Italo Ferreira nació el 6 de mayo de 1994 en Baía Formosa, Río Grande del Norte, Brasil.

Su madre era empleada de una posada y no disponía de tiempo para su cuidado, así que Italo acompañaba a su padre por la playa mientras vendía pescado para subsistir. Como se aburría en esas caminatas y no tenía amigos para compartir tiempo libre, cualquier elemento que encontrara en su camino era un juguete para él y utilizaba las tapas de telgopor que su padre llevaba para mantener fresco el pescado, para barrenar olas en la orilla. A veces, alguno de sus primos le prestaba su tabla de surf y eran momentos más que felices.
Viendo la facilidad y entusiasmo que Italo demostraba, los familiares juntaron dinero y le compraron la tabla de surf. Así fue como a los 8 años arrancó a surfear y se fue convirtiendo en uno de los mejores del mundo. En 2011 logró el triunfo en el Campeonato Mundial Junior, consiguiendo de esa forma juntar algunos sponsors que apostaron por él.
Pero su sueño olímpico nace en septiembre de 2019, cuando se celebraron los World Surfing Games que daban las plazas para Tokio. Obviamente, no se los quería perder y por eso tenía todo listo para viajar a Miyazaki, la ciudad japonesa en donde se celebrarían las clasificaciones. Pero allí comenzaron los contratiempos.
Poco antes de partir desde Santa Mónica, Estados Unidos, sufrió un robo en su auto cuando unos ladrones se llevaron todas sus pertenencias con su pasaporte y el visado, lo que hizo imposible que subiera a un avión. Publicó en redes sociales lo que le había sucedido y sus compañeros de equipo iniciaron una campaña para ayudarlo a que recuperase al menos sus documentos. Pero todo fue en vano.

Italo tuvo que iniciar el trámite formal para conseguir un pasaporte y perdió el vuelo. Su plan de llegar a Japón y poder entrenar algunos días antes del inicio de la competencia ya era imposible de cumplir, pero aún tenía la oportunidad de desembarcar justo para el evento. Es así que una vez que obtuvo los documentos, compró el primer pasaje rumbo a Tokio y partió en búsqueda de su sueño de clasificar a los Juegos Olímpicos.
Un tifón azotó el océano pacífico y su vuelo se retrasó 18 horas. Al llegar a tierras niponas, le informaron que sus pertenencias estaban en otro avión por lo que debía esperar para recibirlas: ahora no tenía ni siquiera una tabla.
Sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia la playa en donde se presentó como participante del torneo y recibió la noticia que no quería escuchar: “La prueba ya empezó”. La desesperación llevó al surfista a pedirle la tabla a uno de sus compañeros que estaba allí y se lanzó al mar vestido con unos pantalones cortos y una remera con la misión de hacer su mejor performance en apenas 9 minutos.
De manera heroica consiguió clasificarse a la siguiente ronda. Ya con su tabla en mano y la indumentaria adecuada, al día siguiente continuó ganando hasta quedarse con el trofeo de campeón para coronarse como el tercero de su país en conseguir semejante título.
Pero el martes 27 de julio, en las costas de Chiba, Japón, el surfista de 27 años siguió haciendo historia y se colgó la medalla de oro en los Juegos. “Comencé bien el día, muy confiado y muy feliz, emocionado de estar aquí y las cosas ocurrieron y fluyeron bien, para mí hoy fue el mejor día”, comentó tras la coronación.
Finalmente, Italo tuvo la recompensa por todos sus esfuerzos en Tokio 2020.

Fuente: UOL, Infobae