¿En qué pensamos cuando necesitamos que haya equipo para correr una regata? En general las tripulaciones tienden a agruparse por un conocimiento previo, por amistad, o por el recorrido dentro de la náutica deportiva.
Cabe preguntarnos, ¿Somos todos agrupables? Consideramos agrupables a aquellas personas que han podido ceder su exigencia de dominio en pos de un objetivo común. Aún las tripulaciones más profesionales están sujetas a los más sensibles condicionamientos humanos.
Sabemos que donde manda capitán no manda marinero y que un buen capitán establece estrategias y tácticas, pero también da lugar a la creatividad en las situaciones críticas.
Existen personas con una gran trayectoria náutica que sin embargo no pueden ceder a su exigencia de dominio, y esto a la hora de un imponderable se convierte en un problema para toda la tripulación. Cuando la competencia no deriva en cooperación, el ser competente no alcanza para llegar a buen puerto. Cooperar es operar en conjunto, implica haber realizado esta operación subjetiva de ceder el impulso de dominio. Esto que parece tan sencillo requiere de un trabajo interno de cada uno y atañe a un proceso que implica el reconocimiento de un otro semejante y diferente a la vez. El pasaje por este proceso no es de una vez y para siempre, es un trayecto a construir a lo largo de la vida. Es por eso que los deportes grupales constituyen la posibilidad de poner en juego la propia agrupabilidad. Agrupabilidad que se reeditará con los pares en el club, en el colegio, en la universidad, en la política y en cualquier empresa humana que a su vez facilitará o no, la posibilidad de esta operación.
Competencia, cooperación, rivalidad y dominio son palabras de diccionario cuyo significado común no alcanza a transmitir la significación singular con la que han marcado nuestra historia personal. Un psicoanálisis nos permite escuchar la trama en que estas palabras rigen nuestras vidas, así como también preguntarnos, ¿a quién llevas en tu bote?