El pueblo galés condenado a desaparecer por el cambio climático
Demasiada agua alrededor
Por su ubicación, en medio de zonas inundables y con el mar asediando la población por varios flancos, Fairbourne es muy vulnerable a una subida de las aguas. Algo que ya se está produciendo y a gran velocidad.
Los cálculos de las autoridades dan un plazo de dos o tres decenios para que Fairbourne sea tragada por las aguas. Y por ello en 2014 se instó oficialmente a los 700 habitantes que tiene esta población a marcharse a otro lugar.
La BBC calificó a los habitantes de Fairbourne como los «primeros refugiados climáticos de Reino Unido».
Sin embargo, también la BBC cuenta cómo muchos de los habitantes de Fairbourne no quieren abandonar su hogar.
Las autoridades de Gywnedd, localidad de la que depende el pequeño pueblo de Fairbourne, argumentan que las defensas costeras y diques con los que a día de hoy se evita que las casas se inunden, no podrán aguantar el aumento del nivel del mar que de aquí a diez o veinte años se va a producir.
Pero, además, hay un factor económico: según la BBC, las autoridades han calculado que para «defender» Fairbourne del mar, «a partir de 2054, los costes de mantenimiento de las defensas contra inundaciones, estimados en 115 millones de libras».
Con que la decisión que se ha tomado es desmantelar completamente el pueblo. Pero quienes tienen aquí su hogar quieren resistir.
No sería la primera vez que un pueblo se reubica por el cambio climático. Lo hizo en 1993 la localidad de Valmeyer, en Illinois (EE.UU.), desplazándose un par de millas al este tras sufrir una devastadora inundación de aguas del rio Mississippi (en la imagen). Los científicos dijeron que inundaciones así se repetirían y Valmeyer se refundó en un nuevo lugar.
Sin embargo, la gente de Fairbourne no tiene tan fácil refundar su ciudad. Y, sobre todo, quieren conservar la paz en la que viven y el horizonte que ven cada día, ese mar de Irlanda de un azul profundo.
Tampoco las autoridades parece que hayan hecho un plan serio (con ayudas económicas y demás) que seduzca a los habitantes de Fairbourne. A un periodista del diario argentino Clarín le dijeron en el pueblo: «Si quieren que nos vayamos, tienen que acomodarnos».
Sea como sea, si las aguas siguen subiendo por el calentamiento global, más temprano que tarde será el fin de Fairbourne, fundada a mediados del siglo XIX en una zona de marismas de la costa galesa.
Hay otros ejemplos en el mundo de lugares a los que la subida del nivel de las aguas están condenado. En Estados Unidos, la isla de Tangiere (en Virginia), ya ha reducido su tamaño y ha visto cómo parte de su extensión se ha inundado para siempre.
Y está, por supuesto, el dramático caso de Tuvalu, archipiélago polinesio cuya tierra firme está, de media, a dos metros sobre el nivel del mar. Las autoridades temen que estas islas desaparezcan en unos pocos decenios.
Pero la preocupación es global. Por ejemplo, ¿qué pasará si el nivel del mar crece de manera brusca en zonas como Países Bajos, donde gracias su talento para la ingeniería hidráulica se prospera viviendo por debajo del nivel del océano?