isleña. Interpretados a varias voces y a menudo a cappella, provienen de los paghjelle que los pastores solían recitar a partir de historias de la vida cotidiana y que han sido declarados Patrimonio Inmaterial de la Unesco.

Lama, a hilltop town nestled in the mountains. Balagne,Corsica, France. Lama, a picturesque hillside village in Balagne, Corsica

GASTRONOMÍA DE MONTAÑA A UN PASO DEL MAR

Córcega es una montaña en el mar, como bien lo recuerdan su cocina… y sus carreteras.  Aunque los platosde pescado abunden en los pueblos de costa, la agricultura y la ganadería han sido siempre la base de la gastronomía corsa, con quesos de cabra, guisos de jabalí y embutidos elaborados con la carne y el hígado del porcu nustral, la raza autóctona de cerdo, que ramonea impasible junto a las pistas. Más de 1.700 cumbres puntean un paisaje montañoso serpenteado por un sinfín de cursos de agua y lagos de altitud. No es de extrañar quelas carreteras corsas sean famosas –y temidas– por sus curvas cerradas, con empinadas subidas y bajadas en las que los vehículos que se cruzan deben «apretarse» para pasar.

EL PUNTO MÁS ALTO DE LA ISLA

En el noroeste, el monte Cinto se posiciona con sus 2.706 m como el indiscutible techo de la isla. Constituye una de las etapas del GR-20, cuyo carácter alpino y desnivel lo han confirmado como uno de los senderos más exigentes y espectaculares de Europa. De norte a sur, su trazado de 180 km atraviesa el Parque Natural Regional de Córcega, que ocupa más de un tercio de la superficie de la isla, incluyendo la Reserva Natural de Scandola, un paisaje fabuloso que solo se puede admirar llegando desde el mar.

UNA RESERVA NATURAL LIBRE DE CARRETERAS

Ninguna carretera atraviesa el paisaje abrupto de Scandola, una península de origen volcánico en la que se prohíbe circular en vehículo a motor. Nos adentramos en barco por este antiguo volcán, cuyos vestigios se hunden en unas aguas límpidas bajo las que se extienden praderas de posidonia y se abren oquedades a las que se asoman meros, doradas, morenas… hasta más de doscientas especies de peces.

Al poco de embarcar en Porto, es inevitable sentirse un ser ínfimo mientras se navega junto a acantilados de riolita rojiza, en cuyas repisas anidan halcones peregrinos, pardelas cenicientas y águilas pescadoras. El viento y el agua han cincelado picos, cuevas y taffonis (huecos redondeados).

Es el mismo tipo de roca que ha dado lugar a las Calancas de Piana, las formaciones que delimitan el golfo de Porto por el sur. Arropadas por la vegetación del maquis, el ecosistema mediterráneo compuesto por arbustos y árboles de poca altura, las calas estrechas de paredes escarpadas que se abren en este tramo de costa están inscritas en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco junto con la Reserva Natural de Scandola y el golfo de Girolata.

Aerial view of Calvi city, Corsica, France. Walls of the city, cliff overlooking the sea

CALVI, CAPITAL DE LA REGIÓN LA BALANGE

Más al norte se extiende la Balagne, la región natural que ocupa el noroeste de la isla. Calvi es su capital, así como la supuesta patria de Cristóbal Colón. Así lo atestigua una placa en las ruinas de la que habría sido su casa natal, en la calle o carrughju Di U Filu, cerca de la ciudadela genovesa que domina la bahía.

Además de unas vistas de 360 grados que abarcan el núcleo de Calvi, el puerto y las montañas, la fortificación posee una atmósfera de pueblo con vida propia: bares y restaurantes instalan sus mesas sobre el empedrado de unas calles estrechas y normalmente sombreadas. En la Chjappata (callejuela) San Ghjuvani se localiza la discreta entrada de la catedral de San Juan Bautista.

Su fachada barroca refleja las reformas a las que este templo del siglo XIII fue sometido tras diversas destrucciones y ampliaciones, integrando progresivamente el estilo de cada época: renacentista en el altar mayor de mármol policromado, bizantino en la planta en cruz griega…

Corsica is the largest French island on Mediterranean Sea and most popular holiday destination for French people.

SANT’ANTUNINO, UNA ANTIGUA CIUDAD CON VISTAS ESPECTACULARES

A 20 km de Calvi y a unos 500 m de altura, el nido de águila que es Sant’Antuninoofrece una vista panorámica de los olivos, viñas y almendros que cubren esta región. Con 136 habitantes, esta localidad fundada en el siglo IX es una de las más antiguas de la isla.

Adosadas unas a otras y cimentadas en la misma roca, 75 casas de piedra con ventanas estrechas se enroscan como una espiral alrededor de la colina, disimulando en cada recodo curiosidades como el antiguo horno de pan. A través de callejones, escaleras empinadas de piedra y pasajes abovedados, alcanzamos los vestigios del castillo medieval en la cima, desde donde se aprecia a lo lejos la costa occidental.

EL LADO SALVAJE DE CÓRCEGA

Bastia es una de las puertas de entrada al Cap Corse, una isla en el norte de la isla, cuyo litoral forma parte del Parque Natural Marino del Cabo de Córcega y Agriate. Como si fuese una maqueta a pequeña escala de la Isla de Belleza, la costa occidental de esta península del extremo norte se presenta más escarpada y salvaje que su vertiente oriental, con una cadena montañosa que recorre su interior. Sus suelos de esquisto producen los vinos de una de las nueve denominaciones de origen de Córcega. Aquí, los viñedos miran hacia un mar en el que es habitual recrearse observando las acrobacias de los delfines nariz de botella.

Seguimos en dirección sur hacia una región boscosa atravesada por carreteras estrechasque se vuelven vertiginosas al serpentear las laderas de colinas entre las que se abren pequeños valles. Hay que estar atentos a los grupos de cerdos semisalvajes, de pelaje oscuro, que recorren libremente estos caminos, indiferentes a los vehículos.

Adentrarse en la Castagniccia es sumergirse en la gastronomía tradicional de la isla. Un sinfín de frondosos castaños peina la región desde que los genoveses impulsaran su cultivo hace más de cuatro siglos. El llamado «árbol del pan» ha sido esencial para la población isleña durante los largos periodos de hambruna, como las dos guerras mundiales. Todavía hoy, el recetario corso posee numerosos platos a base de este fruto seco, como el pastel de harina de castañas. En torno a La Porta, la capital de esta comarca, se preservan hornos y molinos testigos de la época en que Córcega era una isla de economía, cultura y sociedad eminentemente rural.

BONIFACIO, AL BORDE DEL ACANTILADO

Tras una hora y media por carretera hacia el sur se alcanza Bonifacio, la «ciudad de los acantilados», fundada en el siglo IX por Bonifacio II de Toscana y bautizada con el nombre de dicho noble italiano. El núcleo blanco de Bonifacio se asoma desde los 70 m de altura al violento oleaje que rompe en la base de los resplandecientes acantilados sobre los que se erigen sus cimientos.

Una escalera tallada en la piedra caliza conecta el pie de esos precipicios con el casco antiguo. Quienquiera que ose descenderla se expone a un azote de espuma marina. La leyenda asegura que los 189 vertiginosos escalones fueron cincelados en la roca en una sola noche por las tropas de Alfonso V de Aragón durante el sitio de 1420. Sea como fuere, la escalera se ha usado tradicionalmente para acceder a una fuente de agua dulce situada bajo los acantilados.

Con apenas tres mil habitantes, Bonifacio cuenta con una capilla y cinco iglesias. Entre ellas, la Iglesia de Santo Domingo, edificada en 1343 como parte del monasterio dominico. Se halla en la parte alta, en el corazón del casco histórico, donde es frecuente descubrir joyas con incrustaciones de coral rojo expuestas en vitrinas, pues el fondo de las Bouches de Bonifacio, el estrecho que separa Córcega de Cerdeña, está salpicado de arrecifes coralinos; la zona se halla ahora bajo la protección de la Reserva Natural de Bouches de Bonifacio.

En el extremo opuesto al barrio histórico se encuentra el Cementerio marino. Al deambular por este camposanto, en el que la luz intensa se abate sobre los tejados de los panteones, uno se siente como si andara por un pequeño pueblo de litoral. Igual que tranquilas residencias costeras, los sepulcros flanquean las calles y se asoman a una luminosa y eterna vista al azul del Mediterráneo.

barcos@barcosmagazine.com

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