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EDICIÓN IMPRESA – IZARRA POR EL MUNDO

Se va la segunda

Finalmente, tras mucho esperar, posponer y volver a esperar, tras el intento aplazado de ir al Caribe en agosto del año pasado, estamos de nuevo en camino. Fuimos a Angra a reaprovisionar agua, comida y combustible.


Estábamos listos, pero la Marinha do Brasil publicó un alerta de oleaje en la costa carioca. Que sí, que no, que 3 metros de ola no es tanto, pero la entrada a la Bahía de Guanabara va a ser brava, hay alerta… decidimos no salir.
Tres días más tarde, con el mar calmo y aprovechando el terral, salimos de Ilha Grande. Fue una noche sin luna pero el resplandor de Río de Janeiro nos iluminó el camino.
A diferencia de nuestra singladura del año pasado, es mayo y aún no hay ballenas jorobadas a la vista. Suponemos que deben estar en alguna parte del mar Argentino, migrando de sus territorios de alimentación en la Antártida hacia las cálidas aguas del Archipiélago de Abrolhos, en Brasil, donde todos los años van a reproducirse.


Llegamos a Río un domingo al mediodía y la bahía estaba repleta de velas y velitas.
Pasamos una semana de paseos, playa, sol y pileta del Iate Clube. ¡Los chicos felices!
El domingo siguiente, por la tarde, entró un viento suave del sudoeste y con la marea bajando, salimos escupidos a 8,5 nudos de velocidad de la Capital Carioca.
Toda la noche navegamos en oreja de burro, tres manos de rizo en la mayor y genoa 2 tangoneada. El frente frío estaba pronosticado para el día siguiente al mediodía y después de Cabo Frío perdería fuerza.


A las 5 de la madrugada, todavía noche cerrada, rodeamos el Cabo con 12 nudos de popa. Repentinamente, con el faro al través, el viento subió a 20 nudos y 5 minutos más tarde a 25. Arriamos mayor, enrollamos genoa, guardamos tangón y a palo seco, establecimos las burdas y desenrollamos la diminuta trinquetilla. Las rachas eran fuertes y llegaron a 35 nudos. La lluvia  nos iba empapando la espalda. El barco se comportó muy bien y las olas no eran grandes pero estar en el mar con el viento enfurecido, es una experiencia que te recuerda lo pequeños y vulnerables que somos.
Nuestra siguiente preocupación era que el pronóstico seguía insistiendo en que el frente todavía no había llegado. ¿Sería ese tan sólo el preludio? Nos faltaban 200 millas hasta el puerto de Vitoria. Estábamos mojados y cansados así que optamos por refugiarnos en Buzios. Después de todo, no tenemos apuro, hay que priorizar la seguridad y la península de Brigitte Bardot, no está nada mal.


Después de cuatro días muy ventosos y con el barco cabeceando al ancla, salimos detrás de un frente frío. Navegamos 30 horas con viento de popa, las velas en oreja de burro y muy atentos al timón para que no se contra-amurase ni la mayor, ni la genoa. Al Izarra, por su diseño, le gusta ceñir y con viento portante suele rolar con las olas y demanda  fineza de muñeca en la rueda. Nos tocaron sol, lluvias, nubes negras y arcoíris.
Es totalmente diferente hacer travesías con adultos a tener a nuestros dos hijos jugando adentro en la cabina, mientras nosotros vamos afuera muy abrigados y atados al barco con arnés de seguridad, Aquiles y Ulises, juegan adentro en un desorden de juguetes, vestidos tan solo con un pantalón cortito. El contraste produce una sensación de desasosiego. Nos tendremos que acostumbrar.


A la mañana del segundo día vimos un grupo grande de ballenas. ¡Ya llegaron! “Salimos tarde” dijo nuestro pequeño Aquiles.  Estaban nadando y retozando activamente así que no nos preocupamos por la posibilidad de chocarlas.
El viento se puso cambiante y todavía nos faltaban 10 horas para Vitoria así que optamos por entrar a descansar en Guarapari, 30 millas antes.
Estamos teniendo un problema, y es que no podemos dormir en navegación, ni Ezequiel, ni yo. Hacemos guardias, nos acostamos cómodos y cerramos los ojos, pero pasan las horas y no logramos apagar la mente. Esperamos que sea cuestión de costumbre y confianza porque si no, cuando tengamos que hacer tramos más largos, vamos a estar complicados.
A las 5 am del día siguiente nos levantamos repuestos y continuamos rumbo a Vitoria. El viento del sur  había amainado, pero pudimos aprovechar un terral de 8 nudos que nos llegaba por el través, para izar el gennaker. Fue una navegación mágica, con el mar planchado. ¡Un verdadero placer!
Entramos en la Baía do Espíritu Santo un domingo de sol, al mediodía. Veleros y veleritos, canoas, y nadadores surcaban las aguas. Las playas rebozaban de gente. Bajamos con el gomón y caminamos por una rambla impecable, rodeada de cocoteros, matorrales y barcitos rústicos pero sofisticados al mismo tiempo. Música en vivo y deportistas jugando al paddle-volley.
Otro paraíso donde ficaremos unas semanas.

Los invitamos a seguirnos en nuestro viaje hacia el Caribe por Instagram:
@navegando_el_izarra

Por: Virginia Britos

barcos@barcosmagazine.com

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