El cambio climático afecta a la salud mental con ecoansiedad y solastalgia
«Aunque todos sentimos los cambios meteorológicos, hay gente a la que estos afectan a su salud física y mental. Son las personas meteorosensibles»
Así se presenta Meteorosensibles, el nuevo libro de la física y meteoróloga, Mar Gómez, a quién hemos entrevistado para saber más sobre cómo el tiempo influye en nuestra salud física y mental.
Mar Gómez es doctora cum laude y licenciada en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense de Madrid en Física de la Atmósfera. Ha trabajado como presentadora del tiempo en Telecinco y, posteriormente, en Telemadrid. En la actualidad, es la responsable del área de meteorología en eltiempo.es y ha colaborado con medios de radio y televisión tanto a nivel nacional como internacional. También fue ponente en la conferencia internacional de cambio climático Change The Change, la conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, COP25, y en Naciones Unidas para la protección del Ártico.
Pregunta: La primera pregunta es inevitable. ¿Qué es la meteorosensibilidad?
Respuesta: Podemos poner un nombre a aquellas personas que tienen una cierta sensibilidad a los cambios de variables meteorológicas como la humedad, la temperatura, la presión atmosférica o el viento. Estos cambios pueden dar lugar a la aparición de dolencias físicas y estados psicopatológicos que aparecen como consecuencia de variaciones en la actividad neurotransmisora central. Cuando esto sucede decimos que estas personas son meteorosensibles.
El confort climático, que es el estado de la atmósfera en el cual la mayoría de las personas tenemos una sensación neutra en nuestro organismo respecto al ambiente atmosférico, responde a temperaturas que suelen estar entre los 20 y los 25ºC, una humedad relativa entre el 40 y el 70 %, poco viento (entre 0,15 y 0,25 metros por segundo), ionización negativa ausencia de contaminación y presiones atmosféricas normales, es decir, 1.013,25 milibares. Sin embargo, cuando estos valores se ven alterados, aparece el llamado estrés meteorológico y las personas que sufren meteorosensibilidad pueden empezar a notar algunos cambios en su salud, especialmente si estas variaciones son muy drásticas. Hoy en día, se estima que el número de personas meteorosensibles está creciendo constantemente. En Europa se han publicado algunos datos estadísticos que revelan que, en Alemania, el 54,5 % de la población es sensible a los cambios de tiempo y en Polonia este valor se sitúa entre el 50 y el 70 %. En Canadá, la tasa relevante asciende al 61 %. Se estima que entre un 30 y un 60% de la población es meteorosensible, una característica que afecta especialmente a las mujeres (sobre todo durante la menstruación y la menopausia) y a los grupos de edad avanzada.
P.- ¿Cómo podemos saber si somos meteorosensibles?
R.- Observándonos y comprobando si ante determinados cambios de tiempo experimentamos un agravamiento en ciertos síntomas de salud física o mental.
P.- ¿Qué tiene más influencia en los seres humanos: el frío o el calor?
R.- El calor. Según un estudio publicado en 2016 que analizaba el impacto de la temperatura ambiental en una parte de la población de Estados Unidos, se encontró́ que el aumento de las temperaturas reducía significativamente el bienestar. Hay estudios, tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña, que demuestran que la gente toca más el claxon de los coches a medida que se incrementa la temperatura, la policía generalmente nota un aumento en el comportamiento desordenado y es menos probable que ayudemos a extraños. Las temperaturas más altas pueden conducir a más violencia, incluidos suicidios y homicidios. A medida que aumentan las temperaturas, es probable que se exacerben las tensiones de la vida cotidiana en el hogar, las redes sociales y el lugar de trabajo, particularmente para las personas con problemas mentales agudos o crónicos
P.- ¿Qué tipo de afecciones puede tener el tiempo sobre nosotros?
R.- Sabemos que la presión puede afectar a la percepción de los síntomas en enfermedades reumáticas como la artritis reumatoide o la artrosis. El calor extremo puede generar fatiga, golpes de calor, problemas cardiacos y alteraciones en el ánimo: irritabilidad o incluso más agresividad en las personas propensas a ello. El calor afecta a nuestro sueño y eso tiene un impacto en el ánimo de las personas. Además, cuando hace calor las personas con problemas mentales pueden tener problemas para regular su temperatura ya que el calor extremo puede interactuar con su medicación y afectar a la capacidad de regulación de la temperatura corporal. La violación, el robo, el asesinato y otros delitos violentos tenían más probabilidades de ocurrir en días cálidos que en días fríos o lluviosos.
El frio también provoca problemas de salud como la hipotermia y la congelación. Se sabe que la tasa de mortalidad de la mayoría de los países europeos aumenta entre un 5 y un 30% en invierno respecto al verano,
La contaminación da lugar a problemas respiratorios y también puede producir problemas de concentración, memoria o incluso delincuencia.
En los meses de otoño e invernales aparece el trastorno afectivo estacional para hacer referencia a la depresión influenciada por las estaciones del año, principalmente el invierno, y que se manifestaba con un bajo estado de ánimo, poca energía, alteraciones del sueño o irritabilidad, entre otros síntomas.
Pero si hay un factor atmosférico que parece ser especialmente relevante para nuestra salud mental, es el de la ionización atmosférica y, en concreto, los vientos que transportan masas de aire ionizadas con una carga positiva. Ciertos tipos de vientos, conocidos como viento foehn o efecto foehn —y que toman el nombre del término alemán Föhn, usado en el norte de los Alpes para referirse a un tipo de viento—, pueden dar lugar a un agravamiento de la depresión, al aumento de la agresividad y al incremento en las tasas de suicidios. Además, pueden producir dolores de cabeza y subir los niveles de serotonina, agitación o irritabilidad. El fenómeno es de tal relevancia que antiguamente en algunos países árabes se trataba con indulgencia a los culpables de ciertos delitos de agresión y violencia cometidos durante la presencia de un tipo de viento conocido como el hamsin o khamsin, un nombre que significa cincuenta, en referencia al número de días que se estima que sopla en esas zonas.
Pero no todo es negativo, la vitamina D que recibimos del sol tiene un impacto positivo en nuestro cuerpo y en nuestra mente. Esta vitamina ayuda al cuerpo a absorber el calcio, esencial para el desarrollo y mantenimiento normal de los huesos. Pero, además, ya forma parte de la sabiduría popular que recibir la luz del sol parece hacer que nos sintamos de mejor humor, y es que existen evidencias del papel regulador de esta vitamina en una enzima que convierte el aminoácido triptófano en serotonina. Este neurotransmisor está relacionado con la regulación del estado de ánimo, el comportamiento social, la memoria y el apetito, entre otras cuestiones
P.- ¿Hay consenso en la comunidad científica sobre la relación entre nuestra salud mental y las variables meteorológicas?
R.- Depende de la variable meteorológica y la patrología o trastorno mental. Por ejemplo, se ha determinado que las condiciones de salud mental pueden empeorar durante una ola de calor, más que cualquier otra condición de salud crónica, como puede ser la cardiovascular o la respiratoria. No es que el calor cause las enfermedades mentales, pero sí es probable que empeore unas condiciones ya existentes.
No hay hallazgos demasiado concluyentes en cuanto a la relación de la presión atmosférica con la salud mental, pero hay algunos estudios que vinculan esta variable al estado de ánimo y el comportamiento de las personas.
A pesar de ello, en algunos casos la bibliografía está más alineada y las mismas conclusiones se repiten una y otra vez. Por ejemplo, gracias a los trabajos realizados durante varias décadas, se llegó́ a la conclusión de que el calor y el ambiente seco pueden producir un incremento en el número de homicidios, asesinatos, suicidios, conducta agresiva o delitos sexuales. En cuanto a la humedad, algunos trabajos avalan que las visitas a los servicios de urgencias en los hospitales psiquiátricos podrían aumentar en los días secos, aunque de nuevo la temperatura podría ser el factor más determinante en estos casos. Pero todo esto puede diferir según las características de cada región y la época del año.
También se han observado ciertos patrones estacionales, como una clara tendencia al aumento de la depresión en los meses invernales debido, posiblemente, a la falta de luz diurna.
Pero si hay un factor atmosférico que parece ser especialmente relevante para nuestra salud mental, es el de la ionización atmosférica y, en concreto, los vientos que transportan masas de aire ionizadas con una carga positiva. A pesar de cierta polémica en el camino de toda esta investigación, se ha demostrado en diversos estudios que el movimiento de grandes masas de aire, y sobre todo la variación en la intensidad de la carga de los iones y su polaridad, forma el aspecto más frecuente implicado en el agravamiento de diversas patologías mentales.
P.- En su libro dice que la ionización atmosférica es el factor atmosférico que parece más relevante para nuestra salud mental. ¿Qué es exactamente y por qué tiene tanta influencia?
R.- Sabemos que el aire está formado por moléculas, es decir, agrupaciones definidas y ordenadas de átomos, cada uno de los cuales tiene un núcleo de neutrones (carga neutra) y protones (carga positiva), rodeado de electrones, que tienen una carga negativa. En la naturaleza todo tiende a buscar el equilibrio y por eso los átomos generalmente tienen el mismo número de electrones y de protones: para que la carga total sea neutra. Sin embargo, hay átomos y grupos de átomos que presentan una carga eléctrica positiva o negativa, es decir, que han ganado o perdido electrones. Esto ocurre porque los electrones son unas 1.800 veces más ligeros que los protones y tienen más facilidad para desplazarse y romper ese equilibrio.
Los iones se producen en la naturaleza por diferentes razones. Los positivos pueden generarse a través de la fricción, concretamente entre masas de aire, entre el aire y la tierra sobre la cual sopla el viento, entre el aire y la arena desértica barrida por el viento, entre los frentes atmosféricos o bien en los instantes previos a la llegada de una tormenta. También puede producirse un exceso de iones positivos en las ciudades debido a que la contaminación atmosférica destruye los iones negativos.
Por el contrario, en las montañas predominan los iones negativos. Estos también pueden aparecer en mayor proporción cuando pasa una tormenta —y el aire queda fresco y limpio— y en entornos cercanos a playas, cascadas o ríos.
Hay ciertos vientos, cálidos y resecos, como los producidos por el efecto Foehn que dan lugar a una mayor ionización positiva del aire produciendo ciertos efectos en la salud física y mental. De hecho, este viento, es habitual en la ciudad de Ginebra y allí el servicio meteorológico lo monitoriza cada 10 minutos.
En la década de los sesenta, un investigador en Israel trabajó para ver el impacto del Sharav un tipo de viento de esta clase en la salud. Determinó que una cuarta parte de la humanidad es extraordinariamente sensible a los iones positivos. Observó que las personas producían un 100% más de serotonina cuando este soplaba y que esto al final acababa envenenando a las personas con dolores de cabeza, irritabilidad, insomnio, dificultad para respirar y estados de ansiedad, entre otros problemas. El cuerpo, tras sufrir años de calor y exposición a la ionización positiva causada por el sharav, terminaba agotándose y se veía incapaz de responder ante él, lo cual generaba una situación de estrés en el cuerpo. Ademas vio que tenía un impacto en la hormona de la tiroides.
P.- ¿Qué es el trastorno afectivo estacional y qué porcentaje de personas lo padecen?
R.- En 1984, el psiquiatra Norman Rosenthal usó por primera vez el término trastorno afectivo estacional (TAE) parahacer referencia a la depresión influenciada por las estaciones del año, principalmente el invierno, y que se manifestaba con un bajo estado de ánimo, poca energía, alteraciones del sueño o irritabilidad, entre otros síntomas. Las personas afectadas pueden comenzar a sentirse decaídas sobre todo cuando los días se acortan y hay menos horas de luz, en el otoño y el invierno (lo que también se llama tristeza invernal). En cambio, comienzan a sentirse mejor en la primavera, cuando hay más horas de luz solar.
P.- En su libro también menciona dos formas de angustia y estrés causados por el cambio ambiental: la ecoansiedad y la solastalgia. ¿En qué consisten exactamente y a qué se deben?
R.- Según la Asociación Estadounidense de Psicología, la ecoansiedad es un «temor crónico de un cataclismo ambiental», un estrés que aparece al «observar los impactos aparentemente irrevocables del cambio climático y la preocupación que surge por la propia vida y la de las generaciones futuras» El término trastorno afectivo estacional (TAE) para hacer referencia a la depresión influenciada por las estaciones del año
El concepto de solastalgia fue introducido en el año 2005 por el filósofo Glenn Albrecht, hace referencia a una forma de angustia y estrés mental o existencial causado por el cambio ambiental que estamos viviendo. A diferencia de la melancolía o la nostalgia, que experimentamos cuando nos alejamos, por ejemplo, de nuestro hogar, la solastalgia es la angustia por el deterioro ambiental que afecta a las personas mientras están directamente conectadas a su entorno. Este neologismo pretende referirse a la desolación que uno siente ante determinadas situaciones del medio ambiente. Por ejemplo, en un mundo más cálido y más seco, los incendios se están volviendo más virulentos. En algunas personas puede aparecer solastalgia al ver el paisaje carbonizado y darse cuenta de que este necesitará años para poder regenerarse y volver a la normalidad. La sensación puede definirse como impotencia o falta de control sobre el proceso de cambio climático.
P.- En un capítulo comenta que hoy en día, el 30% de la población mundial está expuesta a sufrir un calor potencialmente mortal durante veinte días al año o más. ¿Cómo podemos evitarlo? ¿Estamos a tiempo?
R.- La única opción es cesar las emisiones a cero y tener una huella de carbono neutra. Debemos mitigar el calentamiento global para no exceder del 1.5ºC a mediados de siglo.
P.- Teniendo en cuenta las previsiones para los próximos años, ¿es el clima del futuro una amenaza para el ser humano?
R.- Si. Sabemos que el cambio climático afecta a la salud mental con ecoansiedad y solastalgia, dos formas de angustia y estrés existencial causadas por el cambio ambiental. Se ha demostrado que el cambio climático desempeña un papel fundamental en el establecimiento y expansión de las enfermedades zoonóticas, que son enfermedades o infecciones causadas por virus, bacterias, parásitos, hongos o priones, y que pueden transmitirse entre humanos y animales. La destrucción de los hábitats de ciertas especies puede dar lugar a una mayor interacción de animales con personas y provocar posibles futuras enfermedades.
El cambio en el clima, con aumento de temperaturas y variación en las precipitaciones, puede alterar el hogar de ciertos mosquitos, transmisores de enfermedades como el dengue, la malaria, la fiebre del Nilo Occidental, el zika o el chikungunya. Es posible que estas enfermedades puedan aparecer en regiones donde antes no se encontraban y desaparecer de regiones que solían verse afectadas por ellas.
Además, existe otro riesgo asociado al cambio climático: la fusión del permafrost debido a las altas temperaturas. En esta capa de terreno congelada en el Ártico se han encontrado animales y virus extintos, así como posibles peligros. En 2016, en una intensa ola de calor en el noroeste de Siberia, se desenterró un reno infectado por ántrax y muerto más de setenta años atrás que acabó con la vida de un niño de doce años y decenas de hospitalizados. De momento el resto de los virus hallados no tenían riesgo de infección.